No pasó mucho tiempo para que la ambigua postura oficial del PRI respecto de la iniciativa presidencial de reforma eléctrica –con la excepción de legisladores como la senadora Claudia Ruiz Massieu o el diputado federal José Yunes Zorrilla, que claramente se han manifestado en contra- creara un ambiente de cisma en la de por sí endeble alianza del tricolor con Acción Nacional y el Partido de la Revolución Democrática.
El solo hecho de no sumarse a un pronunciamiento en bloque –como se supone deberían actuar las coaliciones legislativas- en contra de una iniciativa de reforma constitucional abiertamente regresiva, expropiadora, centralista, monopólica, estatista y anclada totalmente en el pasado, ha puesto en entredicho la alianza misma, la cual les permitió a esos partidos hacerse de una representación popular que en las urnas les mandató, precisamente, no apoyar políticas públicas como la que pretende instrumentar el régimen de la autoproclamada “cuarta transformación”.
El PAN, en voz del coordinador de la bancada blanquiazul en San Lázaro, Jorge Romero Herrera, lo dejó claro: “si en los hechos vamos a funcionar como alianza legislativa, entonces en los hechos seguiremos funcionando como alianza legislativa y electoral. Y por ende, si la situación es distinta, distinto será el resultado”.
O lo que es lo mismo: si a las primeras de cambio el PRI da el “chaquetazo” y por razones nada claras –aunque fáciles de dilucidar- decide apoyar lo que en campaña prometió combatir, no habrá mañana: cada partido se rascaría con sus propias uñas, se cancelaría toda posibilidad de coaliciones electorales futuras y, lo más grave, le dejarían servida la mesa a Morena y al lopezobradorismo para llevar al país en un viaje por el tiempo hacia un pasado que nada tiene que ver con las necesidades del presente y menos aún, con las condiciones que exigirá el futuro en el mediano y el corto plazo.
Hábil y mañoso para las intrigas de la política, el presidente Andrés Manuel López Obrador juega ese mismo juego. Por un lado apela a las “glorias” del pasado del propio PRI –de donde él mismo proviene-, ensalzando las “patrióticas” expropiaciones de Lázaro Cárdenas y Adolfo López Mateos –que correspondieron a una época y circunstancias de hace más de medio siglo, pero que entrelíneas confirman los objetivos de la iniciativa actual del Ejecutivo-, y por el otro saca el “garrote”: quien vote en contra será linchado en el “patíbulo” de la mañanera –y no lo dude, hasta en el de la FGR-. ¿Y la división de poderes? En estado catatónico.
El dirigente nacional del PRI, Alejandro Moreno Cárdenas, y el coordinador de la bancada en la Cámara de Diputados, Rubén Moreira, dicen qué “cuál es la prisa” para que se definan. Ignorando no solamente lo que los ciudadanos ya les ordenaron al otorgarles el voto que los tiene ahí, sino lo que los mismos documentos básicos de su partido establecen.
La Declaración de Principios del PRI subraya su “compromiso con la apertura comercial y la cooperación y corresponsabilidad internacionales, como medios para enfrentar los retos del siglo XXI, rechazando las tendencias de algunos países por favorecer el proteccionismo y cambiar el modelo de desarrollo basado en el valor de la libertad”.
De la misma forma y además de pronunciarse por “profundizar las transformaciones estructurales que promueven mayor competencia sectorial” y por mantener “una economía abierta y moderna en la que crezca la inversión y el comercio con el resto del mundo”, esos mismos documentos básicos del PRI, en este caso su Plan de Acción, se inclinan por “ampliar la disponibilidad de fuentes de energía para el mercado mexicano, preferentemente las fuentes limpias”, ya que “la energía asequible y no contaminante es fundamental para construir ciudades y comunidades sostenibles en las que haya industria, innovación e infraestructura”.
Exactamente todo lo contrario a lo que plantea la “reforma apagón” del lopezobradorismo”, sobre la que ya se pronunciaron la academia, el empresariado y los sectores productivos a los que el PRI dice que quiere “consultar” para definirse.
¿En dónde no está claro lo que tendrían que hacer?
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