¿Cómo podré entonces alimentar al pueblo?
Suetonio cuenta que un hombre se dirigió́ al emperador Vespasiano, diciéndole que había inventado un dispositivo para transportar columnas al Capitolio (la ciudadela de Roma), a un costo relativamente bajo. Transportarlas desde las minas hasta Roma, implicaba la mano de obra de miles de personas, lo que suponía un gran gasto para el gobierno. Vespasiano se negó́ a utilizar la innovación, y declaró: ¿cómo podré entonces alimentar al pueblo?
Y es que el cambio tecnológico normalmente es un reto para todas las naciones, porque, aunque parezca lo contrario, no es positivo, o al menos no de manera inmediata, o en el corto plazo, ya que este proceso de destrucción creativa conlleva un sacrificio en cuestiones como el empleo y la producción en las empresas, que ahí sí, de manera inmediata, las personas se quedan sin ingreso y no pueden cubrir sus necesidades básicas, lo cual es un problema que ningún gobernante quiere tener.
Los resultados de la implementación tecnológica se ven en el mediano o largo plazo; esto no quiere decir que no se debe generar o introducir la tecnología a la actividad económica, por el contrario, hay que incentivarla y acelerarla pero debe ser de manera conductual, planificada, ordenada y libre de vicios, ya que de esta forma permitirá que no haya afectaciones en los sectores estratégicos para el gobierno y no se dejen a las personas sin empleo, a las empresas sin producir y a las familias sin consumir.
Otro de los factores más importantes de un país, son las instituciones: un país con instituciones fuertes permite dos cosas, un buen crecimiento económico, por un lado, y por otro lado una fortaleza social, las cuales de manera integrada generan un beneficio amplio en las condiciones de vida en las personas ya que así tendrán dinero en sus bolsillos y habrá amplias opciones de compra en diversos productos y servicios, lo cual les generará un mayor nivel de bienestar.
Para el caso mexicano vemos instituciones muy fuertes y que generan equilibrio de poderes, como por ejemplo el INE siendo una institución formal que tiene una conducción con base en ciertos criterios preestablecidos que le permiten tener un funcionamiento confiable y reconocido. Sin embargo, esto no lo exime de ser perfectible y de que, al modificar ciertos criterios, además de dar certeza den inclusión.
O vemos instituciones informales como el poder empresarial ejemplificado en su momento por Alberto Baillères, que valiéndose de dicho poder financia actividades que van en detrimento social como por ejemplo la tauromaquia y maltrato animal, siendo una actividad que no es rentable económicamente, la generación de empleos friccionales es mínima y perfectamente trasladable y sólo produce aspectos negativos a la sociedad y que de manera generacional ya es rechazada.
Lo que nos lleva a la integración de estos dos aspectos: la tecnología por un lado y el fortalecimiento institucional por otro, ya que la tecnología brinda esa opción de inclusión y masificación, dotando de conocimiento para la reflexión y posteriormente toma de decisión, haciendo a las instituciones tanto formales como informales más eficientes, equilibradas y de responsabilidad social. Por el lado, las instituciones fuertes permitirán conducir los avances tecnológicos de manera ordenada y sin explotación para beneficio de un solo sector, sino que sea de beneficio general y equilibrado, sin detener el crecimiento, generando riqueza y bienestar para toda la población.