Se ha dicho hasta el cansancio ese viejo adagio que dice: “Las segundas partes nunca fueron buenas”. Y es muy posible que sea cierto. Para recordarnos eso, no tenemos que ir tan lejos, tal vez acordarnos cómo nos fue cuando volvimos con la ex o el ex, o acordarnos de esa secuela en el cine que terminó siendo un fiasco, o del regreso a los escenarios de algún cantante o comediante que fue desastroso. Casos los hay, y muchos.
Pero ¿qué es lo que hace malas a las secuelas? Y al mismo tiempo ¿qué es lo que las hace tan atractivas? Uno diría que la respuesta a esas dos preguntas es la misma: las expectativas. Uno tiene vivo el recuerdo de algo que fue bueno, y esperamos que la secuela tenga, por lo menos, el nivel de la primera parte. Y, guiándonos por el dicho arriba citado, parece que eso nunca sucede. Para quienes producen secuelas, parecería que el éxito de la fórmula original les da un piso firme del cual apoyarse para hacer algo que vuelva a ser tan entretenido como lo primero, aunque a veces pierden de vista que lo que hacía bueno al primer intento era la frescura o la sorpresa, que, usted estará de acuerdo conmigo, es difícil de conseguir. La lógica en otro tipo de segundas partes, es la capacidad humana de aprender. Tal vez volvemos porque aprendimos de nuestros errores primeros, y somos los mismos, pero somos otros. Otros que ya saben cosas que no sabían la primera vez. Como diría Germán Dehesa, ya fuimos al infierno y volvimos, se supone que mejorados, y con disposición para no volver a cometer las mismas tonterías.
Los ejemplos más recurrentes de las secuelas, lo tenemos en el cine: la secuela de “La Máscara” o de “Psicópata Americano” fueron horribles, y ni hablemos de “El Exorcista” o “Tiburón”. Pero también hay películas que realmente superaron a sus primeras partes, como “Volver al Futuro” o “Terminator” (¿quién no se acuerda del famoso “Hasta la vista, Baby”?). En la literatura también hay varios ejemplos de secuelas, como en las novelas de detectives, como Sherlock Holmes o el mexicanísimo BelascoaránShayne. Y hasta en el rock, hay secuelas, como la horrible “The Unforgiven II” de Metallica.
Y aquí estamos nosotros, amable lector, dándonos una segunda oportunidad en su Columna de los Lunes, que (no podría ser de otra manera), saldrá todos los martes. Lo interesante de esta segunda parte, es que estoy seguro de que usted no tiene ninguna expectativa al respecto, ni tenemos una fórmula hecha de la cual apoyarnos, ni era tan buena como para pensar que no la podemos superar. Conservará la estructura de siempre, o sea, no tendrá mayor estructura, pero (eso sí) hablaremos de cosas que simplemente pasan, solo por el gusto de platicar, para pasar el rato, o para descansar de la cantidad de malas noticias que usted y yo leemos todo el tiempo en los medios de comunicación, y escucharemos juntos alguna buena rola que tenga que ver con el tema. No le prometo que está ante un regreso como el de Michael Jordan, pero le aseguro que se va a divertir.
Hablando de segundas partes, le dejo mi recomendación de la semana: una rola que formó parte de una franquicia del cine con varias secuelas (todas malas): Rápido y Furioso. La rola, sin embargo está chida, y es del rapero estadounidense Eminem. Se llama “Second Chances”. Nos leemos en la próxima oportunidad:
https://www.youtube.com/watch?v=6fSHpaBINaI
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