Por: Edgar Sandoval Pérez
@EdgarSandovalP
La condición socioeconómica en el país no ha tenido una mejoría absoluta en términos reales en los últimos 40 años, si bien presenta una mejoría relativa, la cual viene de factores coyunturales y evolutivos de la propia inercia económica, la realidad es que las acciones gubernamentales fueron de carácter contentivas y no evolutivas, viéndose reflejado en los niveles de pobreza que no han descendido por dichas acciones.
Algunos, dirán que es culpa de la población, haciendo énfasis en que la tasa de crecimiento poblacional es mas alta que la del crecimiento económico, lo cual se traduce en que económicamente cada vez es mas complicado satisfacer las necesidades económicas de una población que crece a un ritmo mayor. Sin embargo, esto no es así, por el contrario, una mayor población implica una posibilidad de crecimiento económico más rápido a través del bono demográfico, y de políticas económicas ad hoc a las necesidades presentes, lo cual, en términos reales no se ha aplicado desde de los años setenta, ocasionando una desaceleración en el crecimiento económico, lo que nos lleva al cambio de modelo económico, que si bien era necesario, no debía ser tan mal planificado y menos ejecutado como se dio, lo que significó un costo de oportunidad enorme y que hoy en día se sigue pagando con los niveles de pobreza y desigualad que aún no se logran reducir.
Estos dos puntos son un problema medular en toda sociedad, y tienen básicamente dos orígenes, uno con más impacto que otro, el primero obedece a factores personales, que van desde las decisiones que tomamos hasta las externalidades o como comúnmente llamamos a la suerte. El segundo obedece a las condiciones que generan los gobiernos, y es ahí donde si hay un impacto más significativo, porqué la toma de decisiones de los gobernantes impactan en las generaciones de manera muy pronunciada, el ejemplo se ve en la década de los setenta con el sexenio de Luis Echeverria y López Portillo, donde su mala administración impactó gravemente en la década de los ochentas y después en los noventas, marcando una generación que no se pudo desarrollar de manera optima generando de esta manera una enorme desigualdad y una desaceleración en la reducción de la pobreza.
Con las políticas gubernamentales de corte más liberal se vieron resultados en los controles financieros que eran sumamente necesarios, si generaron desequilibrios en el ritmo de crecimiento y desarrollo, tambien tuvieron efectos positivos de contención en la inflación y en la paridad cambiaria que se mantenía de manera artificia. Con ello, empezaron a cobrar relevancia los temas salariales por los ajustes en términos de ingreso gasto, con lo cual, los salarios mínimos pasaron de ser parámetros de defensoría sindicales a parámetros de indicadores económicos que hoy en día siguen representando un margen de ingreso sobre línea de pobreza, y que no necesariamente implica crecimiento y desarrollo económico.
Un aumento salarial solo función para reducir la pobreza y desigualdad cuando se hace de manera integral con otras políticas que focalicen el problema, para que se equilibren las diferentes variables. A la par, estas políticas deben funcionar de manera transexenal porqué si no, se pierde continuidad y el costo de oportunidad se vuelve más grande., por ello, elegir gobernantes con buenas capacidades se vuelve indispensable para no repetir los errores del pasado, y volver a condenar otra generación.