La visión de un periodista extranjero, de un medio con altos, con todos los estándares éticos, es que las críticas que se le han hecho hasta ahora a Enrique Peña Nieto, “bastarían para derrumbar a cualquier candidato en las encuestas.
Aquí (en México) no”. Lo escribió Randal Archibold y lo publicó su periódico, The New York Times, el pasado 12 de junio, dos días después del segundo y último debate oficial. Para él, la popularidad en las encuestas del mexiquense ha demostrado una resistencia difícil de comprender en otros países. “Pese al bombardeo… sigue siendo el favorito para ganar las elecciones presidenciales del 1 de julio, con un amplio margen en la mayoría de las encuestas, y con un aire de invencibilidad”.
Al cuarto para las doce, a prácticamente a una semana de que concluyan las campañas y a diez días de que los mexicanos vayamos a la urnas, todo parece indicar que el apunte del periodista norteamericano –lo tomo como referencia por ser ajeno a los intereses de los actores y de los partidos en contienda– es certero y que incluso algunos analistas como Jorge G. Castañeda se han preparado ya para aceptar lo que parece inevitable: el retorno del PRI a Los Pinos y a la Presidencia.
Ciertamente no se puede afirmar con toda contundencia que el copetudo tiene asegurado el triunfo, pero los signos, las señales en la recta final de la recta final parecieran indicar que así será.
El único diario mexicano que había diferido en los resultados de las encuestas dando signos alentadores a la candidatura de Andrés Manuel López Obrador, Reforma, le echó ayer encima una cubetada de agua fría al publicar los resultados de su última encuesta y coincidir con el promedio de ventaja a favor de Peña Nieto de las demás casas encuestadoras de los otros grandes periódicos que han venido realizando también mediciones: El Universal, Excelsior, Milenio y El Sol de México, además de firmas como Mitofsky.
De acuerdo a los resultados de la encuesta de Reforma publicados ayer, en las últimas tres semanas el copetudo logró un repunte y se alejó a 12 puntos de López Obrador después de que éste se le había acercado a solo 4 puntos como arrojó la encuesta anterior cuyos resultados se publicaron el pasado 31 de mayo.
Para efectos de Veracruz, el ex gobernador del Estado de México también descontó la ventaja que le sacaba el tabasqueño y, en general, en el sur del país remontó a su adversario para colocarse de nuevo a la cabeza, 39 contra 36%, cuando en la anterior medición el Peje obtenía 42% contra 32% de Peña Nieto.
“Hoy es un buen día, estoy contento, para que les digo que no, si sí. Estoy muy contento porque aparece una encuesta en el periódico Reforma. ¿La han visto? Ya sabía que no la habían visto y por eso se las traje. Se está desinflando Peña. 38 Peña, el candidato de los medios, no de todos, pero sí de la televisión y de una en especial; el que les habla 34. Así están las cosas”, dijo ALMO en su conferencia matutina el mismo 31 de mayo cuando se dieron a conocer los anteriores resultados. Ayer, su respuesta fue: “Algo pasó, se me hace muy raro porque siempre las encuestas de Reforma han estado apegadas a la realidad. En esta ocasión no corresponde con la información que yo tengo”.
Claro, la encuesta definitiva será la del 1 de julio. Ya falta poco.
Pero pareciera que algunos ya empiezan a plegar sus banderas y a dar por hecho que Peña Nieto ganará las elecciones. Ayer mismo, en el diario EL PAIS de España, el güero Jorge G. Castañeda, ex secretario de Relaciones Exteriores en el gobierno panista de Vicente Fox, escritor, analista político y miembro de la Academia de las Ciencias y las Artes de Estados Unidos, publicó un artículo titulado precisamente “Las implicaciones de una victoria del PRI”.
Su argumento central, y lo explica a detalles, es que el hecho de que Peña Nieto gane las elecciones no significa que se produzca una restauración autoritaria, corrupta, nacionalista y desacreditada, y que no debe ser motivo de miedo o preocupación.
El autor de La Herencia apunta que los mercados, los apostadores y las encuestas dan por descontada una victoria, por un margen de 8 a 12 puntos, del candidato del PRI. “Viniendo de alguien que dedicó buena parte de su vida desde finales de los años ochenta a procurar el fin de la dominación priísta, y que contribuyó de manera modesta o decisiva a su primera derrota en el año 2000 como estratega de Vicente Fox, puede parecer paradójica mi respuesta: la posible victoria de Peña Nieto el 1 de julio no es una restauración, ni debe ser motivo de miedo o preocupación para los mexicanos y nuestros amigos en el mundo.
No es el resultado deseado por mí, pero tampoco es el fin del mundo. Por supuesto que hubiera preferido otra cosa: el triunfo de un candidato independiente (el PRI en la Cámara de diputados no quiso); de un social-demócrata moderno, globalizado y democrático —más allá de deseos piadosos, no existe—, o incluso de un aspirante del PAN que defendiera lo bueno de los sexenios de Fox y de Calderón, y rompiera con lo malo —la guerra optativa, sangrienta e inútil de Calderón contra el narco (no hubo tal). Pero no me espanta la alternativa, por tres razones fundamentales”.
Las apunta:
Uno. Aunque los priístas no lo digan en público y solo lo reconozcan en voz baja, Peña Nieto sería el primer presidente del PRI en la historia electo por el sufragio universal, no por el “dedo” de su predecesor. Dos. En segundo lugar, México no es el mismo: el contexto es absolutamente distinto al que prevalecía en 1994.
Cualquier candidato que gane el primer domingo de julio enfrentará los mismos contrapesos, obstáculos y retos que Fox y Calderón: carecerá de mayoría en por lo menos una cámara legislativa. Tres. Aunque su calidad deje en ocasiones mucho que desear, los medios de comunicación mexicanos son más libres y poderosos que nunca; a pesar de su persistente debilidad, la sociedad civil mexicana se encuentra más organizada y es más vigorosa que en cualquier momento de nuestra historia.
Luego de una serie de reflexiones, concluye: “Pero hay que escoger: o los mexicanos hemos construido una democracia representativa funcional, en cuyo caso la alternancia que resuelvan los electores, no la comentocracia, es tan válida y legítima como cualquier otra; o la victoria de los derrotados del 2000 es intolerable, y entonces la democracia que tenemos es inútil. México ha sobrevivido a una gran cantidad de desgracias en su historia; sobrevivirá al regreso del PRI, y en una de esas, hasta prosperará con la elección —esta sí de verdad— de Peña Nieto”.
En Veracruz, el PRI se engalla
Antes de que se dieran a conocer los resultados de la encuesta de Reforma, la misma noche del lunes cuando empezó a circular “Prosa aprisa” con fecha de ayer martes, respetuoso, atento y hasta amistoso como ha sido conmigo, me llamó el ex presidente del Comité Directivo Estatal del PRI, ahora secretario de Finanzas del mismo, operador además de la actual campaña, Gonzalo Morgado Huesca, para responder al operador panista que asegura que van a ganar los distritos de Tantoyuca, Papantla y Martínez de la Torre y que pueden triunfar también en Pánuco y en Poza Rica. Me dijo que en efecto no andaban tan bien, pero que han recompuesto las cosas y que está tan seguro de que el tricolor va a ganar en esos cinco distritos que apuesta sus ahorros personales a cualquier panista, 100 mil pesos, 20 por cada uno de ellos, a que triunfan.
“Te tengo plena confianza y si alguien acepta deposito el dinero contigo”. Hacerla de croupier no es mi papel, pero consigno su dicho porque muestra que los priistas, que el priismo se siente muy seguro de su triunfo.