La tragedia del desplome del convoy del Metro que circulaba entre las estaciones Olivo y Tezonco, sobre la avenida Tláhuac de la Ciudad de México, ha revelado de manera cruda lo que las malas decisiones políticas asociadas a la corrupción pueden provocar directamente en contra de la vida de los ciudadanos de a pie.
Es más que sabido que la Línea 12 del Metro presentó deficiencias graves que fueron detectadas prácticamente desde que inició operaciones hacia el final del gobierno del hoy canciller Marcelo Ebrard en la Ciudad de México, a pesar de lo cual nadie fue llamado a rendir cuentas ante la ley por lo que a todas luces implicaba un fraude en una obra cuyo costo superó los 22 mil millones de pesos.
El problema es que ninguno de los siguientes gobiernos hizo nada más allá para subsanar los desperfectos. Si acaso, durante el sexenio de Miguel Ángel Mancera se corrigieron cuestiones menores. Pero los problemas estructurales ahí siguieron. Y nadie los atendió.
Por el contrario, en dos años y medio que lleva la administración de Claudia Sheinbaum al frente del gobierno de la Ciudad de México, el Sistema de Transporte Colectivo Metro, uno de los más grandes y utilizados del mundo, sufrió el mayor deterioro de sus más de 50 años de existencia, simple y sencillamente porque se dejó de invertir en su mantenimiento para, en su lugar, usar ese dinero para financiar los proyectos faraónicos y el despilfarro demencial del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
La prueba de ello es que el colapso del puente de la Línea 12 es el tercer siniestro que ocurre en el Metro en los últimos dos años y medio. Un incendio en el Centro de Control 1 a inicios de este año y el choque de dos trenes en la estación Tacubaya en marzo de 2020 son muestra palpable de la indolencia y la incapacidad para operar un servicio público de transporte que por décadas fue modelo internacional.
Y lo más grave es que todas las señales estaban ahí, a la vista. Los medios –a los que tanto odian la “4t” y el presidente- documentaron desde hace años el mal estado de la estructura de la Línea 12 precisamente en el tramo donde se vino abajo la noche de este lunes. Como ése, hay varios más en otras líneas y otras zonas de esa ciudad en iguales o peores condiciones. ¿También van a esperar a que colapsen y maten más gente?
No hay manera de que varios de los políticos que hasta hace muy poco aún se vanagloriaban y autoadulaban calificándose como “protagonistas del cambio verdadero” de la mal llamada “cuarta transformación”, evadan su responsabilidad. Ebrard, Sheinbaum, Mario Delgado e incluso el propio Mancera –que llegó al poder en la Ciudad de México arropado por ese mismo grupo político, del que se distanciaría-, así como empresarios como Carlos Slim –cuya constructora Carso participó en la obra de la Línea 12- están implicados por obra y/u omisión. Y por eso es que lo que en realidad le preocupa al régimen no son los muertos –con los que el inquilino de Palacio Nacional no se dignó a mostrar signo alguno de empatía- sino el costo que este siniestro pueda tener para Morena en materia electoral.
Por ello impulsaron desde la misma noche del lunes la narrativa del “sabotaje”, que debieron abandonar por absurda y torpe; y por esa misma razón intentan acallar las críticas acusando de “carroñero”, “buitre” y “oportunista” a cualquiera que señale sus responsabilidades nunca asumidas. Ellos, que lucraron políticamente hasta la saciedad con otras desgracias en el pasado, desde el incendio de la Guardería ABC hasta la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa.
Empero, es escalofriante la certeza de que los mismos que han dejado caer el Metro literalmente en pedazos son quienes hoy construyen una refinería, un aeropuerto y un tren turístico. Y que además, tienen a su cargo las instalaciones petroleras de todo el país así como la central nuclear de Laguna Verde.
Baste recordar que en la refinería de Minatitlán ya ocurrió un accidente que milagrosamente –y gracias a los trabajadores- no se convirtió en un infierno; y en la planta nuclear ubicada en Alto Lucero son un secreto a voces las constantes fallas y estados críticos provocados, entre otras cosas, por el envejecimiento de sus equipos y tecnología y la ausencia de inversión para su mantenimiento. Ambas instalaciones, bajo la “responsabilidad” de una de las peores funcionarias de la “4t”, la aspirante a gobernadora de Veracruz Rocío Nahle.
La corrupción, la indolencia y la soberbia en la función pública, matan. Generalmente, al “pueblo” que regímenes como el actual juran “defender”.
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