Las imágenes le dieron la vuelta al mundo. La televisión las repitió una y otra vez. El video está en los portales web. Los diarios publicaron las fotos algunos incluso en su primera plana. José Tomás, el famoso torero español, fue prendido por “Navegante” (473 kilos) el quinto toro de la segunda corrida de la Feria de San Marcos en Aguascalientes la tarde del sábado 24 de abril. El bravo animal lo enganchó del muslo izquierdo en una cornada de gravedad que le seccionó la femoral y que lo dejó al borde de la muerte. El diestro madrileño dejó un gran charco de sangre en el lugar del percance y fue trasladado de inmediato a la enfermería de la plaza con una severa pérdida de más sangre en su recorrido.
Se calcula que perdió hasta tres litros. Tenía una herida de 10 centímetros y de tres trayectorias en el triángulo de escarpa que afectaron las venas femoral y safena (previamente, el pitón izquierdo de “Navegante” con el que prendió a Tomás se había astillado tras un derrote –cornada que da el toro levantando la cabeza con un cambio brusco de dirección– en la barrera a su salida al ruedo). José Tomás vive para contarlo, en especial gracias a un modesto médico mexicano de provincia que ha pasado ya a la historia de la medicina deportiva del mundo especializada en la rama taurina y cuya destreza tiene asombrados a los propios especialistas españoles.
El caso se sale fuera de lo normal y acaso por eso mismo el diario EL PAIS de España, donde si de algo saben es de toreo y de cornadas y de asistencias médicas (bien se puede decir que es el deporte nacional por excelencia), le dedicó dos planas en su edición del martes 27 de abril y una ayer miércoles en las que incluyó dos artículos firmados por dos eminentes médicos ibéricos, Ramón Villa, cirujano jefe de la Real Maestranza de Sevilla, y Máximo García Padrós cirujano jefe de Las Ventas en Madrid.
Qué grave estaría el torero que su padre, llamado también José Tomás, llegó detrás de su hijo a la enfermería, según recogió su testimonio EL PAIS. “Se me cayó el alma a los pies. Había mucha gente. Todos hacían algo pero yo no sabía si los doctores tenían los medios técnicos. No podía aguantar aquella tensión, ni ayudaba en nada que estuviera ahí. Pensé lo peor. Recé. Le pedí a Dios con todas mis fuerzas y me salí”.
Hubo alguien que fue fundamental para ayudar a mantener con vida al torero: Alejandro Prado, “El Harris”, diestro que ese día participaba también en la corrida. “En cuanto vi la cornada aventé mi capote y lo primero que se me ocurrió fue sujetar al matador. Era impresionante cómo brotaba la sangre. Puse la mano sobre la herida y presioné para tratar de que no sangrara… Cuando lo dejamos (en la enfermería) estaba yo bloqueado, no podía creer lo que le pasó”. En efecto, las fotos muestran cómo él lleva metida la mano en la herida tratando de presionar para evitar más pérdida de sangre.
Pero decisivo fue el doctor Alfredo Ruiz Romero, quien sin pensarlo dos veces actuó con decisión y metió el bisturí en carne viva pues no había tiempo para esperar la anestesia.
Médico que tiene su consultorio particular pero también trabaja en el IMSS en Aguascalientes y además médico de la plaza Monumental desde 1991 dio su testimonio. Cuando llegó José Tomás él ya se estaba poniendo los guantes. Con presión quiso detener la hemorragia y nada.
“Mientras el anestesista se preparaba yo comencé a cortar y a poner pinzas y pinzas, porque sólo tenía unos segundos para salvarlo. Pero yo no le sentía el pulso. En pocos minutos el torero había perdido ya unos dos litros de sangre. Pudimos parar luego el flujo pero la presión era demasiado baja… hasta que por fin sentí que las arterias empezaban a pulsar”. Ya estabilizado lo pudieron trasladar al hospital Hidalgo, ahí mismo en Aguascalientes, y el milagro se consumó.
El cirujano jefe de las Ventas en Madrid, Máximo García Padrós, narra en EL PAIS que en un congreso de cirujanos taurinos en Aguascalientes tuvo la oportunidad de visitar la enfermería “y decepciona ver que una ciudad tan grande tenga unas instalaciones que dejan tanto que desear”. Presume que en Madrid “tenemos un banco de sangre que se renueva cada 21 días por seguridad”, porque en España es cada vez más normal que se pueda intervenir en la plaza. “No se sabe bien lo que le han hecho” (a José Tomás) escribió, mientras que Ramón Sevilla, el cirujano jefe de la Real Maestranza de Sevilla, también dio por escrito su opinión: “¡Hay que actuar! ¡Hay que salvar a la persona! Y allí, entre tanto barullo, surge la profesionalidad de un equipo que cohíbe la hemorragia, ventila al paciente y adopta la decisión adecuada de evacuarlo al hospital más cercano… y desde aquí, como cirujano taurino, expreso mi felicitación a todos los cirujanos y médicos taurinos de la plaza de toros y del hospital Hidalgo de Aguascalientes”.
«Al recordar, 36 horas después del percance, las lágrimas asoman de nuevo a su recio rostro. "¡¡Usted es un monstruo, doctor, ha hecho una faena apenas sin instrumentos!!", dijo el padre del matador herido al cirujano Alfredo Ruiz», se escribió en EL PAIS. En México lo diríamos con otras palabras: “¡Usted es un chingón!”.
Estimulante y honroso para México y en especial para la medicina deportiva mexicana. En especial, este médico de la plaza, Alfredo Ruiz Romero, quien ante las múltiples felicitaciones de que es objeto se limita a decir: “Fue una labor de equipo, cada quien pusimos nuestro granito de arena”, ha puesto muy en alto el nombre de nuestro país y ha demostrado cómo es posible incluso enfrentar a la muerte y derrotarla si se actúa con prontitud, determinación y entereza. Ahí está otro caso más para presumir ante el mundo y para dar de qué hablar bien de México.
Siendo este un caso exitoso y de reconocimiento internacional, tiene, sin embargo, su lado triste, decepcionante, que da coraje: lamentablemente este brillante médico ni se llama Joaquín, ni se apellida Sabina, ni es cantante, ni ha calificado al Presidente de ingenuo, ni es español, sino que es mexicano y seguramente por eso no se le invitó a comer ni a desayunar ni a cenar a Los Pinos, ni mereció siquiera una llamada de felicitación del Presidente o ni siquiera un reconocimiento público por parte del secretario de Salud del gobierno federal. El reconocimiento le ha tenido que venir del extranjero. Pero, siendo consecuentes, aceptemos que el Presidente no lo invite a Los Pinos ni le haga ningún reconocimiento, ¡pero por lo menos señor Felipe Calderón actúe usted como él, así, con prontitud, con determinación. Ya le demostró que sí se puede. Imítelo y no permita que se siga desangrando el país!