Por última vez como Presidente de la república, Felipe Calderón encabezará mañana en Antón Lizardo la tradicional ceremonia recordatoria de la defensa del puerto de Veracruz del 21 de abril de 1914, fecha en que los presidentes del país aprovechan para entregar espadines a los cadetes de la Heroica Escuela Naval que se gradúan como guardiamarinas, para convivir con las familias de éstos y para hacer un reconocimiento a la Marina-Armada de México.
Calderón no vino a todas, y seguramente cuando agendó esta última visita no esperaba el escenario desfavorable para él que enmarca su presencia.
El titular del Ejecutivo federal mostró ayer la imagen de un hombre derrotado, harto de los problemas del país, que se advierte que lo tienen hasta la coronilla y que ya no ve la hora en que termine para él el suplicio en que se ha convertido el último tramo de su administración. En forma destacada, el diario Excelsior informaba en su portal que Calderón dijo por la tarde, al participar en la 96 toma de protesta del Comité Ejecutivo y Consejo Directivo de la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, “que después de la crisis de la influenza, alimentaria, económica y la sequía ‘solo falta que haga erupción Don Goyo para completar el cuadro… esperemos que no’”, al tiempo que tocaba madera del podio desde el que hablaba.
Esa no es la forma en que debe conducirse ni pronunciarse un Presidente no solo de México sino de cualquier país del mundo. Se supone que el Jefe de una nación es el líder de su pueblo que en las peores circunstancias da muestras de entereza y mantiene vivo el ánimo y la esperanza e incluso ofrece sacrificar su vida si es necesario, pero jamás se muestra derrotista, entendiendo el derrotismo en la acepción que da el Diccionario de la Real Academia Española: “Tendencia a propagar el desaliento en el propio país con noticias o ideas pesimistas”. Eso es exactamente lo que hizo ayer.
Así, el Presidente que llega mañana a Veracruz es un hombre que se siente ya derrotado, que viene disminuido hasta de ánimo y que quisiera que ya se acabara el sexenio. Ya no soporta más problemas. México no tiene líder. Serán penosos los próximos siete meses que le restan a su administración.
¿Pero qué es lo que tiene así de apesadumbrado? Todo. En el plano internacional visita Cuba y no está a recibirlo el presidente Raúl Castro y menos lo recibe el histórico y mítico comandante Fidel Castro, para tristeza y vergüenza de México.
Luego, olvidándose de la gesta heroica expropiatoria del presidente Lázaro Cárdenas de la industria petrolera del país en 1938 se entromete en la expropiación de la industria que acaba de hacer la presidenta de Argentina Cristina Fernández de Kirchner.
En el plano nacional, las muertes a causa de la guerra contra la delincuencia organizada no cesan y no hay ninguna duda que lo que fue su principal programa de gobierno, el de la seguridad, fracasó rotundamente.
Se queja de la influenza cuando, por fortuna, no representó la gravedad que se decía, de la crisis alimentaria cuando la hambruna de los tarahumaras o rarámuris no es más que por irresponsabilidad de su gobierno, de la sequía cuando no hubo un programa oficial hidráulico para atender el problema, y de la crisis económica cuando hay pérdidas por la corrupción que permitió pero también por ir a aventuras como la de asociarse con la empresa española Repsol con lo que ahora el país ha perdido millones de pesos al haber sido expropiada en Argentina.
Pero si todo eso le debe pesar, creo que lo que lo tiene grave es que está plenamente consciente y ya no tiene duda de que su partido, del que se conduce como su presidente, va a perder la Presidencia de la República y que recae sobre él la responsabilidad histórica de dar fin a un efímero paso del panismo por el poder, porque habiendo tenido seis años para hacerlo no supo construir una candidatura competitiva y exitosa. El suyo también es un estrepitoso fracaso político y el panismo del país habrá de reclamárselo.
Felipe Calderón se comporta, se conduce y a como un hombre derrotado. Y lo está. Ya se le perdió el respeto. Ya no impresiona a nadie. Díganlo si no los consejeros del Instituto Federal Electoral quienes el miércoles determinaron que incurrió en violaciones a la Constitución al distribuir cartas a través del Servicio de Administración Tributaria para felicitar a los ciudadanos por el cumplimiento de sus obligaciones fiscales, en un claro acto de proselitismo electoral a favor de su partido.
Presumiblemente debiendo ser imparciales, los consejeros también juegan a la política y ven por su seguridad sobre todo económica, para no perder la chamba. En pleno poder no se hubieran atrevido a exhibir al Presidente.
Ya no le ven futuro, ya lo ven derrotado y ahora se van con el ganador, pues es indudable que en su momento querrán pasar la factura de su decisión a Enrique Peña Nieto. Muerto el rey, viva el rey.
Y ya más en el plano local, estatal, seguramente tenía previsto aprovechar la ceremonia de Antón Lizardo para hacer el más encendido reconocimiento a la Marina-Armada de México por su lucha contra el crimen organizado, reconocimiento que está obligado a hacer, pero también para llevar agua a su molino presumiendo el programa Veracruz Seguro con el propósito de quedar bien con el electorado veracruzano.
Horas antes, el alcalde panista de Chinameca, Martín Padua Zúñiga, le aguó la fiesta. Calderón está obligado a hacer el reconocimiento a la Marina, a destacar el éxito de Veracruz Seguro, así minimice los resultados como lo hizo durante su visita a Xalapa el pasado 18 de marzo cuando habló de “modestas reducciones”, y a poner como ejemplo de que no hay consideración para nadie poniendo como ejemplo la detención de un presidente municipal panista, de su partido, por su vinculación con la delincuencia organizada. ¿Se atreverá a hacerlo?
Debe completar su tristeza, su alicaído estado de ánimo, su fastidio, que viene a encontrarse con un panismo dividido y gravemente dañado, que corre el riesgo de irse al tercer lugar, sin liderazgo ni fortaleza, donde empiezan a darse las primeras deserciones para ir a fortalecer las filas del PRI. Y para colmo, con un gobernador priista que lo trata bien, muy bien, como lo hace Javier Duarte de Ochoa, de tal forma que no tiene a quién echarle la culpa de lo que le pasa al panismo en el estado.
Ahora no solo falta que haga erupción Don Goyo sino que hasta un perro intente hacer pis sobre él.
Mañana viene a Antón Lizardo por última vez el actual Presidente, el segundo y último presidente panista en la historia de México antes de que quizá pasen muchos lustros para que vuelva otro de derecha a Veracruz. Es hora de cantarle el requiescat in pace.
Solidaridad con un amigo
De un paro cardiaco murió el pasado fin de semana en esta capital el ex alcalde de Cosamaloapan, Julio Castillo Pitalúa. Lo sepultaron el lunes en su tierra Carlos A. Carrillo, de la que fue benefactor y donde era bien apreciado. Extiendo mi abrazo y solidaridad a su hijo, compañero y amigo Roberto Castillo, “Castillito” como le decimos de cariño, con el deseo de que Dios le dé fortaleza para superar el penoso trance.