Evencia llegó una mañana con su esposo, quien a paso lento -bastón en mano- la acompaña siempre a todos lados, ambos se encuentran en edad adulta mayor y llevan más de treinta años compartiendo su vida y las adversidades.
Estos últimos cinco años de su matrimonio han enfrentado problemas terribles que deterioraron visiblemente su salud, pues primero a Juan lo atropelló un camión de servicio urbano y aunque se logró recuperar apenas puede caminar.
Para colmo perdió la batalla legal en contra de la camionera y solo le quedaron las deudas generadas por el servicio legal que tuvo que contratar con miras a obtener el pago de los gastos que tuvo que erogar para volver a caminar.
Lo peor -me dicen- no fue eso, porque Juan está vivo y al final de cuentas eso es lo que importa, que sobreviviera al accidente y que pudiera volver a caminar. Lo más doloroso para ellos, es que apenas un año después del accidente, su hijo, un joven arquitecto que iniciaba su trayectoria profesional y su vida familiar pues tenía poco de haberse casado y era padre de dos pequeños niños, enfermó.
Lo que comenzó como un dolor abdominal cualquiera, con el tiempo y los estudios médicos realizados, se confirmaría más tarde como una enfermedad en hígado que no tuvo reversa.
Pero mientras recorrían el nada fácil camino de la lucha y la esperanza por salvar su vida, entre hospitales, opiniones médicas, estudios y tratamientos, todos particulares pagados por sus padres Evencia y Juan pues él no tenía seguridad social, y la popular no cubría el mal que presentaba, gastaban más de lo que tenían y podían.
Así fueron vendiendo uno a uno los bienes que el matrimonio adquirió durante toda una vida de trabajo, por rescatar a su hijo -“hubiéramos querido que viviera y que siguiera con nosotros y con sus hijos, hicimos todo lo que pudimos pero la vida fue cruel con nosotros y nos lo quitó”- son las palabras finales con las que Evencia termina su relato de todo lo sufrido y del por qué llega al Barzón.
Resulta que mientras lograban vender sus propiedades, los gastos apremiaban pues aparte de la enfermedad, había que apoyar para mantener a su familia; el pago de la pensión de Juan (ahora único ingreso del hogar) era insuficiente.
Por ello tuvieron necesidad de pedir prestado a un agiotista para poder cubrir rápidamente lo que la enfermedad del arquitecto requería, así firmaron pagaré tras pagaré, de los que en su momento pagaron intereses y algunos hasta los liquidaron, pero la prestamista nunca les dio recibo, solo los anotaba en una libreta.
Sin nada más que vender decidieron hablar con ella para “refinanciar” la deuda, pero ella no estuvo de acuerdo y envió a sus abogados al domicilio de los esposos con una sola consigna: ¡Le pagan todo a la patrona o los dejamos sin casa!
Continuará…
¡Pregunte 2281148502, es mejor tener dudas que deudas!