¿Quieres conocer las prioridades de alguien? Fíjate en qué gasta.
La polaridad que se vive en México es un asunto que tiene un origen económico, pero que se ha vuelto en palestra política, ya que la forma para mejorar las condiciones de la población es diferente en cada actor político, por lo cual, llegar a un consenso, formular y aplicar políticas públicas funcionales, además de volverse en una tarea titánica, se convierte en un fracaso anunciado.
Con el paquete económico para el siguiente año, vemos que el rubro de las pensiones es el más alto, lo cual se vuelve un arma de doble filo, ya que por un lado tenemos un apoyo a los adultos mayores (que cada vez son más y cada vez menos tienen dinero para su retiro) lo cual los dota de una seguridad económica y todo lo que eso representa, pero por otro lado reduce significativamente el presupuesto disponible para invertir en infraestructura, lo cual, no sólo genera empleos y desarrollo mediante la realización propia, sino que atrae inversión por su nivel de conectividad y desarrollo, como es el caso de algunas entidades federativas, que su atracción de capitales y desarrollo se debe a su capacidad en autopistas, puertos, seguridad, capital humano, etcétera.
Tradicionalmente y de forma intuitiva se asume que, al crecer la economía nacional, se genera mayor riqueza y bienestar social en la población, esto debido a que se aumenta la producción, hay más trabajo, al tener trabajo las personas tienen dinero para consumir bienes y servicios aumentando así la producción, y de paso se generan impuestos, derechos, explotaciones y aprovechamientos económicos que forman ingresos para el Estado, con lo cual, este último dotará de mejores servicios a la población. Sin embargo, esto no siempre aplica, ya que el generar más riqueza, no significa que esa riqueza se distribuya de manera eficiente en toda la población, mejorando sus condiciones de vida.
Actualmente se tiene la política de transferencias sectoriales, tradicionalmente se considera estas acciones como un gasto social, que se agrupa en el gasto corriente y no de inversión, por lo cual, del gasto social no se tendría ninguna recuperación económica -al menos en teoría- pero, se espera si mejore su desarrollo humano con dichas transferencias, es decir, si las personas en condiciones de precariedad obtienen un ingreso extraordinario, significaría la posibilidad de acceder a más bienes y servicios con el recurso recibido, teniendo de esta forma una mejor calidad de vida. Sin embargo, esto no necesariamente se traduciría en crecimiento económico, dada la posibilidad del aumento en el consumo, a lo mucho se podría ver una mejora en la reducción de la desigualdad.
El escenario de la economía mexicana, como el de gran parte del mundo, es muy cambiante, y ese cambio está conformado por una combinación de factores, pero principalmente por dos.
El primero obedece a la visión del gobernante en turno (política fiscal expansiva o contractiva, mediante gasto focalizado). Por lo cual, la forma de ver y resolver la problemática implica un gran porcentaje en la formulación, ejecución y éxito de las políticas. No es complicado entender que el discurso político, pero sobre todo la acción política y económica debe ser crecer y subsidiar, suena contradictorio desde la raíz, pero hay modelos como el de la industria naciente que lo permite, sin embargo, muy probablemente si implicara sacrificios como modificar la edad de jubilación.
El segundo está en el escenario económico internacional (Interacción comercial, finanzas internacionales), al ser una economía con gran participación hacia el exterior, se vuelve indispensable que nuestro enfoque de crecimiento contenga la variable en las exportaciones e importaciones, así como en el trato de la transferencia tecnológica y el flujo de capitales.