Este jueves, el presidente, una vez más, hace gala de su desprecio por la libertad de prensa y por la seguridad de quienes tienen tal profesión. Lo anterior porque en una de sus conferencias mañaneras no solo reveló un cuestionario que le hicieron llegar del New York Times, sino también el número de contacto de la periodista que le dirigía la misiva.
Todo indica que el titular del ejecutivo buscaba blindarse ante otro reportaje que lo vinculara con el crimen organizado, ya que, hace poco, salió a la luz uno que denunciaba su relación con líderes de cárteles en su campaña de 2006, ahora, la información es sobre su última campaña.
López Obrador se quejó de que le enviaron al titular de comunicación social un cuestionario con difamaciones, el cual, tenía un carácter “prepotente”, además de que asegura que se le planteaba un “ultimátum”. ¿Por qué dice esto el gobernante?
Bueno, para empezar, afirma que todo sobre lo que le preguntan son calumnias, pero como el escrito mencionaba que tenían una fecha límite para poder incluir sus declaraciones en el reportaje, él lo tomó como que lo estaban presionando a responder.
Aunque el presidente piense que le enviaron estas interrogantes para presionarlo, la realidad es que solicitar que una de las partes implicadas brinde un posicionamiento es totalmente normal en el periodismo. De hecho, también es común que se cuente con una fecha límite para incluir las declaraciones solicitadas, ya que no esperarán por siempre a que se responda.
El periodismo responsable consulta diversas fuentes y, sobre todo, intenta recolectar el posicionamiento oficial de las personas involucradas. Con ello, se brinda la oportunidad de esclarecer las cosas y, a su vez, se notifica la información que se posee.
Asimismo, hay que aclarar que, en estos tiempos, las comunicaciones son muy rápidas debido a la inmediatez que permite la tecnología. Por ello, los medios pueden informar de manera expedita. Ante esto, es comprensible que se cuente con una fecha límite para publicar y no debería tomarse como “ultimátum” el establecimiento de esta.
Lo problemático en este caso es que, si bien la fecha límite es normal, pues el periodo, al parecer, fue muy corto. Así, con la negativa del presidente de contestar por la misma vía, al preferir sacarlo en su mañanera, el New York Times decidió liberar el reportaje más tarde.
Pese a que el presidente insiste en que le levantan falsos, el reportaje aclara que se construyó con testimonios de personas que tenían conocimiento de la investigación que llevaba a cabo Estados Unidos. En ese mismo sentido, aclara que nunca se comprobó una relación directa entre el narcotráfico y López Obrador, sino solo con sus individuos cercanos.
Aunado a ello, otra de las aclaraciones que hace el reportaje es que los testimonios no pueden ser comprobados de manera completa y que, incluso, en ocasiones son incorrectos. Asimismo, se agregó lo declarado por el presidente en su mañanera.
Con la revelación que hizo AMLO en su conferencia del jueves, también compartió el número de contacto que le dejó la comunicadora que le envió el cuestionario. Si bien se especula sobre que es su teléfono de trabajo, aun si fuera el personal, al presidente no le importaba compartirlo, aunque, eso significara ponerla en riesgo, cuestión que para él es menor.
La solución del ejecutivo fue que, si se sentía en peligro, entonces cambiara de número de celular. De esta manera, asumió que el hacer público este dato era parte de “los gajes del oficio” del periodismo, porque publicar datos personales de quienes considera sus enemigos o adversarios es correcto.
No es la primera vez que comparte datos de periodistas, ya lo ha hecho con Loret de Mola y también se cuenta con la filtración de datos de quienes cubren las mañaneras, cuestiones que ha minimizado. Es más, en sus últimas declaraciones ha dicho que su autoridad moral y su dignidad están por encima de cualquier ley. Me recuerda a “el Estado, soy yo” y a los tiempos del presidencialismo mexicano.
Este fin de semana se filtró el teléfono personal de uno de los hijos de AMLO, así como el de la candidata presidencial de MORENA, Claudia Sheinbaum. El primero ha asegurado que es una estrategia de venganza por este tema y la segunda ha declarado que le llegan mensajes de odio.
Tanto el presidente como su hijo justifican la revelación de datos de quien se dedica al periodismo, pero no la de su familia, puesto que consideran que López Obrador fue directo contra el sujeto en cuestión y no con sus familiares.
José Ramón López se siente acosado y asevera que él quiere mantener su vida en privado porque no es periodista ni político, ¿qué le hace pensar que quien tenga otra profesión no quiere exactamente eso? En especial, quien se dedica a informar de forma profesional y, sobre todo, cuando sus ingresos no vienen del presupuesto público, como es el caso de él y su familia.
De igual manera, se reveló el teléfono celular de la candidata de la oposición, Xóchitl Gálvez. Lo curioso es que, al parecer, se divulgó en redes sociales a través de un usuario que publica en favor del oficialismo. En tanto, el morenismo acusa que, desde cuentas de la oposición, se viralizaron los números de diferentes líderes del partido guinda.
México no es un lugar seguro para ejercer el periodismo, en especial, en algunas entidades como Veracruz y, aun con esto, se sabe que al presidente le importa poco este hecho, es más, es uno de los personajes que colaboran a su persecución.