El Estado, imperio de la violencia institucionalizada, el monopolio de la violencia legal, abrazó como una gigantesca serpiente constrictora, poderosa mazacuata verde olivo, a un brazo del otro monopolio; el de la violencia criminal que detentan los cárteles organizados.
Fue un jueves larguísimo. La moneda lanzada al aire por el ejército mexicano que buscaba cobrar una afrenta pública que humilló al pueblo uniformado el 17 de octubre de 2019, cuando la figura de Ovidio Guzmán López, jefe del cártel de Los Menores, ramal del cártel del Pacífico, se entronizó como el mandamás de esta perniciosa, erosionante y criminal narco cultura que nos agobia día a día.
Aparte del abrazo de metralla fosforescente lanzada desde un helicóptero UH-60M, llamado black hawk, que hizo llover 850 balas por segundo, disparadas desde una Vulcan M134 Minigun, que tiñó con líneas rojas la madrugada del 5 de enero la sindicatura de Jesús María, Culiacán, en versión mexicana de la llega de los reyes magos a territorio del narco, el operativo de extracción de “El ratón”, fue también un abraso de plomo puro que disparó 5 mil balas por minuto en la fría noche norteña donde la Fuerza Aérea Mexicana dio este abrazo de muerte a quien lo desafió una vez.
El estado soy yo, resonó en las frías parades del Palacio Nacional. La utopía de los abrazos transmutados en balazos quirúrgicos fortaleció hasta el tuétano a las fuerzas armadas del estado mexicano.
Una larguísima, extenuante operación quirúrgica de extracción de un joven capo treintañero que se nos recordó “la noche más oscura” donde se asesinó a Osama Bin Laden o a la ultima entrega de Top Gun gracias a la pericia de los militares de la Secretaría de la Defensa Nacional.
El manotazo fue contundente. El riesgo era alto. Si el ejercito hubiese fallado por segunda ocasión, los síntomas de debilidad de la cuatrote serían catastróficos en materia de gobernabilidad.
Se criticó mucho la falta de información de operativo, la ausencia de comunicación institucional, hasta que al mediodía el general secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval González rindió un frío resumen en el parte informativo donde no se le movió ningún músculo facial.
El saldo de este segundo Culiacanazo con marcador favorable a las fuerzas armadas y al presidente Andrés Manuel López Obrador: en la recaptura del “Ratón” murieron 29 militares y presuntos miembros de la delincuencia organizada, y 35 personas más resultaron heridas por arma de fuego.
¿Ganó el presidente? Sí. Ganaron más los militares, acojonados políticamente, achaparrados ante la opinión pública mil 176 días, desde aquel fallido Culiacanazo del 17 de octubre del 2019.
Habría que recurrir a filósofo más popular de la música mexicana, Juan Gabriel, metiéndole un brochazo a una de sus estrofas más conocidas: Dios perdona, el ejército, no.
Welcome to México, presidente Biden, recrea hoy El Universal al sintetizar en un cabezal esta tensa relación amor-odio que une a México con los Estados Unidos, vecinos distantes que se reclaman cotidianamente las 200 mil muertes por el Fentanilo que pone en las calles gringas El Ratón Guzmán y en contraparte, el cuate Marcelo denuncia que los gringos nos mandan 500 mil armas de alto poder cada año a México, universo mortal que sólo se rasura en 40 mil decomisos anuales.
Los gringos se matan solos, inyectándose, inhalando o tomando Fentanilo en sueño eterno, nosotros caemos por el plomo ardiente que sale de los AK-47 y AR-15 que tabletean los sicarios del narco.
Después de la crisis pasajera de la recaptura de Ovidio Guzmán López vendrá el lunes el lúdico espectáculo del Air Force One tomando pista en el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles de la CDMX, orgullo de la cuatrote.
El avión que transportará al presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, un Boeing 747-200B de más de 70 metros de largo, 19 de ancho y casi 60 metros de envergadura (de un extremo a otro de las alas), cuesta la friolera de 3 mil 200 millones de dólares.
Ojalá que aterrice bien y no se le atraviese un perro callejero o tropiece con un puesto de tlayudas, sensación oaxaqueña premier en el AIFA. Sería una humillación para este armatroste habilitado para resistir hasta una conflagración atómica.
Serán días de vino y rosas para el canciller mexicano, quien recibirá a Joe Biden y Justin Trudeau, una faena completa iniciada con la no extradición fast track de Ovidio Guzmán López hasta los oficios diplomáticos a desplegar en esta cumbre de mandatarios de América del Norte.
A menos, claro, que suban a doña Claudia en traje sastre austerísimo y cola de caballo a entregarles las llaves de la ciudad.
Habrá que seguir las cámaras del El Centro de Producción de Programas Informativos y Especiales (CEPROPIE) para cerciorarse que instrucciones recibirán los camarógrafos.
En tanto, el monstruo de mil cabezas del narco, buscará otro liderazgo que, a estar horas, alguien, sus hermanos Edgar o Griselda Guzmán López, o sus medios hermanos, Jesús Alfredo o Iván Archivaldo Guzmán Salazar, deben estar tomando la estafeta en esta historia sin fin.
@ManoloVictorio.