No quisiera cantar victoria antes de tiempo, amable lector, pero parece que casi nada puede evitar que usted y yo sobrevivamos al “año terrible”, al 2020. Ya pasó la Navidad, la reunión virtual o presencial con la familia, ya nos echamos como cuatro días de recalentado, lloramos a Manzanero, y parece que, salvo que ocurra una tragedia más, nada evitará que le demos el carpetazo que merece este año tan raro.
Claro que el fin de año es una especie de meta imaginaria, porque en realidad no pasa nada, el año se acaba el jueves y al otro día es simplemente otro viernes. Pero no es asunto menor. Sobrevivimos a los peores 366 días de los que tengamos memoria. El año estuvo marcado por un montón de cosas feas, la famosa pandemia hizo que nos encerráramos en el mejor de los casos, o que saliéramos a trabajar poniendo en peligro la vida.
Algunos perdimos empleos, familiares, amigos, conocidos, etc., Facebook se volvió un gran escaparate de esquelas, y el dolor, el desconcierto o la incertidumbre no parecían tener fin, hasta… bueno, el fin. El día en que todos los conteos vuelven a cero y, de alguna manera, estamos ante la oportunidad de volver a empezar. ¿Empezar qué? Lo que se supone va a mejorar nuestra vida, si tenemos el suficiente valor o el carácter o la constancia para hacerlo.
Y entonces viene la avalancha de propósitos: bajar de peso, hacer deporte, tomar menos alcohol, recorrer el mundo, hacernos tatuajes, encontrar el amor, tener más dinero y lo de siempre. Al parecer, todo eso ocurrirá mágicamente cuando el calendario vuelva a decir que es primero de enero. Pero a estas alturas, querido lector, alguien le tiene que decir la verdad, por duro que sea: No es tan fácil. De hecho, lo más fácil es que usted (o yo) no cumpla ninguno de sus propósitos de año nuevo, de hecho, el 20 por ciento de sus metas de año nuevo quedarán olvidadas durante la primera semana de enero, y el 80 por ciento restante se irá desvaneciendo el resto del año. No lo digo yo, lo dice la ciencia.
Entonces. ¿Vale la pena hacernos propósitos? ¿Tiene sentido este eterno “volver a empezar”? Pues yo le diría que sí, por un par de razones: la primera, porque como dice el dicho “la espezanza muere al último” y dos, porque las metas, los propósitos, nos dan pretextos para estar vivos y seguir esforzándonos. Pero ¿por qué plantearnos metas casi imposibles cada año y volver a fracasar? Bueno, en esta, su confiable Columna de los Lunes, trataremos de responder a este cuestionamiento.
En primer lugar, no seamos ilusos. Ser quienes somos en este momento, nos ha costado mucho trabajo y dinero. Nomás trate de hacer cuentas al aire de todo el dinero que ha invertido en tacos y pizzas. Bueno, pues eso no lo vamos a borrar de la noche a la mañana. En segundo lugar, téngase paciencia. Divida sus logros en metas pequeñas y disfrútelos. Yo sé que quiere bajar 10 kilos, pero si baja uno, ya solo tendrá que bajar nueve, y así aplica con todos y cada uno de esos kilos que quiere bajar. Claro, que si usted baja un kilo y lo celebra con unas chelas y unos pambazos, tal vez la meta se complique un poco.
Haga una lista, y si tiene el valor suficiente, publíquela. Tal vez así los amigos ayuden un poco a que usted cumpla con sus metas. Que sus metas se puedan medir, por ejemplo: usted quiere leer más, pero tal vez sea mejor decir “leer 10 páginas diarias”. Y a lo mejor a nadie de sus amigos le importa que se pasó media hora en el gimnasio o corrió 3K o leyó un libro entero, pero si lo pensamos, a casi ninguno de sus amigos le importa nada de lo que hace o su opinión acerca de cualquier cosa. Así que si de todos modos publica lo que sea, mejor publique sus avances y no se detenga porque a nadie le importa.
Por último, le voy a decir algo: es fin de año y por alguna razón, usted y yo estamos vivos. Muchos de nuestros conocidos, amigos, parientes y vecinos no lo lograron. Más que nunca, estamos frente a lo frágiles que somos como humanos, y más que nunca, estamos ante la oportunidad de hacer las cosas lo mejor que podamos. Haga sus metas. Cúmplalas. Disfrute el proceso. Manténgase vivo y bien. Han sido tiempos oscuros y tristes, pero no siempre lo serán. De paso, yo le cuento mis propósitos de año nuevo, son solo dos: 1) Hacer lo posible por no morir y 2) Transformar toda esta tristeza y oscuridad en algo bello. Nos leemos el lunes. Del próximo año.