Me lo platicó un mentor mío hace ya muchos años. Cierto día se encontró en el parque Juárez de Xalapa con un personaje que no gozaba ni tantito de buen fama.
Tal vez éste sabiéndolo y por el respeto que el otro le inspiraba, le expresó de entrada: ¡Qué tal fulano, como estás. Ya voy a cuidar mi prestigio! Quien me lo narró le respondió: No, tú cuida tu desprestigio, porque el día que te vuelvas decente ya no vas a ser tú, el que todos conocen, ni nadie te va a creer ni confiar en ti.
¡Ah el teatro del mundo… político! Crea fama y acuéstate a dormir. Creo que tanto en la política como en la vida diaria hazte una imagen, créate una fama y actúa en consecuencia, porque si no pierdes tu identidad.
A qué viene todo esto. A que el jueves 4 de marzo leí en un diario de la zona conurbada Veracruz-Boca del Río y en otro de la ciudad de Córdoba una especie de catálogo de buenas intenciones de un candidato al gobierno del estado que se ha caracterizado por su carácter violento y agresivo y al que ya nadie concibe si no es amenazando, peleándose o confrontándose con alguien.
Pero por los testimonios que recojo al respecto, el respetable, que desde ringside está viendo el espectáculo, como que se sintió defraudado de no haber encontrado en el texto ni un adjetivo descalificativo, ni una amenaza, ni un señalamiento en contra, ninguna expresión de golpes a diestra y siniestra como tiene acostumbrado al Bronx jarocho; vamos, ni siquiera halló rastros de rounds de sombra. Nada. Lo que se dice nada.
¡Ah la fama! Por eso nadie le creyó lo que ofrece, por ejemplo, que quiere un Veracruz “con un gobierno sin conflictos” y ahora hasta lo ven con más desconfianza. ¿Estará enfermo?, se preguntan y me preguntan unos. ¿Le habrá afectado todo el escándalo sobre su imposición y no supo ni lo que escribió?, me cuestionan otros.
A propósito, en el portal
www.alcalorpolitico.com leí que alguien cuestionó que cómo es posible que ofrezca un Veracruz con libertades democráticas “plenas, con expresión libre, con voto libre”, si su candidatura se debe a un centralazo, donde no se respetó la libertad para que expresara su inconformidad –según denuncia pública que hizo– un ex presidente nacional de un partido político, si para cubrir las formas, ante el dedazo presidencial, la decisión “la tomó” una cincuentena de notables ajenos al estado y si no se respetó la voluntad del electorado local de su partido que, según encuestas, se inclinaba por otra persona para que los abanderara.
Pero, decía, la imagen, la fama, cómo pesan. Si una lección está dejando de entrada el actual proceso electoral es que, como dice la sentencia bíblica, si siembras vientos cosecharás tempestades.
Esto debiera de servir de lección para jovencitos y jóvenes políticos bisoños que se creen los dueños del presente y del futuro, de vidas y voluntades, sin reparar en la fragilidad no sólo de la vida misma, sino de la vida política donde más se da la proclividad a abusar del poder y a lastimar al prójimo, que siempre esperará a que el tiempo haga lo suyo para cobrárselas o dejará que se cumpla la sentencia aquella de siéntate a esperar a la puerta de tu casa hasta ver pasar el cadáver de tu enemigo.
De todos modos, para la curiosidad o para sacar conclusiones políticas a futuro, habrá que ver y esperar si el candidato de referencia retoma su original u opta por tratar de cambiar su imagen y su fama, y si lo hace a ver si le da resultados, o si nunca debió intentar dejar de ser como es fama que es.
Ello servirá también para conocer el comportamiento del ciudadano, del elector, si se aferra a la imagen que ya tiene de una persona y que ha sido reforzada por los medios o si hace concesiones y cambia. Vaya dilema.
Dilema también para los publicistas, para los que se supone expertos, esos que aconsejan hasta cambiar el modito de andar cuando de lograr un objetivo se trata, que no se olvida que en 1997 este candidato ya sufrió un fracaso estrepitoso con una campaña cuyo eslogan era “¡Va derecho!” atribuida a toda una experta en publicidad y que sí, llevó derecho pero a la derrota a casi la mitad de los candidatos tricolores a presidentes municipales.
Pero corre el tiempo, ya estamos metidos rumbo al fin de la primera quincena de marzo yal fin de las precampañas políticas. Abril abre con el periodo vacacional de Semana Santa cuando muchos ciudadanos no querrán saber más que del río, la laguna, la playa, la cascada, y sólo quedarán dos meses y medio de campaña, un periodo perfecto por corto para saber si pesó la imagen y la fama.