A lo largo de la historia hemos tenido diferentes modelos de acción económica y social, mejor conocidos como modelos socioeconómicos, los cuales están sujetos a las condiciones y al momento histórico que se vive, teniendo diferentes fases, como cuando permeaban las sociedades monárquicas, inclusive con diferentes fases de la monarquía. Posteriormente pasamos a un liberalismo económico y social muy amplio, inducido principalmente por el liberalismo inglés y francés, que marcaron el rumbo sobre el comportamiento socioeconómico de aquella época, y posteriormente caímos en el socialismo, donde la administración de los recursos y factores de la producción, quedaron en control total del Estado.
Cada uno de estos momentos fueron demarcaciones y muestras del comportamiento de la sociedad con lo cual las modificaciones a un modelo diferente obedecen precisamente a eso, a un desgaste de cada modelo, siendo la misma población la que demanda un cambio de paradigma.
En el caso particular mexicano podemos ver cómo al estar sumergidos en un periodo postrevolucionario, caracterizado por una depresión económica severa donde la economía estaba quebrada y no había condiciones para el desarrollo laboral, se optó por modificar el modelo económico.
Identificándolo en un periodo de tiempo comprendido de 1936 a 1982 siendo el desarrollo del modelo de sustitución de importaciones, caracterizado por una amplia participación empresarial por parte del Estado donde se tenía empresas de prácticamente todo, cines, bicicletas, hoteles, etcétera. Durante este periodo, la economía era en su totalidad controlada por el centro, es decir por la federación, estando centralizada en su totalidad.
Dentro de las bondades que se presentaron en ese modelo fue un aceleramiento en la construcción de la clase media del país, ya que al haber muchas empresas del gobierno, había mayores posibilidades laborales, aunado de la gran explotación de políticas fiscales expansivas, donde se aceleró la producción de sectores como la vivienda, donde se brindaron grandes facilidades para que toda persona tuviera su propio hogar, detonando así el crecimiento de este sector, y a su vez una activación acelerada de la economía.
Como parte negativa, fue que las empresas administradas por el Estado empezaron a caer en una severa improductividad, quedando sumamente rezagadas, por lo cual empezaron a presentar pérdidas, las cuales tuvo que absorber el Estado, lo que provocó que tuvieran que irse endeudando para hacer frente y no cerrarlas. A la par, al tener todos una sensación de bonanza económica, los precios tendieron a subir, lo que iba provocando espirales inflacionarias que sumado a la deuda pública cada vez más grande, llevo al país al crack de la década perdida de los 80.
Esta relatoría es la parte medular del centralismo económico en un país y su funcionamiento, ya que nos presenta que cuando un Estado, en este caso el Estado mexicano, planifica de forma total el funcionamiento de la economía, marcando los lineamientos de su operatividad, aunque su principal intención sea apoyar los sectores más vulnerables, normalmente acaba siendo todo lo contrario, ya que el Estado pasa de estar en equilibrio a un direccionamos, donde le dará prioridad a un sector sobre otro, creando serios fallos de mercado, que de no atenderse de forma correcta provocaran efectos en la economía.
Esto no quiere decir que el Estado no debe participar en el quehacer diario de la economía, por el contrario, es necesario que el Estado intervenga cada vez más en la economía, pero no como creador, sino como regulador; brindando las condiciones idóneas para el desarrollo económico, delimitando los poderes fácticos que pueden llegar a ejercer ciertas empresas, con lo cual la participación estatal se vuelve medular.
Si bien la economía de libre mercado nos otorga libertades, en el quehacer económico nacional, siempre será mejor contar con una regulación económica equilibrada en función del momento histórico que se vive, que estar a la merced del mercado.