En
días pasados se hizo público un informe que involucra a 300 sacerdotes en el
abuso sexual de al menos 1000 niños y niñas, dichos abusos no se dieron de
manera aislada, sino que fueron resultado de la complicidad de toda una red de
personas dentro de la iglesia católica, durante décadas ocultaron esta
información valiéndose del poder que, aún hoy, tiene esta institución en todos
los ámbitos de nuestras vidas, orillando a las victimas a guardar silencio y
poniendo en duda su palabra cuando se atrevían a hablar.
El
reporte de la investigación que vincula a estos curas contiene relatos que
datan desde 1947, en el podemos encontrar los testimonios de personas que
sufrieron desde tocamientos hasta violaciones que al dar por resultado un
embarazo les hacían abortar en un intento por no ser descubiertos, dichos
sacerdotes también compartían imágenes pornográficas de sus víctimas, todo ello
bajo el amparo de sus superiores, quienes tenían elaborada una estrategia para
protegerles.
Por
su parte el papa Francisco se ha pronunciado en contra de estos actos y ha
señalado a los sacerdotes como criminales quienes abusaron de la fe de las
personas para vulnerar su integridad, haciendo énfasis en que tendrán que
enfrentar la justicia y pagar por sus delitos, sin embargo, aún falta
investigar que tanto tenía conocimiento el vaticano de este caso, ya que parece
imposible que pasara desapercibido por tanto tiempo.
Todos
estos casos se dieron en Estados Unidos, pero recordemos que en México tenemos
el primer lugar a nivel mundial en abuso sexual infantil, pensar que un niño
pudiera denunciar a un sacerdote es prácticamente imposible, sobre todo si este
último cuenta con toda una maquinaria para encubrirlo, que va desde
desacreditar o amenazar a la víctima hasta la compra de conciencias o la
reubicación en alguna otra parroquia donde no se conozca nada de su historial y
por ende pueda repetirlo las veces que quiera.
Esta
historia pareciera sacada de una película de terror, el hecho de pensar que
podría estarse repitiendo en estos momentos en cualquier parte del mundo es una
llamada de atención, la infancia es la etapa en la que nos vemos más
vulnerables hacia cualquier tipo de abuso, si bien la fe puede llegar a
reconfortarnos en los peores momentos de nuestra vida no podemos cegarnos ante
la realidad de que los depredadores sexuales pueden estar en cualquier lugar
incluyendo la iglesia, es nuestro deber permanecer vigilantes y sobre todo
exigir justicia, mientras estos crímenes sigan impunes el mensaje es claro,
pueden seguir haciendo lo que quieran, de cualquier modo tienen la aboslución.