El Veracruzano vive en los extremos. Un columpio cotidiano que implica picos de alegría festiva a mesetas de la desolación colectiva.
Por Veracruz pasa todo. Lo bueno y lo malo, lo trágico y lo mágico. Es el estado llave de México. Escenario de medición de fuerzas de las corcholatas que bailan al son del titiritero mayor, reguero de cadaveres diseccionados, emplayados y embovedados en camaras frigoríficas dónde el anonimato congela los cuerpos sin nombre, identidad y origen.
Los actores partidistas salen y entran de las cárceles con facilidad pasmosa y celeridad estresante que no permite el enganche de la realidad entre sus habitantes que no alcanzan a digerir que pasa con este desfile interminable de funcionarios que son atenazados o liberados sin dar tiempo al chisme cotidiano en los cafés o centros laborales.
Un ex gobernador perseguido por patrullas de la Secretaria de Seguridad Pública, encañomado por los elementos de la dependencia preventiva, pese a ser un mirrey de la política con espectaculares sembrados por el territorio veracruzano, en anuncio proselitista que indica la participación de Manuel Velasco Coello, corcholatas verde limón que le entró a la comparsa sucesoria de la cuatrote.
Aquí en este Veracruz nuestro de cada día, paisano, dónde nos desayunamos un volovan como recuerdo involuntario de la huida del último piquete de solados franceses que se perdieron de vista más allá de la última atalaya o torrejón de San Juan de Ulúa, nos acostumbramos a todo, menos a no comer, según dicho de las cocineras de La Huaca, vemos como el estado es escenario de la violencia criminal que arroja granadas de fragmentación en una colonia de Fortin de las Flores; así como somos testigos de la violencia política que lo mismo acalambra a un aspirante verde en recordatorio hostil y rupestre que aquí es territorio de Claudia Sheunbaum, que mete a chirona a un ex alcalde perredista de Ángel R. Cabada solo por demostrar que el poder es para joder, en ejercicio cotidiano del aquí no me vengan con que la ley es la ley.
Veracruz es la bisagra para el 2024. Tendrá para la eleccion del primer domingo de junio de ese año, un mercado potencial de seis millones de potenciales votantes.
Ahí la explicación de la violencia tempranera desatada por el crimen organizado. Los grupos marcan a priori territorios completos dónde serán ellos como dueños de facto de las plazas, quienes impondrán candidatos, abanderados afines, aliados por conveniencia o por miedo, da lo mismo.
Carlos Briseño Arch, obispo católico de Veracruz, dice que la Iglesia ha dejado su papel de árbitro, mediadora y bisagra en la cuatrote que se basta y se jacta de no hacer arreglos con ningún poder para hacerse de los favores del voto del pueblo bueno.
En este empalme de la violencia criminal que transmuta a violencia política, apenas es el inicio de encarnizadas batallas que se librarán en territorio veracruzano dónde el miedo, zozobra e incertidumbre serán emociones que vivan los pobladores a ras de tierra, los de a pie, mientras nuestra clase política dirima sus diferencias con la violencia en todas sus manifestaciones y acepciones.
Aquí la estrategia es primaria, de abc que recomienda: al caído, a las patadas; o lo que patentó el mafioso Pablo Escobar en Colombia: a los bandidos se les gana con más bandidos.
Esa es la matemática que veremos. Mientras que no se meten con la población civil, la voz popular indica que vamos de gane.
A ver qué trae está semana que corre.