Levanten la mano quiénes hasta en tono de “broma o deveras”, pensaron en contratar a la señora Carlota, tendencia en redes sociales, para recuperar un terreno, sacar a un invasor, o hacer la justicia que llevan años esperando de un tribunal.
¿Cuánto dinero han gastado, o qué tiempo han esperado para obtener justicia?, seguramente muchos han pasado hasta por tres o cuatro abogados, y han gastado hasta lo que no tenían, pagando más al que los defendía, que lo que en sí costó arreglar el pleito; con razón, y por las buenas.
Otro, los que llevaron la peor parte, murieron esperando justicia; o recibieron un fallo adverso, teniendo todos los elementos para ganar, porque su origen o el régimen les impidió el acceso a la justicia.
Dice la Constitución en su artículo 17, segundo párrafo, que, “Toda persona tiene derecho a que se le administre justicia por tribunales, que estarán expeditos para impartirla en los plazos y términos que fijen las leyes, emitiendo sus resoluciones de manera pronta, completa e imparcial, su servicio será gratuito, quedando en consecuencia prohibidas las costas judiciales.”
El mismo artículo en su primer párrafo, prohíbe a las personas hacerse justicia por su propia mano, o ejercer violencia para reclamar su derecho.
Es decir, el mismo artículo consigna a letra expresa la obligación del Estado para impartir justicia, y por otra parte, recaba la promesa de todos los gobernados, para someternos a un mismo sistema de impartición de justicia, para ser juzgados; y derivado de ello, la renuncia a hacerse justicia por manos y medios propios.
Así, todos nos sometemos como justiciables a las leyes, a los tribunales, a los jueces, para obtener lo justo. No por voluntad, sino por pacto social, establecido bajo la promesa desde luego de ser tratados con igualdad, sin costo alguno, con rapidez, con diligencia, y sin formalismos legales.
En esa ecuación de “gana-gana” ideal, que propone nuestra Constitución, es para el beneficio colectivo de preservar el orden social, y la adecuada convivencia de todos, sin que el más fuerte, el más feroz, o el mas pudiente, pueda, ni deba salirse siempre con la suya, si es que no le asiste la razón.
Lamentablemente la realidad de nuestro País ha hablado, en la voz, el cuerpo y la imagen de una mujer en edad adulta mayor, llamada Carlota, una mexiquense que denunció días antes el despojo del que (sostuvo) fue víctima, por parte de desconocidos en donde hasta la ropa interior que tenía guardad en su casa, se la apropiaron los invasores.
Las imágenes del video que han dado la vuelta al país, la tiñen como una sicaria de sangre fría, con vestido rosado y chal al hombro, direccionando y empuñando un arma, después se escuchan disparos, y se observa a un hombre caer al piso.
Gritos de desesperación, y enseguida; la huida de Carlota con dos acompañantes en vehículo particular, con el faldón del vestido atrapado entre la puerta y el estribo del auto.
Las explicaciones y versiones de los hechos, vinieron después de los memes, que ya nos hacían preguntarnos, ¿quién es Carlota?, o qué hizo. Pues la viralización de una imagen o una persona, siempre dependerá de lo fuerte o inusual del caso a exhibir.
Las múltiples réplicas y comentarios que desnudaron los motivos de Carlota, para hacerse justicia por su propia mano, y sacar a los invasores, nos hicieron dividirnos en opiniones, sobre si debió o no, y lo que muchos se quedaron con ganas de hacer en sus zapatos.
Que si las bandas de invasores. El móvil de los hechos. La incompetencia o contubernio de las autoridades, o el “regrese después madrecita, porque la actuaria está de incapacidad y ahorita no hay quien atienda” arrebatan la salud mental a cualquiera, y destruyen el pacto social impuesto, porque una de las partes no cumplió con el trato: El Estado.
Lo cierto, es que ella, junto con las madres buscadoras a quienes ahora acusan de haber sembrado y confeccionado un campo de exterminio, revictimizando el dolor, que ninguna madre debe soportar. Son las verdaderas víctimas de un estado fallido que no ha sabido dar justicia, pero que sí sabe dar noticias y posar para la foto.
Los atropellos que diariamente se sufren en búsqueda de la justicia, y la desesperación compartida en la espera, con tantas mujeres, para quienes suena a burla eso de que llegamos todas, son la evidencia inequívoca de la terrible crisis de justicia y de atropello a la propiedad privada en el México que nos tocó vivir.
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