La guerra mediática, en su apogeo. Los medios, haciendo lo suyo. Los aspirantes, adjudicándose encuestas a favor. Algunos columnistas, con claras evidencias de comentar de acuerdo a sus intereses muy personales más que en función del servicio a la sociedad que es una de las esencias del periodismo. Las acusaciones, al por mayor. Pero lo cierto, lo único cierto es que en 80 días Veracruz tendrá nuevo gobernador y que esto lo decidirán no los propios candidatos ni los periódicos, la radio, la televisión o la internet, ni los columnistas, sino el ciudadano, el obrero, el trabajador, la mujer profesionista, la ama de casa, los jóvenes muchos estudiantes otros ya profesionales, los adultos mayores, los hombres del campo, los pescadores, algunos empresarios (ellos en su mayoría no van a votar pero inducen a sus trabajadores a que lo hagan) y, claro está, la llamada clase política, que en el estado es considerable porque en muchos veracruzanos hay un político en potencia o en ciernes.
Creo que una cosa es la guerra mediática y otra la cruda realidad y que será ésta un factor que resulte decisivo para el resultado final. Los políticos están tan entretenidos en lo suyo o poco les importa y se alejan mucho de los intereses reales de los votantes, de los ciudadanos, creen que sus batallas las van a obtener en las páginas de los periódicos, en las pantallas de la televisión, en las ondas de la radio o en los portales web, que no perciben cómo, por ejemplo, en las tiendas del barrio o de la colonia, en los tianguis, en los mercados populares o en los supermercados, se da otra batalla diaria cuando las señoras, las amas de casa, las profesionistas, las estudiantes, van a comprar y ya el presupuesto diario, semanal o del mes, no les alcanza ante la terrible alza de precios que depauperiza al grueso de la población y castiga, no se crea que no, a las clases pudientes, económicamente hablando.
Ahí es donde se realiza una campaña silenciosa pero muy efectiva en contra del gobierno federal y su partido, porque toda la población sabe que un litro menos de aceite o de leche que compra, frijol más barato pero de las más baja calidad que adquiere, la eliminación de frutas, el aumento desmesurado al precio de la cebolla y el tomate, incluso los ricachones que ahora lo piensan para comprar productos importados y de lujo, saben bien que se lo deben a un gobierno fallido, el de Felipe Calderón, panista, que nos sumió en una terrible crisis económica de la que se habla en tono optimista que se avizoran tiempos mejores pero no se dice cuándo. Eso los que todavía pueden ir a la tienda, al mercado, al súper, que muchos que quedaron desempleados no se pueden dar ese lujo y sobreviven con lo que Dios les da, que a veces es solo tortilla, sal y un poco de manteca o de frijoles, cuando lo consiguen.
Soy de los que gusta ir al tianguis semanal (los jueves, al que se instala en el mercado San José, que es el que más cerca me queda), pero nunca dejo de visitar los mercados populares porque ahí transcurre gran parte de la vida diaria de un gran sector de la población, y también cuando puedo voy al súper, y me ha tocado escuchar los reproches de las señoras a sus maridos cuando checan los precios: “Mira, ¿ya ves?, sigue votando por el PAN, por Calderón”.
Pero también me ha tocado escuchar las imprecaciones contra Felipe Calderón, contra el gobierno federal, contra el PAN y contra sus candidatos, cuando la gente de clase media va a echar gasolina a su carro. Ahora con el dinero con el que antes llenaban un tanque, ya no lo pueden hacer y, claro, les rinde menos, pero también las maldiciones son por el alza al precio del gas, y quien haya tenido oportunidad de viajar a las zonas calurosas habrá escuchado los denuestos por el alto precio que se paga por el consumo de energía eléctrica.
Soy hombre de medios y de gobierno y convivo con la clase política, pero también siempre que puedo procuro estar con el hombre de la calle, me subo y viajo en camiones urbanos, en taxis, voy a los mercados populares, porque ahí es donde realmente veo reflejada la realidad real, válgaseme la expresión, y por eso me guío para afirmar que el ciudadano común y corriente no está nada conforme ni satisfecho con la situación que vivimos y que va a castigar al gobierno federal y a su partido, el PAN, en las urnas, que es la única forma efectiva que tiene de protestar.
No hay nadie que pueda negar la influencia de las mujeres en su hogar, en especial de las jefas de familia: influyen en el esposo, en los hijos, pero también hace eco con el resto de sus familiares, con sus vecinas, con sus conocidas, y ellas ya tienen muy definido su voto desde ahora: no van a votar por el PAN.
De todos modos habrá que esperar a la noche del 4 de julio para esperar la confirmación de su decisión ya tomada. ¿Debates? El debate más efectivo, real, indiscutible, es el de las amas de casa. Ellas lo realizan a diario con las condiciones que la realidad les impone. Y dé por seguro que no lo van a perder, no están dispuestas a perderlo. Cuidado con las mujeres.