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Edgar Sandoval Pérez

Apuntes Económicos

El Nobel de Economía 2025 y la destrucción creativa mexicana

14/10/2025 04:22 p.m.

El Premio Nobel de Economía 2025 fue otorgado a Philippe Aghion, Peter Howitt y Ufuk Akcigit, tres economistas que retomaron la vieja idea de Joseph Schumpeter sobre la destrucción creativa, pero la convirtieron en un modelo empírico que explica el crecimiento moderno. Su aportación, de naturaleza dinámica y profundamente estructural, consiste en demostrar que el progreso económico no se sostiene sobre la acumulación estática de capital, sino en el flujo continuo de innovaciones que destruyen los viejos equilibrios para crear nuevos sectores, empleos y oportunidades.

La innovación, en esta perspectiva, no es una consecuencia del desarrollo, sino su motor. Aghion, Howitt y Akcigit documentaron que las economías que permiten la entrada de nuevos competidores, que protegen la propiedad intelectual y que toleran la experimentación, logran mantener tasas de crecimiento más estables y resilientes frente a los choques externos. La clave, según ellos, no está en proteger a las empresas grandes o en subsidiar industrias maduras, sino en facilitar la competencia, el aprendizaje y el riesgo calculado. Su teoría explica por qué Estados Unidos o Corea del Sur logran reinventarse cada década, mientras otros países quedan atrapados en la inercia de la imitación.

México, en ese sentido, encarna con claridad la paradoja del desarrollo intermedio. Es un país con empresas competitivas en sectores globales, pero con una estructura productiva que depende más del ensamble que de la invención. Apenas se invierte el 0.3 % del PIB en investigación y desarrollo, una cifra insignificante frente al promedio de la OCDE, que ronda el 2.7 %. Esa distancia no es solo estadística: significa que gran parte del crecimiento mexicano se sostiene sobre la capacidad de integrarse a cadenas productivas diseñadas en el extranjero, no sobre la generación local de conocimiento o tecnología.

La teoría de Aghion y sus colegas también ilumina la raíz de nuestros problemas de productividad. Cuando la competencia se bloquea por monopolios o privilegios regulatorios, la innovación se frena. Y cuando las instituciones castigan el fracaso más que premiar el intento, los emprendedores se retraen. En México, muchas políticas económicas siguen atrapadas entre el proteccionismo industrial y el asistencialismo social, sin que exista una visión clara sobre cómo construir un ecosistema que fomente la innovación endógena.

La llamada destrucción creativa, que tantos temen por sus efectos inmediatos, es en realidad el proceso mediante el cual las economías se actualizan. En México, ese fenómeno ya está en marcha, aunque de manera desigual. El nearshoring está provocando la reconversión de regiones completas; la transición energética exige nuevas capacidades técnicas y la automatización está modificando la estructura del empleo. Pero sin una política pública que acompañe esa transformación, el país corre el riesgo de vivir una destrucción sin creatividad: pérdida de empleos sin generación de nuevas industrias, competencia sin financiamiento, y movilidad sin movilidad social.

El reto no es detener el cambio, sino conducirlo. Aghion insiste en que los Estados modernos deben ser socios de la innovación, no sustitutos de ella. Eso implica un nuevo pacto fiscal y productivo: simplificar trámites, garantizar acceso a crédito para startups, fortalecer la vinculación entre universidades y empresas, y crear incentivos que premien la productividad, no la supervivencia. En el caso mexicano, ello requiere abandonar la visión cortoplacista del gasto público orientado al consumo y redirigirlo hacia inversión tecnológica e infraestructura educativa.

El Nobel de este año es un recordatorio de que las economías más avanzadas no son las que más crecen, sino las que mejor se reinventan. Y en esa tarea, México tiene una oportunidad histórica. El talento existe, los recursos están, la ubicación geográfica es privilegiada. Lo que falta es la decisión de romper los equilibrios cómodos que mantienen al país en un crecimiento de baja intensidad. La destrucción creativa no es una amenaza; es una invitación a construir un modelo de desarrollo que no tema al cambio, sino que lo provoque.

@EdgarSandovalP
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