Severa, contundente, histórica derrota la que sufrieron ayer el presidente Felipe Calderón, su candidato a la Presidencia Ernesto Cordero y, en el estado, su operador político Miguel Ángel Yunes Linares.
En Veracruz, la señora barrió. El lunes 30 de enero, hoy hace una semana, publiqué en “Prosa aprisa” que los delegados federales, con excepción del de la Sedesol Abel Cuevas Melo y del coordinador del Programa Oportunidades Miguel Ángel Yunes Márquez, habían hablado con los directivos de medios informativos y les habían pedido que publicaran todo lo que les llegara de las actividades de proselitismo que realizaban los precandidatos al Senado Alejandro Vázquez Cuevas y Julen Rementería del Puerto tanto a favor suyo como de la precandidata Josefina Vázquez Mota y que ellos responderían, es decir, que ellos pagarían, claro, no de su bolsa sino de los presupuestos de sus dependencias, “lo que indirectamente es señal de que los delegados federales en el estado están trabajando en contra de la imposición de Ernesto Cordero Arroyo como candidato presidencial por parte del presidente Felipe Calderón y de paso llevándole la contra a su operador político en el Estado, Miguel Ángel Yunes Linares”.
El resultado, ayer, tiene varias lecturas y ofrece definiciones para el futuro político panista de la entidad.
A mí me llamó mucho la atención la participación de los miembros activos y adherentes tanto hombres como mujeres y me sorprendió ver por la mañana la participación ciudadana albiazul en la casilla de Maestros Veracruzanos, en Xalapa, además de muy concurrida entusiasta pero ordenada (hacían cola en más de una cuadra tanto hacia el norte como hacia el sur y otros invadían incluso parte del arroyo de circulación de vehículos esperando), donde no se reflejaba que ninguno estuviera ahí obligadamente; por lo menos cuando vi la escena aquello se me reflejó como el ideal de lo que debiera ser nuestra democracia, con una participación libre, casi estoy seguro que fue consciente y por lo tanto madura, y más significativo sería si los sufragantes no se dejaron comprar para votar a favor de Ernesto Cordero, como se rumoró que se pretendía hacer.
Fue, a mi juicio, una lección de democracia, de participación, de madurez cívica y partidista, de rechazo a la imposición presidencial –nada más y nada menos–, de deseos de cambio, de reprobación a un gobernante que tiene sumido al país en una severa crisis y que se asume también como presidente de su partido sin ningún rubor, de deseos de libertad partidista, de reprobación a prácticas partidistas copiadas del priismo; fue un grito de rebeldía, sin duda, de una ciudadanía que tiene deseos de verdadero cambio y que lo ve en una mujer.
La derrota va más allá de un ejercicio interno partidista, para efectos del Presidente. En el último tramo de su gestión, la militancia y la adherencia de su militancia le retiraron todo el apoyo y automáticamente pasó a ser ya un hombre de paja; de facto, ayer, nueve meses antes de que concluya el periodo constitucional, prácticamente sus propios correligionarios dieron por terminado su mandato; quiérase o no, la votación fue un referéndum en la que un número significativo de mexicanos le dijo que no a su gestión, a su forma de gobernar incluyendo la imposición personal política y desoyendo a la propia militancia de su partido y a la voz ciudadana en general, incluyendo la de influyentes comentaristas y columnistas periodísticos que veían innecesario seguir adelante con la elección interna cuando estaba claro que la preferencia mayoritaria era a favor de la señora Vázquez Mota. Pensó que con el poder que le da la Presidencia, con la presión a gobernadores y alcaldes panistas, a delegados federales y a las dirigencias estatales y con la compra de votos, impondría su voluntad. Su militancia, ayer, lo dejó al garete. Yo no sé ahora qué fuerza o poder le quedó para negociar políticamente con la oposición.
Un número significativo de mexicanos, por otra parte, ha decidido confiar en una mujer, no la primera (Cecilia Soto lo fue en 1994 por el Partido del Trabajo y alcanzó apenas 970 mil votos mientras que doce años después contendió Patricia Mercado por el Partido Alternancia Socialdemócrata y Campesina, en 2006, logrando 1,128,850 votos) pero sí quizá la que mayor presencia y número de votos habrá de tener, la que más competencia ofrecerá a sus opositores hasta con posibilidades de llegar a alzarse con el triunfo y la que ahora puede despertar muchas simpatías entre los ciudadanos indecisos no necesariamente panistas. A mí, en lo personal, me simpatiza y la apoyaría con todo si llegara a Los Pinos.
Ya en el terreno local, el gran perdedor es el ex candidato a gobernador Miguel Ángel Yunes Linares. En “Prosa aprisa” del 30 de enero también publiqué: “A propósito, me llamó la atención lo que se publicó en Imagen del Golfo el pasado viernes. Sobre la posibilidad de que pierda la precandidatura Ernesto Cordero, Yunes Linares dijo que los corderistas se aliarían a quien ganara.
«Cuando se compite, se compite por los votos y decide la mayoría, el siguiente paso, el inmediato, es unirse a quien gane» (él compitió contra Javier Duarte de Ochoa, decidió la mayoría, pero no dio el siguiente paso, el inmediato, y no se unió al cordobés). Como se advierte, Miguel ya no afirma rotunda y tajantemente que va a ganar su candidato y públicamente se abre la puerta para ir con la inminente ganadora. Se comprueba: el brinco que por adelantado dieron Juan Herrera Marín, Jorge Santos Azamar, José Luis González García e Hipólito Barrios Melchor, todos de la cuadra del ex director general del ISSSTE, para de la noche a la mañana convertirse en devotos políticos de Josefina Vázquez Mota, no era gratuito. Ya ven venir o ya tienen la seguridad de que su barco se está hundiendo o ya casi se hundió y por eso saltaron al buque insignia de doña Chepina”.
Yunes Linares es habilidoso, tiene experiencia, pero tiene también la virtud de lastimar a la gente por donde pasa y crear y dejar resentimientos. Yo lo atribuiría a su carácter. A su paso por el Gobierno del Estado y por el PRI lastimó a muchos veracruzanos, priistas y no, y dejó resentimientos que hasta la fecha perduran. En fechas pasadas platiqué con un personaje político de origen panista, hombre serio, influyente en el mundo empresarial, con muchas relaciones entre el panismo nacional, y me sorprendió el resentimiento que tiene contra Miguel como lo tienen otros más incluyendo los actuales dirigentes blanquiazules, legisladores, delegados federales, alcaldes y varios ex militantes de ese partido, que no lo quieren.
El personaje ofreció poner en mis manos, para que escriba sobre su contenido cuando yo lo desee –así me lo dijo–, la copia de un grueso legajo que entregaron al presidente Calderón aclarándole con documentos y fotografías y desmintiendo todas las acusaciones de que los hizo objeto para perjudicarlos (les causaron presiones y acosos presidenciales) y hacerse del poder panista en el estado.
Yunes Linares también perdió ayer. Tal vez lo aceptarán en las filas chepinistas para utilizar el mucho o poco poder que le queda entre el panismo de la entidad a favor de la causa de su candidata, pero los panistas locales en el poder no lo desean como aliado, simple y sencillamente no confían en él y por todos los medios buscarán reducirlo al mínimo a él y a sus hijos.
Por donde se le vea, la de ayer fue una verdadera lección ciudadana. Los panistas nos han dicho a los demás mexicanos que si queremos podemos, que con el poder de nuestro voto podemos decir no así sea al Presidente de la República e impedir imposiciones; que podemos darnos el poder que queramos. Sigo insistiendo, nosotros tenemos la palabra.
Un reconocimiento justo: la garantía que ofreció el gobierno de Javier Duarte de Ochoa para el desarrollo en el estado de la justa panista.