Más tardó la Cámara de Diputados en aprobar –el viernes 12 de febrero– la reforma al artículo 40 de la Constitución para establecer la laicidad como principio definitorio del Estado mexicano, que la Iglesia Católica en reaccionar, y de qué manera.
El texto modificado y aprobado quedó así: “Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una República representativa, democrática, laica, federal, compuesta de estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen interior; (en lugar de punto y coma debió haber sido sólo una coma) pero unidos en una federación establecida según los principios de esta ley fundamental”.
¿Qué llevó de pronto a esta reforma cuando hay otros temas más graves y más urgentes?: La oposición de la Iglesia a los matrimonios de personas del mismo género y la aprobación en el Distrito Federal para que puedan adoptar niños como hijos, sumado a que abiertamente el presidente Felipe Calderón (¡oootraaa vez él!) en lugar de comportarse como jefe de Estado y respetar la ley, se inclinó favorablemente a favor de la Iglesia e incluso ordenó a la Procuraduría General de la República promover un recurso de inconstitucionalidad ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación en contra de la legislación aprobada por la Asamblea Legislativa del Distrito Federal el pasado 21 de diciembre.
Como si al país le faltara algún conflicto, ahora, ¡zuku!, la jerarquía católica decidió echarse un tirito, un pulso contra prácticamente toda la clase política porque en su arremetida no deja títere con cabeza.
Al inmediato reclamo de la Arquidiócesis Primada de México a través del director de Comunicación Social Hugo Valdemar el día que se aprobó la legislación en el DF y luego de lamentar también la reforma al artículo 40, la Iglesia acusó el pasado domingo 14 que las inundaciones que han dejado muertos y miles de damnificados en Michoacán, el Estado de México y parte del Distrito Federal son consecuencia de los fenómenos naturales pero también y “sobre todo, de la irresponsabilidad gubernamental” (¡Santo madrazo, y eso que era el día del amor y la amistad!).
Si se advierte, las autoridades aludidas son del PRI y del PRD (Enrique Peña Nieto, Leonel Godoy y Marcelo Ebrard).
¿Dónde está la autoridad?, preguntó la Arquidiócesis Primada de México y acusó de no utilizar los presupuestos federales y estatales. Pero si los panistas creían que se habían salvado, el mismo lunes 15 se dio a conocer que la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), los tres Cardenales y los 151 Obispos y Arzobispos del país “exigen que el Estado se transforme para que tenga mayor eficacia institucional y busque la manera de retirar a la milicia de las calles ante el riesgo de que la comunidad civil sea vejada”.
La Iglesia no se anda con contemplaciones y acusa que los altos índices de violencia “se deben a la corrupción e impunidad de autoridades de los tres niveles de Gobierno” y señalan que es “más fácil conseguir una pistola que una beca”. Y de ese tono no le bajan.
“La Arquidiócesis de México lamenta esta incompleta reforma constitucional, así como el hecho de que algunos diputados de Acción Nacional hayan renunciado a la histórica defensa de su partido por apuntalar las libertades a las que tiene derecho el hombre”, reprochó el órgano que encabeza el Cardenal Norberto Rivera Carrera cuando se aprobó la reforma al artículo 40, ya que a favor votaron 363 diputados del PRI, PAN, PRD, PVEM, PT, Convergencia y Panal y sólo 8 panistas se abstuvieron, entre ellos el bigotón veracruzano Bernardo Téllez.
Ahí está la respuesta. La Iglesia también acusa de corrupción al gobierno federal y cuando pide retirar la milicia de las calles no está más que sumándose al clamor popular que se simbolizó en Ciudad Juárez el pasado jueves 11 de febrero cuando los juarenses exigieron a Calderón la salida del Ejército y la respuesta presidencial fue: “El Ejército no se retira de Ciudad Juárez”.
Por el tono de la arremetida eclesiástica, que se replicó en todo el país como vimos en Xalapa con la declaración del vocero de la Diócesis de Xalapa, el famoso Padre Quintín López, por la actitud que ha asumido la Iglesia (mi Iglesia), se está dando toda la razón al legislativo federal y a su reforma de remarcar la laicidad del Estado mexicano porque, ¡ay que no fuera así!, ya que de que la Iglesia tiene poder, lo está demostrando. Hoy más que nunca creo que gobierno e Iglesia deben recordar el evangelio de Mateo (capítulo 22, versículo 21) y dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César, y evitar lo que ya Lorenzo Meyer califica como una guerra neocristera.
Para concluir, me parece oportuno el comentario que hizo Catón (Armando Fuentes Aguirre) en su “De política y cosas peores” del diario Reforma del pasado sábado 13: “Aplaudo –y con las dos manos, para mayor efecto– la decisión de enfatizar en el texto constitucional el carácter laico de nuestra República. Algunos querrán advertir en eso un tufo de jacobinismo trasnochado, pero yo no lo veo así.
En un país como México, donde la falta de educación y la pobreza pueden favorecer los fundamentalismos religiosos, es necesario subrayar la idea de que las convicciones derivadas de una particular profesión de fe no pueden ser impuestas a los ciudadanos con el apoyo de la autoridad civil.
En ese sentido la tradición del liberalismo mexicano es importante: ningún poder debe aspirar a ponerse por encima de la soberanía del Estado. Así pues, remarcar el laicismo republicano de ninguna manera es ataque a las iglesias: es un recordatorio del carácter civil de nuestras instituciones, que nadie ha de vulnerar...”.