Después de infinidad de esfuerzos por parte de nuestras compañeras feministas ahora por fin comenzamos a dimensionar como sociedad las consecuencias de la brutalidad con la que hemos educado tanto a hombres como a mujeres, siendo más visibles sus repercusiones en nosotras mismas, han salido a relucir los casos de feminicidios, violaciones, trata para fines laborales o sexuales, el tremendo agotamiento de las madres que llevan doble o triple jornada, el enojo que provoca la omisión de justicia y la complicidad institucional, por fin empezamos a verlo a través de las marchas, hashtags, campañas publicitarias y testimonios de quienes han sufrido de violencia machista, ha tomado tanta fuerza que es casi imposible seguir volteando hacia otro lado, pero ahora, ¿qué sigue?
La última semana se hizo de conocimiento público los casos de intento de secuestro en el metro de la Ciudad de México, por su parte en Veracruz empezaron a circular historias de mujeres que habían vivido acoso callejero al grado de correr peligro su vida, en respuesta varios comercios de Xalapa se unieron a la campaña #NiUnaMenos donde ofrecen sus locales para resguardarlas en caso de que se sientan amenazadas, así como apoyo para llegar seguras a casa, si bien es esperanzador ver que la sociedad tiene este tipo de iniciativas para acabar con la inseguridad a falta de una respuesta gubernamental, no hay que dejar de lado que no hay rutas de actuación específicas para seguir en caso de emergencias, no hay una capacitación para dar primeros auxilios psicológicos y sobre todo, no sabemos si aprovechando el clima de incertidumbre existan quienes usen la buena voluntad de las personas para sacar provecho de la situación, cuando hay confusión los grupos delictivos fácilmente pueden operar sin ser detectados.
En redes sociales algunos grupos fomentan la portación de armas blancas para que las mujeres podamos caminar “seguras” por las calles, también hay información sobre como abortar con pastillas desde nuestras casas, ambas derivadas de una demanda social que no está teniendo contestación pero estas prácticas son riesgosas y conllevan una responsabilidad legal para quienes las llevan a cabo o son cómplices, estamos en un momento crítico donde alzamos la voz para pedir justicia pero en nuestras ansias de cambiar la realidad estos esfuerzos se dispersan al no haber una verdadera organización, la aplicación de las leyes y la creación de entornos más seguros son los objetivos que tendrían que encabezar nuestra lista de prioridades, así como programas de reeducación; los secuestros de mujeres son fácilmente identificables, las violaciones cuando son llevadas a cabo en un callejón por un desconocido, pero sucede que la mayoría de los feminicidios y abuso sexual se dan en nuestros hogares por personas cercanas, no podemos perderlo de vista.
Cada día somos más personas las que nos sumamos a los intentos por lograr vivir en paz, no dejemos que todo este movimiento sea una euforia pasajera, la organización es la base para alcanzar un verdadero cambio social, es momento de unir esfuerzos para lograr la tan anhelada igualdad de género.