Las autoridades y representantes populares de Morena ya agarraron como costumbre tomarse los fines de semana libres para, abandonando sus responsabilidades, procurarse viajes de turismo político-electoral más que cuestionables.
Y es que si no tuvieran problemas por resolver, pendientes por atender, crisis en las cuales tomar decisiones o simplemente ser mínimamente productivos, quizás se les podría dar por bueno el pretexto de que en su “tiempo libre” –en el que seguramente dejan de ser gobernantes, funcionarios públicos o legisladores- pueden hacer lo que deseen. Incluida la “grilla” politiquera.
Sin embargo, la gran mayoría tiene desempeños mediocres, sus demarcaciones están sumidas en la violencia y hay un claro déficit en el cumplimiento de todo aquello que se comprometieron a resolver. ¿Con qué argumento, con qué cara dejan todo botado para irse a hacer campaña, por otros o por sí mismos?
En su desbocada carrera por hacerse de la candidatura presidencial de Morena, la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, ha soltado las riendas de la capital del país y quien en realidad gobierna –mal, por cierto- es el segundo de a bordo, Martí Batres.
La “corcholata” preferida del presidente López Obrador está entregada a su adelantada campaña política y más que hacer proselitismo por los candidatos de su partido a las gubernaturas en juego este 5 de junio, lo hace para sí misma. Por eso se placea por todo el país, ya que fuera de la Ciudad de México es prácticamente una desconocida con un apellido difícil de pronunciar y recordar.
La ciudad que no-gobierna, entre tanto, se ahoga –literalmente- entre contingencias ambientales y una altísima violencia del fuero común, la que le pega directamente a los ciudadanos de a pie, problemas que debieran ser su prioridad. Pero es sabido que en la “4t” en lo único que piensan y les ocupa es la politiquería, las próximas elecciones. Y no es solamente el caso de Claudia Sheinbaum.
Otro que ya le tomó gusto a irse de “sabadaba” electorero es al gobernador de Veracruz Cuitláhuac García Jiménez, quien además ha definido claramente en qué bando de la sucesión presidencial se colocó y este fin de semana se fue a Tamaulipas a hacer “méritos” con Sheinbaum, con el pretexto de apoyar la candidatura de Américo Villarreal en aquella entidad.
En Veracruz, mientras tanto, explotaba el escándalo de los medicamentos oncológicos embodegados por su gobierno, los incendios por las altas temperaturas consumían bosques y pastizales, y sentidas protestas y bloqueos carreteros se llevaban a cabo por la desaparición de una mujer que, en su incontinencia verbal e imprudencia total, el gobernador dijo que estaba “resguardada” por las autoridades, lo cual a las pocas horas tuvo que desmentir la propia Fiscalía General del Estado.
Una semana antes, uno de los personeros del gobernador veracruzano, el presidente de la Junta de Coordinación Política y coordinador de la bancada de Morena en el Congreso estatal, Juan Javier Gómez Cazarín, también se fue “grillar” junto con otros legisladores locales a Tamaulipas. Total, qué importa que la LXVI Legislatura de Veracruz no haya aprobado una sola nueva ley –más allá de las obligadas de Ingresos, Presupuesto y Coordinación Fiscal- en los seis meses que lleva “funcionando”.
El vergonzoso turismo electoral solo magnifica la brutal ineptitud gubernamental de un régimen de simuladores.
El país del horror para las mujeres
Este fin de semana, un nuevo crimen cimbró a las defensoras de derechos de las mujeres de todo el país, y en especial a las del estado de Puebla.
La activista y abogada feminista Cecilia Monzón fue asesinada a balazos el sábado pasado mientras transitaba por una avenida en el municipio de San Pedro Cholula, conurbado con la capital de ese estado. Dos sujetos en motocicleta le dieron alcance y le dispararon a quemarropa. No hay duda de que iban por ella.
México es el país del horror para las mujeres. Y de la autocomplacencia criminal de sus gobernantes.
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