Este 8 de marzo se conmemoró el Día Internacional de la Mujer y, en México, como cada año, la ola violeta se dejó ver en las diferentes ciudades. En la capital del país, marcharon más de ciento ochenta mil mujeres en múltiples contingentes porque, de entrada, los feminismos son diversidad.
El gobierno morenista blindó los alrededores del Zócalo capitalino a causa de la marcha, puesto que el presidente aseveró que, en este reclamo, se infiltran personas encapuchadas para destruir el mobiliario público. Pese a esto, hay que destacar que las fuerzas de seguridad pública estuvieron decomisando desde latas de aerosol hasta otro tipo de cosas que pudieran servir para el “vandalismo”.
En la capital veracruzana se replicó este modelo, pues como cada 8M, las instalaciones de Seguridad Pública en el centro fueron “protegidas” con tablones de madera, así como diferentes comercios del primer cuadro de la ciudad.
Ahora bien, hay que saber diferenciar el vandalismo de la iconoclasia, el primero se refiere a los actos de destrucción de propiedad, ya sea pública o privada sin razón alguna. La iconoclasia es una corriente muy antigua que comenzó con la destrucción del culto a imágenes sagradas y como rebeldía ante las autoridades. No obstante, hoy en día, implica sí la destrucción de símbolos y monumentos, pero con una finalidad ideológica o política, es decir, con un propósito.
La iconoclasia que puede verse en las marchas de este día no es una muestra de irracionalidad, sino, más bien, es una reacción y protesta a la complicidad y a la falta de acción de parte del gobierno ante los crímenes contra las mujeres. De antemano, no podemos olvidar que las revoluciones tuvieron que emplear este tipo de manifestaciones para ser escuchadas.
Después de años de violencia contra las mujeres, aún a pesar de que nuestros derechos están consagrados en diferentes leyes, no pueden esperar que se responda con un abrazo o con el silencio, no es un ataque, es una defensa, es una protesta porque nuestras bocas no se quedarán calladas nunca más.
Hay que recordar que cuando los colectivos y grupos de familiares de personas desaparecidas tomaron el centro de Xalapa y el Palacio de Gobierno, de forma pacífica y buscando el diálogo, fueron totalmente ignorados y el gobernador prefirió posar en fotografías en un evento. No fue hasta que cerraron los accesos a la ciudad y ejercieron más presión cuando el ejecutivo estatal decidió darles una cita y ofrecerles promesas que, hoy en día, no ha cumplido.
En esta marcha, se armó un revuelo mediático que dividió las opiniones de la gente y me refiero al momento en que un joven en motocicleta quería pasar a través de la marcha para, supuestamente, llegar a su hogar porque era “el único camino”. Al final, todo terminó en agresiones y con este hombre detenido. La ciudadanía se ha dividido entre quienes lo apoyan presumiendo legítima defensa y quienes no.
La cuestión es que la marcha del 8M no es algo improvisado, se prepara y se anuncia con mucho tiempo de anticipación. De hecho, se organizan contingentes y diversos grupos y colectivos participan. Entonces, ¿cuál es la necesidad de a la fuerza pasar por la marcha? ¿Por qué no respetar un espacio que se busca sea seguro para las mujeres? ¿En verdad, no hay otra forma de llegar a tu casa?
Muchas personas argumentan que le limitaron su libertad de tránsito, que el pobre hombre quería llegar a su hogar y que solo las hacía a un lado con su mano, pero no aclaran que se le solicitó retirarse y que intentaba pasar a pesar de que la zona estuviera acordonada.
¿Por qué cuando hay desfiles o carnavales no argumentan que les limitan su libre tránsito? Tanto en la ciudad de Veracruz como en la de Coatzacoalcos, cuando hay carnaval, se cierran las calles y no hay manera de pasar por estas vías. En Xalapa, cuando hay desfiles conmemorativos o navideños, no se puede pasar sin importar si vives en ellas. A mí me ha tocado esperar que un desfile termine para poder llegar a donde vivía antes.
Cuando viene de visita el papa a la Ciudad de México o hay conciertos, ahí tampoco importa si cierran las calles e incluso estaciones del metro, ahí no hay un señalamiento de violación de derechos. También me tocó, en una visita del papa, tener que caminar muchas cuadras para llegar a donde vivía en la capital del país porque no había ni metro, ni combi, ni microbús que pudiera pasar.
Además, hay gente a la que solo les gusta destacar los daños que la marcha provoca, ya sean físicos o al tiempo, pero no hablan de lo que esta implica, de la unión, el reclamo, la protesta, el grito, la sororidad. Asimismo, tampoco comparten que hay numerosas formas de intervención, de denuncia y de terapia colectiva.
Las verdaderas feministas no han muerto como algunos piensan, seguimos aquí, somos diversas. Es mentira que ya hay igualdad y equidad, porque en las leyes lo dice, no sirve de nada tener letra muerta, si no se vive en la realidad. Es más, aún hoy, hay zonas donde ni siquiera los derechos de las mujeres están en la letra.
Dicen que no son las formas, sí, no son las formas de que maten a tantas mujeres a diario; sí, no son las formas de que nos acosen en la calle; sí, no son las formas de que la carga mental de los hogares y las tareas de cuidado recaigan en nosotras. Sí, tampoco son las formas de que tantas mujeres vivan violencia en su día a día; sí, no son las formas de que sexualicen, violen, secuestren, desaparezcan, trafiquen, comercialicen y maten a las mujeres. Claro, no son las formas.