A Nahomi de apenas cinco meses, su propia madre la dejó tirada en un lote baldío pues aunque murió por broncoaspiración, la mujer tenía temor de lo que le dijeran sus padres o el papá de la niña por algo de lo que ella al parecer no tuvo culpa y en lugar de pedir ayuda, se dejó dominar por el miedo.
A Fátima de siete años, es Giovana quien la entrega a manos de Mario -su pareja- luego de que amenazó a la mujer para que le consiguiera una novia-niña a la que tendría para toda la vida o en caso contrario tomaría a una de sus propias hijas, Giovana no tan solo no pidió ayuda para salvarse y salvar a sus hijas, sino que ayudó a matar a Fátima, dominada por el miedo que le tiene a su pareja y con el que la tenía controlada.
Recientemente, escuchaba como Denise Maerker puntualizaba que las mujeres no somos un grupo vulnerable, salvo cuando la sociedad permite el uso de la violencia física para resolver conflictos en lugar de aplicarse las leyes, en el marco de una cultura machista y abuso de la diferencia entre unos y otros.
Es tiempo de VENCER LOS MIEDOS, dejemos de lado la vergüenza y la pena por el ¿Qué dirán?. Pidamos ayuda, brindemos ayuda, hablemos, GRITEMOS y por piedad no dejemos pasar las agresiones por no meternos en problemas, porque es cosa de dos y para que me meto si al final se reconcilian y quedamos mal.
Actuemos a tiempo para evitar más violencia. No se trata de hombres contra mujeres ni de atacar al género masculino, de lo que se trata es de lograr el equilibrio que nos permita vivir en una sociedad justa, respetuosa de todos sus integrantes.
Porque más allá del actuar o no de las autoridades en el tema de la violencia, nosotros como ciudadanos somos el primer frente que debe impedir el crecimiento de las agresiones de unos contra otras, de unas contra otros, de unos contra otros y de unas contra otras.
No podemos quedarnos solamente con pedir castigo severo a los culpables, porque una vida perdida no se paga ni con mil vidas en la cárcel y mucho menos con pena de muerte -una vida por otra-.
Quedémonos con nuestras niñas, jovencitas, mujeres, ancianas VIVAS. Pero también con nuestros niños inocentes, jovencitos llenos de sueños, hombres productivos y ancianos buenos alejados de la imagen machista de que no deben manifestar sus sentimientos “Porque los hombres no lloran”, porque no pueden realizar trabajos y cursar carreras que no son de hombres, por temor a que pongan en duda su sexualidad.
El mundo no es rosa y azul sino multicolor, participemos en educarnos e incluso reeducarnos como sociedad, para que respetemos y nos respeten sin necesidad de aplicar la violencia o la Ley del más fuerte.
Vivamos SIN MIEDO porque todos tenemos derecho a una existencia en plenitud, que nos permita disfrutar de las oportunidades que se nos ofrecen y a lograr nuestras metas.
Amemos a nuestro prójimo y confiemos en nuestros semejantes, volviendo virtuoso, este terrible círculo vicioso que hoy vivimos y tanto nos daña.
Virginia Mejía Martínez