Porfirio Díaz visita en 1883 a su compadre, el presidente Manuel González. “No tengo ambiciones presidenciales, compadre”, le dijo, a lo que el famoso manco (González) no contestó de inmediato sino que empezó a abrir y cerrar los cajones de su escritorio. “¿Qué busca, compadre”, inquirió Díaz. “Al pendejo que se lo crea, compadre”, respondió González.
Esta sabrosísima anécdota se las narró don Jesús Reyes Heroles a Octavio Paz, Julio Scherer, Vicente Leñero y Enrique Krauze durante una comida en la Secretaría de Gobernación, donde se habían reunido para hablar del futuro de la prensa en México tras el golpe de Luis Echeverría a Excelsior y la intención del tuxpeño de que aquel brillante grupo volviera al diario, lo que finalmente se frustró.
Krauze la recupera –la considera “maravillosa”– en el libro Mexicanos eminentes (es de biografías) publicado por primera vez en 1999 y cuya primera edición en una nueva colección acaba de aparecer apenas en días pasados y se vende como pan caliente.
Pero yo la recordé, no sé por qué, y también empecé a abrir y cerrar los cajones de mi escritorio, cuando leí la declaración de Erick Lagos Hernández, presidente del Comité Directivo Estatal del PRI, de “que en Veracruz, con 1 millón 203 mil 226 votos, Enrique Peña Nieto ganó en 11 distritos contra 6 distritos que obtuvo Josefina Vázquez Mota y 4 Andrés Manuel López Obrador”, porque, obviamente, como si los veracruzanos fueran (fuéramos) unos chalados no hubiéramos estado al tanto de que con esos seis distritos el PAN ganó la elección presidencial en Veracruz, lo que nunca aclaró ni precisó el flamante dirigente partidista.
La derrota estaba cantada. En mayo pasado se había hecho pública la primera alerta sobre el riesgo que existía ya desde abril de que el mexiquense perdiera la elección en la entidad. En su edición del 13 de mayo, la revista Proceso publicó, con el encabezado: “Se prenden focos de alarma”, que “existe el riesgo de que el partido pierda la elección del 1 de julio”.
“«¡Imposible!» exclamaron los asesores peñistas, tras detectar que una de esas entidades era precisamente Oaxaca, seguida de Veracruz, Tabasco, Morelos y Chiapas. No daban crédito a lo que les revelaban los datos duros, menos todavía cuando una semana antes Peña Nieto había estado en Veracruz donde, según observó, iba todo bien”. De acuerdo a la publicación, un integrante del equipo de campaña del copetudo comentó al semanario que tres encuestas elaboradas por despachos diferentes indicaban que “en Veracruz los resultados son un desastre”, lo cual “tiene alarmados a los integrantes del equipo peñista”. Tenían razón.
Los temores terminaron por cumplirse. Concluido el cómputo oficial, Josefina Vázquez Mota, del Partido Acción Nacional, quedó en primer lugar con un millón 204 mil 744 votos contra un millón 203 mil 226 sufragios que alcanzó Peña Nieto, un porcentaje de 33.63% contra 33.59%, 1,518 votos apenas de diferencia, pero una victoria limpia e inobjetable, sin dejar de considerar que la candidata albiazul, su partido, jugaron solos, mientras que los tricolores fueron en alianza con el Partido Verde, o sea, dos contra uno y ni así pudieron.
El resultado es malo para el PRI de Veracruz. Se han entregado malas cuentas por parte del priismo veracruzano. Se trata de una derrota que, a no dudarlo, a la corta o a la larga, va a gravitar negativamente en torno al grupo político responsable de la entidad.
Seguramente acá todavía no se reflexiona, no se valora ni se dimensiona el tamaño del fracaso por la oportunidad histórica que se dejó perder y que se tuvo para crecer políticamente, pues a la actual dirigencia, al partido bajo su tutela, no volverá a tocarle una elección presidencial, un escenario como el que se tuvo para lucirse, pues se trataba de ayudar, de llevar a Peña Nieto a la “grande”, a la silla de más peso y de más pesos en el país.
¿Qué sucedió? ¿Por qué? Cabe pensar que al priismo veracruzano lo mató la confianza, la soberbia, la inexperiencia, la desorganización, el desconocimiento del estado, de sus actores claves (de los llamados factores de decisión) y de sus intereses, la falta de liderazgo tanto del Comité Directivo Estatal como del comité de campaña del mexiquense en la entidad, así como de un buen manejo de prensa. No se escuchó a los que sí saben, ni se les tomó su parecer.
En vísperas de que visitara Misantla el candidato presidencial, llegó a supervisar los preparativos la delegada regional de la tercera circunscripción del CEN priista, Mercedes del Carmen Guillén Vicente, mejor conocida como “Paloma”.
En las famosas reuniones de evaluación que se realizaban con periodicidad, la hermana del Subcomandante Marcos se alarmó y les echó en cara que todo era puros castillos en el aire, pues les dijo que lo que le pintaban era muy bonito pero que no le decían cómo lo iban a lograr. Se llevó muy mala impresión y quién sabe qué reportes presentó entonces en México.
Algo similar ocurrió con Francisco “Pancho” Mora, un viejo zorro de la política local cuando, igual, al escuchar las “estrategias” de los responsables, delante de todos les dijo que eso no funcionaba como no habían funcionando en la elección del entonces candidato Javier Duarte de Ochoa, y que si se había ganado era porque un grupo ajeno a la dirigencia estatal, que encabezaba entonces Jorge Carvallo, había actuado por su cuenta.
“Pancho” no volvió a ninguna otra reunión. E igual sucedió con Flavino Ríos Alvarado, miembro de la Coordinación General de Campaña, quien se cansó de escuchar tantas “tonterías” y optó por no asistir más a ninguna de esas reuniones de “evaluación”. Que se sepa, de eso nunca se le informó al responsable político de la entidad.
Pero si en lo político se perdió, creo igualmente que no se dimensiona el tamaño de la derrota en lo ideológico. De siempre, Veracruz, Veracruz puerto, se ha preciado de ser asiento del liberalismo simbolizado por Benito Juárez, a quien se le honra con una plaza cívica y con un recinto especial. Allí el oaxaqueño decretó las Leyes de Reforma.
El mayor ideólogo que ha tenido el priismo en su historia, Jesús Reyes Heroles, tuxpeño, veracruzano, se imbuyó de esa ideología, de esa corriente, fiel seguidor de ella y teorizó y publicó textos que ya son clásicos sobre el liberalismo mexicano.
El pasado 1 de julio, don Benito se ha de haber revuelto en su tumba al ver que los herederos de sus enemigos, del conservadurismo, de la derecha recalcitrante, de Maximiliano, de Miramón, de Mejía, siglos después estaban de regreso ganando la elección en el emblemático puerto jarocho, que en eso devino su lucha por la libertad y la tolerancia, incluida la religiosa.
El PRI perdió el distrito de Veracruz urbano pero el que también se puede considerar Veracruz Rural, que no es más que la demarcación que corresponde a Boca del Río. Doble desastre, desastre mayor.
Y ahí están los platos rotos. ¿Quién o quiénes son los responsables? Se sabe que al conocerse los primeros resultados del domingo 1 de julio hubo una reunión con quien manda en Veracruz y que los operadores recibieron una bañiza del tamaño de los números en contra. No se sabe sobre qué trató la reunión de gabinete del viernes pasado y si se tocó el tema electoral y si volvió a ocurrir otra reconvención. Lo que sí es que, por lo menos los secretarios de despacho, desde el día de la votación hasta prácticamente el jueves cuando vino el Presidente, nadie se le quería acercar al jefe por miedo, por temor.
Indudablemente, a los que se responsabilizó fallaron. No pudieron. Fueron ineficaces. Mostraron inexperiencia. Demostraron que no están hechos para cosas grandes. Que faltó liderazgo. Y en México, en el equipo de Enrique Peña Nieto lo saben ahora muy bien. Me intriga: ¿por qué ahora de allá andan muy interesados en saber quién es Gabriel Deantes Ramos?
Polvos de aquellos lodos
Me lo envió por correo “José Luis”: “… me contaron detalles de la reunión del Presidente con panistas, ahí los ex diputados locales Alfredo Grajales y Sergio Ortiz, junto con el famoso güero Salas Martínez que trabaja en Pemex, azotaron al mandatario culpándolo de entregar la elección al PRI, el presidente enfurecido los encaró y viendo de frente a los ex diputados y volteando a ver al presidente Estatal Enrique Cambranis les dijo ‘a mí no me vengan con eso, si Ustedes fueron los que se vendieron con Fidel Herrera cuando ganamos la mayoría en el Congreso del Estado’”.