Lejos han quedado las épocas en las que en Veracruz, en el Partido Revolucionario Institucional se peleaban las candidaturas a las presidencias municipales.
El descrédito del otrora partido aplanadora es tal, que prácticamente han tenido que recurrir a verdaderos “cartuchos quemados” o a irrelevantes “emergentes al bat” para poder postular candidatos a las alcaldías, en un escenario electoral que se avizora catastrófico para el tricolor este año en la entidad.
En los principales municipios veracruzanos, son los otros partidos y coaliciones los que lucen con posibilidades competitivas reales. En cambio, el PRI está ostensiblemente desarticulado, gris y sumido en el desconcierto y las pugnas internas que están acrecentando las fracturas que podrían terminar de desbarrancarlo en los comicios del 4 de junio próximo.
Muy caro está pagando ese partido por haber cerrado los ojos a la desmedida corrupción de los últimos dos sexenios, y particularmente a la del periodo duartista, que de acuerdo con las mediciones de casas encuestadoras como Consulta Mitofsky, fue la principal causa de las derrotas priistas en las urnas en los comicios del año pasado, no solamente en Veracruz sino en los demás estados donde el Revolucionario Institucional fue arrasado.
Aunado a ello, la liberalización y consiguiente incremento a los precios de los combustibles de principios de año tuvo el efecto de una bomba en la percepción de los ciudadanos sobre los gobiernos priistas, cuya corrupción e incompetencia han llegado a extremos que incluso para la siempre olvidadiza sociedad mexicana, se han tornado intolerables.
Por ello es que no son gratuitos los “mea culpa” de los dirigentes del tricolor de los últimos días, que con llamados a castigar a los corruptos que antes protegieron pretenden “lavarse la cara” ante un electorado que cada día expresa de manera más tronante su repudio.
Basta ver el caso del presidente del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PRI, Enrique Ochoa Reza, quien durante la reunión del Consejo Político Nacional de este martes, en medio de una muy forzada retórica triunfalista, “exigió” a las autoridades federales que cumplan con las órdenes de aprehensión giradas en contra del ex gobernador Javier Duarte de Ochoa, quien si está prófugo de la justicia es porque el propio Gobierno Federal lo dejó fugarse desde octubre pasado.
Caso similar fue el de la delegada del CEN en Veracruz, Lorena Martínez, quien pidió “perdón” a los veracruzanos a nombre de su partido, porque “el PRI se equivocó al no evitar que estas circunstancias se dieran. Debimos haber operado, haber frenado a tiempo todos estos errores, tropiezos y abusos, en su momento haber demandado justicia”.
Al menos durante seis años, en el PRI hicieron caso omiso de todas las advertencias y señalamientos sobre las tropelías del duartismo. Y no sólo eso. Las consintieron y las arroparon. Todavía siguen haciéndolo.
Que no vengan ahora a darse hipócritas golpes de pecho. Ellos solos han pavimentado su camino al fracaso.
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