A propósito de Prosa aprisa del viernes pasado, una lectora se tomó la molestia de darme su punto de vista:

“Estimado Arturo Reyes: Acabo de leer su columna ‘Réquiem, por mi 'pirata' favorito’, y lo más curioso de todo fue que justo debajo de su escrito se leía la frase: ‘© Queda expresamente prohibida la republicación o redistribución, parcial o total, de todos los contenidos de Crónica del Poder’.

En fin, para mal de los autores y productores de contenidos y demás, la piratería acaba con otras fuentes de trabajo y con la industria en cuestión. México es un país 'pirata' por excelencia, hasta en sus planes de gobierno y en su creación de leyes, las cuales suelen -históricamente- llegar muy tarde, mucho después de que en toda Latinoamérica y otras naciones del mundo.

Con todo, entiendo muy bien el punto que trata en su columna, ese dilema ético al que algunos nos enfrentamos, y digo 'algunos' porque la inmensa mayoría ni siquiera tiene conciencia de su proceder. Es interesante leer cómo un disfrute y apego por el cine de arte (me gusta también) nos puede conducir a esta reflexión que trasciende a lo político (o más bien a la política) y lo social en dimensiones nacionales.

Estoy de acuerdo con usted en el sentido de que el circo montado por muchos funcionarios, especialmente el Presidente, en relación a su ataque a la piratería no corresponde en ninguna manera a proteger la integridad de la autora y del autor, sino que es un mecanismo 'loable' que persigue el cuidado de intereses económicos con los dueños de los grandes emporios mexicanos. ¡Triste!

Al final del día seguimos en las mismas, con nuevas leyes que sólo se cumplen cuando conviene al interés partidista y económico. Ahí tenemos las alzas al combustible, el registro Renaut y otras situaciones más que hoy pasan desapercibidas por este empaño de cortinas de humo como la del caso Paulete del que somos presa fácil.

Por otro lado, quiero comentarle que disfruté su escrito por las obras cinematográficas que iba nombrando. Ahora ya sé dónde conseguir esas joyas que, igualmente, en MixUp NO HE LOGRADO OBTENER. Saludos. Cordialmente, Priscila Barredo”.

Le agradezco a Priscila su comentario, y no estoy haciendo un panegírico de la piratería, pero como veo que le interesó el tema del cine de arte, le platico (les platico) lo siguiente: uno de los dos pequeños negocios que venden copias piratas de cine de arte en Xalapa (uno en Plaza Clavijero y otro a un lado de Plaza Museo) tiene un plus bien interesante.

El joven del negocio de Plaza Clavijero sabe muy bien que el producto que vende tiene un comprador especial, que sabe lo que busca, y se aprovecha de ello. No vende las películas sueltas sino en serie de tres y en lugar de darlas a 30 pesos cada una las vende a 3 por cien pesos. Le aumenta 10, pero a cambio obsequia un boleto por cada compra y por cada cinco boletos que se juntan los cambia por uno especial que participa cada tres meses en una rifa especial.

El día que fija, por la noche, reúne a todos los interesados y rifa varias películas y al final deja el premio mayor, un paquete completo de algún director o de algún tema, pero antes de proceder al sorteo da verdaderas clases de cine. Hace una narración completa sobre el director, la importancia que tiene, la corriente que sigue, las aportaciones que hace; sobre los actores y actrices, sobre los temas, sobre el país en que se filmó, etcétera, etcétera, por espacio de una hora o más.

Me ha llamado la atención el público tan heterogéneo que asiste a esas clases didácticas sobre cine, lo mismo adolescentes (creo que algunos y algunas son sus alumnos en alguna preparatoria) que adultos y personas de la tercera edad, a veces incluso extranjeros. Hay una señora de edad que siempre lleva la representación de su hijo, un obrero xalapeño que trabaja en una de las plataformas petroleras en el Golfo de Campeche  quien cuando vuelve a tierra se deja venir hasta esta capital, se surte (he escuchado que compra 30, 40 o hasta 50 películas), se regresa y le deja los boletos a su progenitora.

Lo que quiero destacar es que –no estoy a favor de la piratería– no todo es malo en ese negocio y que con ingenio y con cultura, en este caso cinematográfica, es posible hacer exitoso un negocio, aunque sea con productos piratas. La verdad es que Mixup (comparo con ese negocio porque es el de referencia) nunca nos va a ofrecer ese plus, además de los precios tan altos y caros.

El joven vendedor se ha ingeniado su propia mercadotecnia, basado en su cultura cinematográfica. Aunque a veces le echa crema a sus tacos, cuando uno no sabe qué pedir, pide que se le diga qué tema interesaría o sobre alguna situación psicológica, en fin. Y entonces hace una larga lista de sugerencias.

Y tiene razón Priscila: muy pocos reflexionamos sobre la cuestión ética de adquirir productos pirata. Lo cierto es que la gente va a ese tipo de negocios, además, por su carencia de recursos económicos. El fenómeno sigue siendo complejo. Una cosa lleva a otra. Yo sinceramente no creo que se acabe con la práctica.