El 8 de marzo mujeres de todo el mundo salimos a marchar para exigir el pleno reconocimiento de nuestros derechos, en México el movimiento feminista ha tomado mucha más fuerza en las últimas dos décadas, llegando a un punto álgido en la actual administración, si bien esto ha despertado sospechas entre quienes nunca habían querido voltear a vernos, en realidad es una respuesta proporcional a la violencia que las víctimas de feminicidios, desaparición forzada, acoso o violaciones han recibido por parte de sus agresores y de las propias instituciones, omisas en su labor de garantizar el acceso a la justicia, lo que estamos viendo es el hartazgo de millones de mujeres ante una situación que no podemos seguir permitiendo.
Con el nuevo gobierno se guardaba la esperanza de que hubiera un cambio significativo en las acciones llevadas a cabo para erradicar la violencia de género, por desgracia esto no sucedió, por el contrario, hemos sido testigos del recorte presupuestal hacia programas destinados a lograr la igualdad y de los discursos que lanzan desde la presidencia para descalificar a quienes se atrevan a cuestionar la falta de perspectiva de género en las políticas públicas nacionales, viendo los canales de comunicación cerrados al diálogo ¿qué otra respuesta podían esperar de las manifestantes? Si ya agotamos todas las opciones de protesta pacífica, la cual ha resultado bastante cómoda para quienes se niegan rotundamente a renunciar a sus privilegios.
El mensaje que manejan las instituciones de gobierno es, por decir lo menos, contradictorio, si no es que falso a todas luces, ejemplo de ello es el cerco policial que montaron alrededor del monumento a la madre en la capital de Veracruz, mientras la madre de Jennyfer Giraldi gritaba exigiendo justicia, nunca vimos una cantidad tan grande de policías organizados para buscar a Jennyfer, tampoco lo vimos en el caso de Angie ni de ninguna otra de las víctimas de desaparición ni de quienes sufrieron en carne propia la violencia machista encarnada en un feminicidio, importan los monumentos de las madres, pero las madres que buscan a sus hijas y no han vuelto a sentir paz desde que se las arrebataron, esas no importan, esas son enemigas del Estado.
Todavía son muchas las personas que no entienden el trasfondo de la lucha feminista, sin embargo, eso no significa que nuestras demandas no sean legítimas y justas, sobre todo la exigencia de poder acceder a una vida libre de violencia, si bien muchas cosas faltan por cambiar, ahora mismo podemos observar un cambio radical y es que el miedo se cambió de bando, aunque sea por un día nosotras podemos salir libremente a las calles mientras que en el palacio nacional se encierran detrás de un muro, el gobernador se escuda detrás de su policía y los comandantes se esconden en sus oficinas, a final de cuentas, como decía Galeano, “el miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo”.