Como cada año en día 14 de febrero, abordaré el tema de los avales; porque la obligación que nace del acto jurídico que respalda el pago de una persona, con los bienes de otra, nace a su vez del amor, la amistad, la confianza o el afecto que el “fiador” profesa a quien le busca como su solidario.
Antes, ser buscado como aval era una alta encomienda u honor, una distinción que se equiparaba a ser buscado para padrino de sacramento; una invitación a la que no se podía negar el requerido debido justamente a esa confianza o cariño, en la que negarse en solidaridad a responder con la firma por lo prometido por el avalado a su acreedor era mal visto socialmente.
Quien se atrevía a negarse a ser aval, perdía la amistad y ganaba el reproche de la familia completa y de los más allegados por la “desconfianza” manifestada. Quizá por esa razón, social y afectiva, era impensable rechazar la invitación, aunque se tuviera que responder por la deuda.
Ahora, ya hay mas conciencia sobre los alcances de lo que significa ser aval o fiador, y responder por el pago en caso de que el avalado no pague; con la manera en la que se han transformado las leyes, y los criterios jurisprudenciales en torno al pago de las deudas, podemos saber que hasta con el salario se responde para el pago de una obligación de naturaleza civil.
Esto en caso de que el aval, carezca de bienes para cobrar la deuda. Pero si los tiene la situación se complica aún mas porque entonces quien respalda el pago puede llegar a perder sus bienes en un embargo, remate o venta en juicio.
Es probable que todos tengan un conocido, amigo, o el primo de un amigo, que se haya puesto en apuros por haber sido aval, teniendo que cubrir el monto de la deuda total sin haber obtenido respuesta de su avalado para respaldarlo en resolver la situación.
Conozco bastantes historias de avales y obligados solidarios, pero en esta ocasión quiero comentarles una muy especial, y es especial porque hoy justamente se cumplirán 8 días de haber entregado a Linda (nombre cambiado para resguardar la identidad de la persona) el certificado de libertad de gravámenes que se obtuvo del Registro Público de la Propiedad de Xalapa, Veracruz, con el cual se hace constar que su casa quedó totalmente libre de los 4 gravámenes que pesaban sobre ella.
Su historia comenzó hace 40 años cuando Linda, tuvo que firmar de aval del sobrino de su esposo, porque éste era un requisito que el Banco pedía para dar créditos.
Linda no estaba convencida de hacerlo, pero accedió por presión de su esposo, el esposo no podía ser aval porque no tenía bienes y ella era heredera de una céntrica propiedad ubicada en esta ciudad, lo que la convertía en aval idóneo.
El problema es que no fueron solo 2 sino 4 créditos los que se obtuvieron con el respaldo del valor de la propiedad, la triste historia se dio porque el pago se complicó el sobrino falleció y se llevó consigo el único comprobante de pago que se expidió para constancia del pago.
Otro de los créditos que también se pagó no fue avisado al juzgado y entonces el embargo continuó sobre el inmueble, de los restantes 2 créditos el Banco quebró y los apoderados murieron, por lo que no había ya con quien entenderse. Linda pasó por 8 abogados y 38 años de juicio, uno de ellos en donde fue a dar hasta la cárcel por razones que nunca entendió.
Afortunadamente un vecino de ella la llevó al Barzón en donde pudo resolver la situación, de ahí la felicidad de ver resuelto su caso.
Sin embargo la tremenda lección recibida, digna de ser contada, y armar con la historia un libro nos hace nuevamente reflexionar sobre lo serio e innecesario de firmar para respaldar una obligación de pago, sin conocer a detalle las consecuencias de la decisión, consecuencia lógica que consiste en que antes de firmar pienses si tienes para pagar la deuda.
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