Existen todo tipo de ideas erróneas que influyen en nuestra percepción del enorme problema de violencia de género que vivimos en el país, de los prejuicios más presentes en nuestra sociedad son que la víctima de una agresión sexual “se lo buscó”, ya sea por exponerse estando en lugares donde “no tendría que estar”, por ejemplo, en la calle, en un bar o fuera de su casa a altas horas de la noche, otro de los pensamientos que se nos vienen a la mente cuando de una violación hablamos es que seguramente ocurrió en un callejón o terreno baldío y fue cometida por un hombre con alguna enfermedad mental, alcoholizado o drogado, que se aprovechó de la situación vulnerable de una desconocida, sin embargo, las estadísticas nos dicen todo lo contrario.

De acuerdo a un estudio realizado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la droga y el delito, más de la mitad de mujeres asesinadas a nivel mundial fueron privadas de la vida por su pareja o algún pariente cercano en su propia casa, lo que convierte nuestro hogar en el lugar más peligroso para nosotras, todo lo contrario a lo que culturalmente manejamos como riesgoso, si bien nuestro miedo es hacia los desconocidos las cifras de crímenes fatales cometidos contra las mujeres comprueban que el verdadero enemigo está más cerca de nosotras de lo que pensamos, la misma estadística aplica para las agresiones sexuales, usualmente son personas cercanas quienes las cometen.

Esta realidad es (junto con otros factores como la revictimización de quienes deciden iniciar un proceso penal contra su agresor y son ignoradas por las instituciones gubernamentales) un factor importante en la obstrucción de la justicia, ya que cuando se trata de un familiar el miedo de crear un conflicto con nuestro círculo más cercano o el temor de ser señaladas por las personas que nos rodean impiden que sigamos el debido proceso para activar la maquinaria legal que en teoría tendría que poner a los criminales tras la rejas y hacer una reparación integral del daño sufrido.

Es importante que sepamos que a la primera señal de violencia (hacia nuestros hijos e hijas o en nosotras mismas) tenemos que actuar, está tan normalizada la violencia que muchos de los indicadores de que algo no anda bien los pasamos por alto, ejemplo de ello son los celos, que nos revisen el celular, que controlen nuestras salidas, nuestras amistades, las bromas hirientes, desacreditar nuestra opinión constantemente o la agresividad sexual, la violencia siempre va en aumento y no es tolerable aún si la persona que la comete es de nuestra familia.

Para lograr una vida en paz, como marca la ley que es nuestro derecho, es necesario que sepamos identificar cuando surge la violencia, desde el primer indicio lo mejor es marcar límites claros y en caso de que no se respeten acudir con la autoridad correspondiente, también es importante remarcar la ventaja con la que contamos cuando tenemos redes de apoyo fuertes, una de nuestras mejores armas es la sororidad y la creación de mecanismos de apoyo mutuo entre mujeres, sobre todo recuerda que no estás sola y no eres la única que ha sido agredida, para más información sobre como prevenir y tratar la violencia de género llama al 075 que es la línea donde puedes recibir asesoría gratuita o acércate al instituto municipal de las mujeres más cercano, quizás el monstruo pueda estar en tu casa, pero la solución está en ti.​