Esta última semana llegó la noticia de que René Gavira Segreste, exdirector de Administración y Finanzas de Seguridad Alimentaria Mexicana (SEGALMEX) se entregó ante el evidente caso de corrupción en tal institución. Hay que recordar que uno de los mentores del presidente de la República era el director general de SEGALMEX, Ignacio Ovalle Fernández, quien no ha sido tratado igual que Gavira.
Y es que, en su momento, AMLO dijo que Ovalle Fernández fue engañado por “la mafia del poder” que estaba a su alrededor. Asimismo, aclaraba que no creía que él pudiera hacer algo así, pese a sus antecedentes con gobiernos corruptos y de la compra de leche radiactiva en su paso por CONASUPO. Aun así, López Obrador defiende que en su administración hay cero tolerancia a la corrupción.
Los medios de comunicación y, en especial, la oposición denuncian que en la Cuarta Transformación de López Obrador sigue existiendo la corrupción. Sin embargo, el titular del ejecutivo lo minimiza, como siempre, alegando, en pocas palabras, que los de antes robaron más y que, en su caso, solo ha sido SEGALMEX y ninguno otro.
De igual forma, se jacta en decir que este incidente no quedara pendiente y que las autoridades correspondientes harán el trabajo necesario para aclarar el asunto. No olvidemos que SEGALMEX es tan solo el principal caso de corrupción de la 4T, sin embargo, López Obrador finge no recordar otras cuestiones ventiladas vinculadas, precisamente, con corrupción en su gobierno.
La prensa ha identificado que el caso SEGALMEX reporta, al menos, irregularidades por 9 mil 500 millones de pesos, lo cual, fue expuesto por la Auditoría Superior de la Federación desde el 2020 y, hoy, en 2023, sigue sin aclararse del todo. Es más, Ovalle continúa integrando el equipo de López Obrador, pero, ahora, como coordinador del Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal (INAFED).
Tal movida nos hace rememorar la política mexicana de antaño, en donde cuando alguien fallaba y era evidenciado de forma pública en los medios de comunicación, la solución era borrarlo de escena, pero no dejarlo fuera de la jugada. Ya sea que aislaran al individuo en algún puesto diplomático o, en dado caso, solo cambiara de oficina, tal vez, a una en donde no estuviera tan expuesto. Esas viejas prácticas siguen tan vivas el día de hoy, aun con la 4T.
López Obrador pone como excusa que es el único caso de corrupción de su sexenio, pero la realidad es que han existido más escándalos de ese tipo, lo diferente es que SEGALMEX es uno de los más graves, mas no es el único.
No podemos olvidar los sobres amarillos de Pío López Obrador, su hermano; ni tampoco, los contratos millonarios de Felipa Obrador con PEMEX que, al ser expuestos al ojo público, se rescindieron, pero ¿Qué hubiera pasado si la ciudadanía no se entera? ¿Por qué, en un principio, esos contratos siguieron adelante a pesar de lo que implicaban?
Tampoco podemos dejar en el olvido la famosa “Casa gris” de Houston, en la que vivía el hijo de AMLO, José Ramón López Beltrán, la cual, estaba vinculada con contratos petroleros, pues era propiedad de un ejecutivo de Baker Hughes. Asunto que divulgó el medio Latinus en conjunto con Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI).
Que, dicho sea de paso, a consecuencia de este tipo de reportajes, periodistas como Loret de Mola han sido atacados fuertemente desde las mañaneras presidenciales e, incluso, han sido vigilados y han sido exhibidos sus datos personales que deberían estar protegidos.
Así como también, otra de las medidas gubernamentales ha sido alegar que se pagan por esos reportajes y que el dinero viene del extranjero y de los opositores. El señor presidente piensa que el trabajo periodístico y de investigación se hace de forma gratuita y sin ningún tipo de recurso. Además, sin importar de cuál organización provenga el trabajo, de todas formas, siempre lo desacreditará si no coincide con su propia visión.
Ahora bien, no se puede pasar por alto el escándalo de corrupción que se dio desde el programa “Sembrando vida” en el que se favorecieron a los vástagos de López Obrador para su finca y su chocolate “Rocío”. Cuestión que fue documentada por los medios de comunicación.
Todo ello desagrada al presidente, con lo cual, alega y repite que solo quieren desacreditarlo y que no es cierto, pero ¿Cómo confiar después de ver el enriquecimiento de sus hijos y familiares? ¿Cómo fiarse después de ver la forma en que se favorecen a sus cercanos? ¿Cómo creerle cuando se declara de clase media con un salario presidencial? Cómo creerle si… Aquí, agregue un largo etcétera.
Sí, los de antes robaban, pero los de hoy también, eso es lo que olvida mencionar el presidente o, más bien, lo que quiere ocultar. Pretende taparse los oídos y los ojos para no ver, no escuchar, no saber y, por supuesto, no reconocer. Mientras tanto, la corrupción sigue viva y continúa siendo alimentada desde la presidencia.