Arturo Reyes Isidoro
Termina el fin de semana y prácticamente el mes de octubre. El próximo miércoles estaremos ya en noviembre y nos pondremos a solo siete meses de las elecciones del 2 de junio de 2024.
Obviamente, con todo y cambio que habrá de presidente del país, me interesa el cambio de gobernador.
En la columna de ayer comenté que estamos en la antesala de la posibilidad de que gobierne Veracruz por primera vez una mujer, que además es zacatecana de origen.
El próximo lunes se despejará la duda si Morena llevará como candidata a Rocío Nahle. Solo le veo compitiendo, en serio, a Manuel Huerta.
(El operador de lujo de ella ha sido Juan Javier Gómez Cazarín, aunque supo guardar las formas para no incurrir en una violación a las reglas que se fijaron, pero en privado llevó la batuta.)
En el imaginario popular hay la creencia de que será ella por imposición del presidente Andrés Manuel López Obrador, solo por eso.
Pienso que el exdelegado de Bienestar se alzaría con el triunfo si en la encuesta decisoria arrasa y no deja dudas de que tiene la simpatía popular a su favor.
Ya solo es cuestión de horas para saber el rumbo que tomarán las cosas en el partido en el poder, a partir de que definan quién los abanderará.
Oteando el panorama general electoral, cada vez más veo inminente que, sean quien sea su candidato, Morena retendrá la gubernatura.
Tiene todo a su favor, incluso la colaboración voluntaria o involuntaria de los partidos de oposición, con excepción de Movimiento Ciudadano.
Bien que mal, con sus asegunes, prácticamente el domingo Morena concluye su proceso interno de selección del candidato.
Aparte de la ventaja de tener todas las condiciones y los recursos a su favor, también le lleva ventaja en tiempo a la oposición.
A solo siete meses de las elecciones, es la hora en que los opositores no se ponen de acuerdo para formar un frente amplio, una alianza, la única forma de ser competitivos.
Lógicamente, si no tienen el 1, no pueden pasar al 2, a tener el candidato, hombre o mujer, que los represente, aunque se mencionan nombres.
Pero para el columnista hay elementos para ir pensando ya en una derrota de la oposición o en un triunfo del partido oficial, desde la óptica que se le quiera ver.
Por la información que tengo debido a testimonios de actores de primera mano, que escucho, que leo, lo mismo al PRI que al PAN y que al PRD los ahoga la división interna.
En el PAN es donde están más cohesionados y pueden salvar de alguna manera sus diferencias, aunque las tienen. Es el partido más sólido y con más estabilidad.
Pero semanas atrás, el fallido excandidato a la gubernatura Miguel Ángel Yunes Márquez se reunió en la CDMX con el dirigente nacional Marko Cortés para hablar sobre el caso Veracruz.
Ya en el transcurso de unos brindis, con la actitud que lo caracteriza, le advirtió que ni se le ocurriera querer postular a Julen Rementería porque entonces los Yunes se le irían con todo en contra.
Tal vez ayudará a salvar la situación el hecho de que el coordinador de la bancada del PAN en el Senado está en una actitud de negociar para unir, pero ahí hay una división latente.
La cosa está más seria en lo que queda del PRD, donde es insalvable la división entre el grupo del dirigente Sergio Cadena y el del exdirigente Rogelio Franco.
En realidad, el ex preso político le quiere quitar el control y el poder al otro para su provecho personal, el mismo caso de quienes lo apoyan como Arturo Herviz Reyes y Yazmín Copete Zapot.
En realidad, se disputan el botín económico que todavía representan esas siglas, para nada el deseo de servir o para fortalecer y adecentar la democracia.
Por ejemplo, la señora Copete Zapot no le perdona a Cadena que la destituyó como representante ante el OPLE donde cobraba 70 mil pesos mensuales.
Franco tiene delirios de cacique político y quiere decidir y controlar todo en su partido, quizá porque cree que todavía está en la Secretaría de Gobierno y que es otra versión de Miguel Ángel Yunes Linares.
Pero Cadena no canta mal las rancheras e incluso llegó a negociar y a entenderse con Eric Cisneros, quien hasta le impuso personal en su dirigencia y le ordenó despedir otro, todo con tal de conservar prebendas.
Ahí ni a cuál irle. Tan malo el pinto como el colorado.
Y en el PRI se traen un verdadero desmadre, de todos contra todos, con una nueva dirigencia verdadera caricatura de dirigencias que hubo en el pasado con autoridad y con solvencia.
Un desayuno ayer de Adolfo “Fofo” Ramírez y Lorena Piñón con un grupo de periodistas-columnistas los pintó de cuerpo entero.
Se supone que llegaron a la dirigencia en un momento crítico cuando se debe privilegiar el diálogo, el acercamiento, la negociación, el entendimiento. En dos palabras, unir y sumar.
Locuaz, como es, la secretaria general llegó a tirar caca contra quien los antecedió en la dirigencia, Marlon Ramírez Marín. Prácticamente lo tildó de pillo por mal manejo de recursos.
Pero cuando los periodistas le pidieron nombres de beneficiados, montos, no los pudo dar y ofreció que lo hará después. Se le olvidó que, en último caso, la ropa sucia se lava en casa.
Pero también se lanzó contra la diputada local Anilú Ingram y contra el exaspirante a la dirigencia Fernando Kuri, quienes forman parte de una fuerte corriente que no se puede desdeñar. No los bajó de “chaqueteros”.
La señora prácticamente se adueñó de la palabra. Le faltó al respeto a “Fofo” Ramírez. Se le olvidó que él es el dirigente, quien debe llevar la voz cantante. Está enferma de protagonismo. No respetan las formas.
Pero él no estuvo ni está a la altura. No impuso su autoridad. No la paró en sus arremetidas contra los otros. Se advirtió que esa será la constante en esa dirigencia.
Tienen un grave problema, según se reflejó en los periodistas que los escucharon: no les creen y no los toman en serio.
Y del lado contrario tampoco son unas peras en dulce. Crearon el “Grupo Veracruz”, evidentemente contra “Fofo” y Lorena, pero arremetieron contra el dirigente nacional Alejandro “Alito” Moreno, quien los impuso. No lo bajan de autoritario.
De este lado están Fernando Kuri, Jorge Carvallo, Renato Alarcón y Marco Aguilar Yunes, entre varios otros. Unos y otros hablan de unidad, pero traen la daga escondida atrás de la espalda.
Y no hay autoridad moral, superior, que los llame y los meta al orden, como lo hubiera hecho Carlos Brito Gómez. Se van a seguir destrozando, más cuando venga el reparto de candidaturas.
Hasta donde el columnista ha escuchado de viva voz, incluso no será nada raro que haya un fuerte desprendimiento que hará que el otrora partidazo se haga más chiquito.
Ante ese panorama, ¿alguien cree que así van a derrotar a Morena en 2024? ¿Cómo van a conformar un frente, una alianza, si ni siquiera ellos mismos dentro de sus partidos son capaces de unirse?
Me atrevo hasta a pensar que, pillo como es, el dirigente nacional del PRI, “Alito” Moreno, ya hasta negoció la derrota del PRI en Veracruz y por eso envió una dirigencia de muy bajo nivel.
También me atrevo a pensar que, en una de esas, los consejeros del PAN van a tomar la decisión de ir solos, guiados por el dicho que dice que más vale solos que mal acompañados.
Cuando uno ve, sabe, escucha, lee lo que pasa sobre todo en el PRI, ¿cómo no darle la razón a Dante Delgado cuando no quiere saber nada de su expartido?
Pero creo que todavía puede haber una opción competitiva que le haga las cosas difíciles a Morena: que el PAN y Movimiento Ciudadano acuerden una alianza. Lo creo posible.
Por lo pronto, y hasta ahora como están las cosas, Morena se enfila a ganar las elecciones y retener la gubernatura, nos guste o no.