Tal pareciera que la consigna es terminar de una vez por todas con el otrora imbatible Partido Revolucionario Institucional.
Cada vez más militantes de ese instituto político se convencen de que en la Presidencia de la República tienen la firme intención de entregar el poder en 2018, dadas las erráticas decisiones tomadas por Enrique Peña Nieto en todos los ámbitos, aunque con particular énfasis en la última, la liberalización de los precios de los combustibles sin ofrecer a cambio paliativo alguno a la población, lo que provocó lo que ya todos conocemos: una marejada de descontento que seguramente se reflejará en las elecciones venideras.
No por nada, y contra la naturaleza misma de ese partido, ex gobernadores priistas como la yucateca Ivonne Ortega o el chihuahuense Patricio Martínez salieron a criticar la forma como se operó el “gasolinazo” y hasta refutaron a Peña Nieto, respondiéndole el ya tristemente famoso “¿qué hubieran hecho ustedes?” que el presidente le soltó la semana pasada a todos los mexicanos para justificar los aumentos en los combustibles, mientras varias zonas del país vivían horas de terror por los saqueos de comercios, ante los cuales la autoridad también fue rebasada, cuando no omisa.
El Revolucionario Institucional se encuentra en una encrucijada de la que no atina a salir, sumido en el descrédito por la ineptitud y corrupción de los gobernantes emanados de sus filas, y por sus propias divisiones que amenazan con atomizarlo hasta el grado de ocasionar una diáspora que lo podría reducir a su mínima expresión.
Si algo ha minado por completo la imagen del PRI es la certeza de que no cambió en nada en sus años fuera de Los Pinos, por lo que la corrupción y la impunidad siguen y seguirán siendo sus mayores estigmas. El caso de Veracruz y Javier Duarte es paradigmático en ese sentido.
Entre más pasa el tiempo, más fuerte es la idea de que el Gobierno Federal le permitió huir al ex mandatario prófugo de la justicia, a quien como al nopal, cada día le encuentran más propiedades, aunque a diferencia de la cactácea, las de Duarte no son nada recomendables para la salud.
Es precisamente Veracruz un ejemplo claro de la crisis del PRI. Sin un líder político aglutinante y autocrático como un gobernador al cual seguir, los grupos locales al interior de ese partido se despedazan por apropiarse del control de los despojos de la dirigencia estatal tricolor, más como una parcela de poder figurativa que real, pues a diferencia del pasado reciente, ya no hay dinero público para mantener ese cascarón, cada vez más frágil.
Por ello es que esos mismos grupos políticos ya colocan sus “huevos” en otras “canastas” y colonizan partidos como el Verde Ecologista, que en Veracruz no es más que una franquicia en poder del ex gobernador Fidel Herrera Beltrán, desde donde impulsa el proyecto para entronizar en el poder a su hijo Javier Herrera Borunda.
No es casual pues que la nueva “adquisición” del PVEM en el estado, el ex diputado del AVE –al fin, partidos de pájaros de cuenta- Francisco Garrido, anunciase que el Verde irá solo, sin sus tradicionales alianzas con el PRI, en los comicios municipales de este año.
Si algo le permitió al PRI mantenerse en el poder durante siete décadas fue su gran capacidad para adaptarse y transformarse en lo que los tiempos le demandaran, misma cualidad que le hizo soportar perder el poder en el 2000 y recuperarlo doce años después.
Sin embargo, el hartazgo de la sociedad, su manifiesta incapacidad para cambiar de verdad y su tendencia natural a la corrupción lo tienen en un callejón sin salida. Por ello el abandono de quien estaría condenado a la extinción.
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