En el sexenio de Felipe Calderón se inició la “guerra contra el narco”, derivado de sus decisiones en materia de seguridad pública y militarización del país hubo un aproximado de 103 537 homicidios dolosos, esto según datos oficiales, una cifra sin precedentes, aunado a la percepción de inseguridad de la población en general, podríamos decir en términos generales que el gran problema de delincuencia organizada en el país comenzó a ser visible durante este periodo, tanto así que hubo intentos por llevar al expresidente a la Corte del Haya por crímenes de guerra y lesa humanidad.
Durante el mandato de Enrique Peña Nieto, quien sucedió a Felipe Calderón, hubo casos muy sonados donde la participación del ejercito fue decisiva para llevar a cabo desaparición forzada y tortura, tanto así que se quedaron grabados en nuestra memoria colectiva, el más grande ejemplo de ello fue el caso de los normalistas de Ayotzinapa, que hasta la fecha no tenemos respuesta concreta sobre donde se encuentran o que sucedió con los 43 estudiantes, su sexenio terminó con 105 322 homicidios dolosos, cabe señalar que también en ese periodo Veracruz se convirtió en una gran fosa clandestina, pensar que mejoramos la seguridad siguiendo básicamente la misma estrategia es un engaño.
Por su parte nuestro actual presidente de la república, Lic. Andrés Manuel López Obrador dio por terminada la guerra en México, afirmando en una de sus conferencias matutinas que no habrá detenciones de capos porque “no es la función principal del gobierno, sino de garantizar la seguridad pública”, pero entonces queda la duda, ¿para qué queremos una guardia nacional?
Son muchos los organismos nacionales e internacionales que alertan sobre los peligros de la militarización de los países, sobre todo porque esta institución no tiene las bases para lidiar con civiles, de manera que atentan contra los derechos humanos de sus habitantes, en teoría la guardia nacional deberá de contar con capacitación constante para lograr prevenir el delito y garantizar la seguridad de la población, en discurso suena muy bien, el problema es que doce años de tener al ejército en las calles no son buen referente cuando de reducir homicidios hablamos.
Para acabar la delincuencia en el país es necesario en primer lugar un diagnóstico para detectar sus causas, de otro modo no podremos combatirla de raíz, del mismo modo fortalecer las policías municipales, mejorar el sistema de justicia y trabajar en medidas reeducativas para personas infractoras son acciones que pueden generar un cambio profundo en nuestra sociedad, los ejércitos son para las guerras, si ya no hay guerra, entonces que regresen a sus cuarteles, como de costumbre mi conclusión es más bien una invitación a informarnos sobre las políticas públicas que muy probablemente sean implementadas en México, abrazos, no balazos.