En los casi tres años que lleva como gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García Jiménez se ha ido acostumbrando a las mieles del poder, aun cuando en los hechos no es él quien toma las decisiones fundamentales en la entidad.
Engolosinado por la adulación de su círculo y la que compra en los medios que siempre están en la nómina sin importar quién gobierne, mareado por un cargo que nunca imaginó que realmente podría tener, García Jiménez poco a poco se ha dejado seducir por el relumbrón de las formas y costumbres del poder. De los privilegios que en el discurso oficial juran que se acabaron pero que simplemente son otros quienes los gozan.
Contrario a la cada vez más gastada –por simuladora- narrativa de la “austeridad” de la “4t”, Cuitláhuac García decidió organizarse un “fiestón” en Tlacotalpan con motivo de su tercer informe de labores, que de suyo debería ser un acto realmente republicano y de rendición de cuentas, pero a cuyas tentaciones lisonjeras simplemente no pudo resistirse.
Cual si se tratase de su “graduación” política, el gobernador acarreó a medio gobierno estatal a la Cuenca del Papaloapan y dispuso para sí de una entrada triunfal por el pasillo central de un teatro de la época del porfiriato, en una ciudad tradicionalista y conservadora aunque de muy bella arquitectura, cuyas calles recorrió a bordo de un vehículo descapotado, como en los tiempos del viejo PRI, acompañado del que ahora representa el primer círculo del poder en Veracruz, mismo que no tiene reparo alguno en cometer esas banalidades y excesos mientras, por supuesto, no parezca que salen muy caros.
De la rendición de cuentas, de los hechos y logros a la mitad del camino, muy poco que decir. Tanto así, que el dato que el gobierno mayormente destacó fue el de la supuesta “dignificación” y “empoderamiento” de las mujeres promovida por esta administración, mientras Veracruz se mantiene en los primeros lugares en feminicidios y violencia de género y las funcionarias en posiciones de alta responsabilidad responden a los intereses de otros hombres.
Nadie de primer nivel del escenario nacional acompañó al gobernador a su fiesta particular, más que la única interesada en hacer acto de presencia en Veracruz: la secretaria de Energía Rocío Nahle García, quien como todos en el “honesto” y “nada” corrupto régimen de la autoproclamada “cuarta transformación” está en abierta y desaforada campaña proselitista -con cargo al erario- para en su caso buscar suceder en el cargo al “enfiestado” Cuitláhuac García.
Entre tanto, la violencia azota a Veracruz, que es primer lugar nacional en secuestros y se encuentra entre las tres entidades con el peor desempeño en materia de generación de puestos de trabajo. Mientras que la obra pública se limita a pequeños tramos carreteros que a la primera lluvia fuerte se echan a perder. Pero claro, siempre tendremos las “chapeadas” de camellones de fin de semana.
Cuitláhuac García, quien inició su sexenio con gestos y actitudes prometedoras o que por lo menos parecían signos de buena voluntad, ha quedado atrapado en el mismo círculo vicioso de quienes pierden la brújula. En la burbuja de la loa de ocasión que impide ver el mundo exterior, perdida la congruencia y sustituida por la arrogancia y la intolerancia de un “rey chiquito” que, como el personaje de Trino, es caprichoso, berrinchudo y soberbio y cree que es el que manda, mientras a su alrededor su “corte” lo hace “guaje”.
¿Le habrán avisado que otro que gustaba de autocelebrarse en Tlacotalpan junto con toda su camarilla era Javier Duarte?
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras