El rotundo fracaso de la consulta popular –previsible desde que se planteó- representa por otra parte un inmejorable indicador para entender los resultados de la pasada elección intermedia y la realidad de un partido que aspira a restaurar el régimen autoritario con un “neopriismo guinda”.
Resulta por demás interesante que dos meses después de una elección en la que Morena obtuvo resultados muy favorables para su causa –en el estado de Veracruz arrasó-, ahora el llamado a avalar un tema propuesto directamente por el líder de ese movimiento, el presidente Andrés Manuel López Obrador, haya sido totalmente desdeñado.
De acuerdo con los resultados preliminares dados a conocer por el INE la noche de este domingo, la participación en la consulta popular apenas si se acerca al 8 por ciento del padrón. Lo que representa que habrán votado en promedio unas siete millones de personas –lejísimos del “mítico” tope de las 30 millones- a las que no les importó que el régimen difundiera que era un acto para “enjuiciar a ex presidentes”, cuando evidentemente no fue así.
Esto es, salieron a votar en la consulta los simpatizantes más duros del lopezobradorismo, aquellos que no cuestionan nada y justifican todo lo que hace y dice el presidente.
Ese dato es revelador, pues establece un parámetro para medir la verdadera fuerza y alcances del régimen y del partido oficial cuando no hay “operadores” para la compra y coacción del voto. Lo cual también explica muchos de los resultados del pasado 6 de junio.
Otro dato importante es que ni siquiera respondieron al llamado del régimen los beneficiarios de sus programas sociales, lo cual debe haber prendido las luces de alarma en el seno del lopezobradorismo, pues ésa es la única base real de su apoyo popular.
Si su clientela cautiva no responde, el desastre es inevitable. Como quedó evidenciado este domingo.
Lo que sigue: destruir al INE
Pero el resultado de la consulta sí le servirá de algo al gobierno de Andrés Manuel López Obrador, además de para hacer un censo de su base más dura de simpatizantes.
La decisión ciudadana de darle la espalda a un ejercicio que en los términos que fue planteado resultaba ocioso, sin rumbo e ilegal desde varias perspectivas, le servirá al régimen como pretexto para atacar al Instituto Nacional Electoral y justificar la embestida anunciada en su contra.
La “4t” ha tenido en la mira al organismo electoral desde que tomó el gobierno, sabedores sus líderes de que la autonomía del INE les estorba para sus objetivos de restaurar el régimen de partido hegemónico y mantenerse indefinidamente en el poder.
Por esa razón es que desde el “púlpito” presidencial se desplegó desde el principio del sexenio una estrategia de sistemático golpeteo en contra del organismo electoral y de sus integrantes, en particular de los consejeros que no doblaron la cerviz ante el poder y las amenazas del titular del Ejecutivo.
El gobierno de la mal llamada “cuarta transformación” buscó que las elecciones intermedias fueran el escenario perfecto para lanzarse con todo en contra del INE. Pero la organización de los comicios salió tan bien, y los resultados favorecieron de tal manera a Morena, que se quedaron sin argumentos de los cuales asirse para atacar al árbitro electoral.
Con el fiasco de este domingo, desde ya se construye la narrativa de “la culpa es del INE”. Cuando el organismo hizo todo lo que la ley le facultaba hacer para organizar una consulta que nunca debió realizarse, pues su objetivo nunca fue hacer justicia, sino constituirse como un burdo ejercicio de propaganda.
El ridículo de la consulta le devuelve al lopezobradorismo el escenario de linchamiento tan usado por los autócratas para eliminar a sus “adversarios”. En esos términos habrá que esperar la reforma electoral que el propio presidente ya adelantó que “no les va a gustar” a sus opositores.
Ni a cualquiera que sea realmente demócrata en este país.
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