A ratos, pareció que había retrocedido en el tiempo. Se me figuraba que estaba yo en el sexenio del presidente Luis Echeverría Álvarez.
El viaje en el tiempo, hacia atrás, me lo motivaron políticos y empresarios yucatecos: todos, como cortados por la misma tijera, lucían impecables y relucientes guayaberas blancas.
Si bien en ellos tiene su origen esa prenda de vestir, fue LEA quien la puso de moda como vestimenta política en todo el país. Durante su gobierno, usarla era como una señal de identidad.
(Posterior a él, José López Portillo puso de moda las camisetas tipo polo cuello de tortuga; como Fidel Herrera Beltrán puso de moda las prendas de vestir color rojo.)
Cuando concluyó aquel sexenio de locura del poder de Echeverría, recuerdo que Héctor Lechuga y Chucho Salinas, con su humor satírico ácido, montaron una obra de teatro que tuvo gran éxito y cuyo nombre lo decía todo: “Adiós guayabera mía”.
A ratos, también, me pareció que estaba ante el avasallador sexenio del presidente Carlos Salinas de Gortari.
Pero no. Se trataba del presente. De la vuelta del PRI al poder. De la hegemonía presidencial tricolor. De un Enrique Peña Nieto que amalgama características de sus antecesores, en especial de Echeverría y de Salinas.
Estuve el pasado 21 de diciembre en Mérida, Yucatán, para la celebración del final de la llamada cuenta larga maya y el inicio de la nueva etapa Baktún 14 y pude ver el nuevo-viejo estilo con que se conduce el nuevo presidente.
Peña Nieto estuvo en la tierra de las “marquesitas” para presidir la ceremonia de presentación del proyecto del Tren Transpeninsular, una promesa de campaña, y para la “entrega plena” del Gran Museo del Mundo Maya, o sea, para reinaugurarlo, porque en noviembre ya lo había abierto Felipe Calderón.
Me llamaron la atención varias cosas que, viejo reportero que soy, me recordaron mis años juveniles cuando andaba ya con mi libreta y mi grabadora cubriendo visitas presidenciales.
Mérida está considerada la ciudad más segura del país, con el menor índice de delincuencia. No obstante, hubo, a mi juicio, medidas de seguridad extremas, en exceso. Muchas, varias cuadras a la redonda tanto del Palacio de Gobierno como del Museo, donde se celebraron los actos, con vallas metálicas fueron cerradas calles a la circulación de vehículos.
El centro de la ciudad de convirtió en un megacaos por el gran embotellamiento que se generó. Pero no sólo eso. Con vallas metálicas se impidió también el paso de transeúntes en muchas calles y de una acera a otra.
El nuevo presidente ha devuelto el protocolo a su llegada al aeropuerto, que se practicaba antes, hasta que acabaron con él los presidentes panistas. Ahora, otra vez, se le rinden honores con la inclusión del Himno Nacional. Como en los viejos –y “mejores”– tiempos tricolores.
El zócalo, el parque, la llamada Plaza Grande, frente al Palacio de Gobierno y Catedral de Mérida, se llenó desde temprano, bajo estricto control de seguridad. Ahí había tres manifestantes a las que se aisló en una tienda de campaña siempre vigilada por guardias, pero no se les desalojó. Algo que me pareció bien. Incluso a una de ellas, que reclama la custodia de sus hijos, se le permitió que se acercara al presidente y le entregara una carta. Él le dijo que de su caso hablaría con el gobernador.
Cuando Peña Nieto llegó a la entrada del Palacio de Gobierno, rompió el protocolo de seguridad y junto con su esposa fue a saludar a la gente. Lo hizo durante cuatro, cinco minutos. Muchas jovencitas aprovecharon para tomarse fotografías con la primera dama. Él les daba las gracias por haber asistido. Estilo populachero, sin duda.
Ya dentro del Palacio, después de concluido el acto formal, se asomó al balcón principal y desde ahí saludó de nuevo a la multitud. Como en los mejores tiempos del echeverriato o del salinismo.
Terminado el acto del proyecto del Tren Transpeninsular, el mexiquense recorrió el Palacio de Gobierno para, a continuación, en un hecho que nunca antes había sucedido en Yucatán, según dijeron los presentes, se introdujo al despacho del gobernador Rolando Zapata Bello con quien tuvo un acuerdo de 20 minutos.
Más tarde, a su llegada al Gran Museo del Mundo Maya, Peña Nieto dejó que los hmenes mayas le hicieran una limpia con yerbas. Horas después chequé la página de la Presidencia pero noté que esa foto no la subieron.
¡Y Veracruz estuvo presente en la visita! Fue cuando el gobernador yucateco le solicitó al presidente apoyo para que se instituya anualmente un Festival de la Cultura Maya que tenga la categoría del festival internacional El Tajín, le dijo, a lo que respondió favorablemente Peña, comprometiéndose a que en diciembre próximo irá a inaugurarlo.
También observé cómo David López, coordinador de Comunicación Social de la presidencia, a diferencia de sus antecesores en los gobiernos priistas que preferían estar cerca de periodistas, estuvo sentado en primera fila, como un funcionario más, al lado del hijo del presidente, Alejandro Peña Pretelini.
Y un pequeño gran detalle: el presidente tuvo trato deferente y mención especial para el arzobispo Emilio Carlos Berlie Belaunzarán, a quien minutos más tarde yo vería en los portales con una gran sonrisa recibiendo el saludo de los feligreses (en Mérida todos, todos a los que vi, besaron la mano del prelado, cosa que creo que ya es muy rara, aunque no me sorprendió en una sociedad conservadora, tanto que el emblemático Diario de Yucatán, que tiene 85 años circulando, de la columna “De política y cosas peores”, de Catón, publica sólo unas cuantas líneas porque le censura todos los chistes pelados.)
Lo que sentí fue mucha fuerza del presidente Peña Nieto. Como que el priismo volvió con mucho poder… y aceptación. Calderón siempre me pareció muy gris. Ahora las cosas han cambiado.
Y quise recuperar lo anterior porque fue el primer acercamiento que tuve con el priismo vuelto al poder presidencial y porque el presidente viene el día 6 al estado, a encabezar el acto conmemorativo de la expedición de la primera Ley Agraria del país, la de 1915.
Cada estado tiene sus propias características y ninguna gira se parece a otra. Pero habrá que estar pendientes para ver cómo se conduce en suelo veracruzano el nuevo huésped de Los Pinos.
Será porque Calderón nunca me despertó simpatías y me pareció siempre muy gris, pero al PRI en la presidencia, por lo menos en Mérida, que tradicionalmente ha sido bastión panista, con una sociedad muy conservadora, lo vi fuerte y con él a Peña Nieto, o viceversa.
El presidente despierta muchas simpatías y grandes expectativas, y se ve dispuesto a cumplirlas. Habrá que verlo en Veracruz dentro de cuatro días.
Pésame
Desde este espacio, un abrazo y mi solidaridad con Francisco “Paco” Muñoz Ruiz, coordinador de asesores de la Secretaría de Finanzas y Planeación, por el fallecimiento, el día 31 de diciembre, anteayer, de su madre señora Ana Ruiz Oller, en la Ciudad de México. El abrazo lo hago extensivo a su hermano Marco Miguel, ex subsecretario de Desarrollo Económico en el gobierno del licenciado Miguel Alemán Velasco.