Por.- José Alfredo Bandala Almeida
Hoy quiero recordar a uno de los personajes más populares en la época de los 70, 80 y 90 en el gremio petrolero de Las Choapas. Al popular Yuca.
El amigo Yuca llegó a Las Choapas procedente de Mérida, Yucatán en el año de 1953 a invitación de su hermano menor, Heradio Castilla, quien había llegado unos años antes.
Don Heradio fue papá de los Jackson, quienes aún venden cochinita pibil dentro del mercado Hidalgo y que por muchos años han deleitado también a paladares choapenses. Los dos hermanos nacieron en Hunucmá, Yucatán.
El Yuca tenía una carnicería en Mérida pero por problemas financieros decidió emigrar y aceptó la oferta de su hermano Heradio. Así fue como llega a Las Choapas, soltero, y al año de haberse establecido mandó traer a su mujer y su hija.
El Yuca tuvo cinco mujeres y un total de 19 hijos, quienes hoy en día tienen comunicación entre si. Con la única de sus compañeras con la que se casó por la iglesia fue con su quinta y última mujer, la señora Nicolasa López Rodríguez, oriunda de Villa Azueta, Veracruz y con quien procreó nueve hijos (Eugenio, Miguel Angel (+), Guadalupe, Natividad, María del Carmen, Adolfo ( Fito), Verónica, Jesús Heradio y José Nicolás Castilla López).
De su hermano Heradio aprendió el oficio de elaborar los tacos de cochinita pibil. En un principio fue muy difícil; pues, era un mundo diferente al que vivía en su natal Yucatán pero con su tenacidad y necesidad de triunfo en tierras veracruzanas, se esforzó y pronto se independizó.
Poco a poco se fue relacionando con gente de la localidad y un día logró el permiso para poder vender sus deliciosos tacos dentro de la factoría de Pemex. A los petroleros les encantó el sazón de esos tacos con receta yucateca, así como las tortas y sándwiches que vendía y se estableció en ese lugar, frente a la portada del hospital El Plan de PEMEX por más de treinta años.
El Yuca también tuvo la vendimia de golosinas y refrescos por muchos años en el club y kiosko de la colonia petrolera.
La receta de los tacos de cochinita pibil la heredó de su hermano Heradio, pero con el tiempo, el Yuca y su esposa le dieron el toque que encantó a propios y extraños.
Era un ritual ver llegar a Yuca todos los días, de lunes a viernes, en punto de las 6:30 de la mañana para montar su puesto; pero, antes tenía que pasar por el hielo a la casa Prados en la calle Emilio Carranza del centro, sabía que a las 10 de la mañana que era la hora del lonche se le llenaba y había que tener todo listo.
Conforme sus hijos fueron creciendo, le empezaron a ayudar, pero fue Fito quien más se apegó al ritmo de trabajo de su papá. Los petroleros que trabajaban en los talleres de la factoria eran clientes asiduos de Yuca y el sistema de cobro era semanal y posteriormente por catorcena. Él anotaba el consumo de sus clientes en su inseparable libreta, cuando veía que algunos no llegaban a pagar su adeudo, mandaba a su hijo Fito a localizar a esos morosos hasta por debajo de las piedras para cobrarles.
Cuántas libretas se quedaron sin anotar de “pagado”, pues muchos le quedaban a deber y el popular taquero, sin mayores problemas, solía decir: “ya regresarán a pagar”, “no hay problema, son mis compadres”….
Como no recordar al “Yuca” con esa humildad que le caracterizó toda su vida, con sus inseparables huaraches, su gorra, la playera blanca y normalmente bañado en sudor por las inclemencias del calor choapense, asi despachaba y vacilaba a sus clientes que ese era el “toque mágico” de los tacos de cochinita pibil.
Miguel Angel, uno de sus hijos, a los siete años de edad contrajo una enfermedad que nunca la pudieron erradicar lo que hizo que se desplazara en silla de ruedas, ese niño inseparable de Yuca en el mango de la factoría, falleció en el 2003.
Hombre trabajador que vendia en la factoría de siete de la mañana a las dos de la tarde, y por las noches, a un costado de las canchas de futbolito, softbol y tenis de la colonia petrolera, se ganó el cariño de los niños que vivían en esa colonia, quienes por las mañanas se cruzaban de esa unidad habitacional a la factoría para pedirle fiado papitas, chicharrones y refrescos. El Yuca los anotaba en su libreta y posteriormente les cobraba a sus papás (ingenieros de Pemex).
El éxito de los tacos de cochinita y la popularidad de Don Adolfo Castilla fueron tales que a su puesto de la factoría desayunaban desde obreros hasta superintendentes. En más de una ocasión llegaron comitivas con altos funcionarios de la ciudad de México de la paraestatal a desayunar con él y en la época en que empezaron a entrar en funciones los agentes de seguridad llamados -hasta el día de hoy- “los especiales de Pemex”, por tanto robo dentro de sus instalaciones, a Yuca le ofrecieron plazas definitivas para alguno de sus hijos y lo único que les pidió es que los especiales no le revisaran a la salida de la factoría pues; en primera, no tenia necesidad de robarse algo de Pemex y, en segunda, le quitaban mucho tiempo y tenía que ir a su casa a descargar y cargar para la venta de la noche en la colonia petrolera.
Castilla Ceballos vió pasar como clientes a varias generaciones de profesionistas petroleros por su puesto debajo del mango dentro de la factoría de Pemex, a muchos de ellos los conoció y trató recién egresados de sus carreras; incluso, jugaban dominó con él, uno de los muchos juegos de azar que tanto le gustaba jugar.
Al paso de los años, muchos de esos jóvenes profesionistas llegaron a tener altos puestos dentro de la paraestatal (superintendentes de distrito o subdirector de producción primaria) y cuando les tocaba llegar en visita de trabajo a El Plan, era visita obligada ir de visita al puesto de tacos a saludar a su amigo Yuca.
Muchos de sus conocidos al saber que no le revisaban su camioneta a la salida de la factoría, quisieron abusar de su confianza y le pedían que sacara herramientas que querían robarse, a lo que él jamás se prestó.
El Yuca, hombre trabajador, carismático, agradable y de fe, en sus inicios de taquero, tenía una moto marca Islo y en el año de 1972, se saca la lotería nacional. Un millón de pesos fue el premio, demasiado dinero para esa época, muchos sueños, muchas ilusiones, muchos planes se le vinieron a la mente a nuestro amigo el yuca y lo primero que hizo fue comprarse esa conocida camioneta Ford color cremita en un inicio y que luego la pintó en verde, se compró un rancho por el puente 4 y dos casas.
Se le aparecieron nuevos amigos, parientes que no conocía, lo quisieron hacer compadre y empezaron a pedirle dinero prestado… Adolfo Castilla no sabía decir no y combinado con los nuevos amores que le surgieron, al paso de los años empezó a vender sus propiedades.
Asi como se fueron acabando las propiedades adquiridas con el dinero que ganó en la lotería nacional, dejó de darle mantenimiento a su adorada camioneta Ford, a la apodó “la coqueta”.
Mario Lara Mayo recuerda que cada que Yuca pasaba, a las siete de la mañana, por el hielo con Prados, “ la coqueta “ se echaba y no arrancaba, Mario Lara y Luis Ferreiro se aparecían por acto de magia y, o le pasaban corriente o la empujaban para que arrancara, al verlos llegar les decía “llegaron los salvadores de la coqueta”, coincidentemente Luis y Mario, a mediodía se aparecían en la factoria para pedir sus tacos y la cuenta era en ceros pesos.
Lo que nunca estuvo en riesgo fue el éxito de su negocio y lo trabajador que fue el yuca.
Actualmente , su hijo Fito, sigue con la tradición de su padre , vendiendo cochinita pibil y tacos al pastor . Tiene su negocio en el Boulevard México, frente al parque Diana Laura desde el 14 de febrero de 1993. El éxito de Fito, al igual que el del yuca, es el sazón y la calidez para atender a su clientela.
Con todo afecto hago este homenaje póstumo a quien tantas alegrías gastronómicas nos dio, a quienes algún día comimos un taco de cochinita pibil con El Yuca o tuvimos el privilegio de tratar a este señorón.