En el seno del PRI, o están seguros, pero muy seguros de ganar la elección del próximo 5 de junio, o saben controlar muy bien sus emociones para fingir seguridad, aunque no la tengan, no sólo de que van adelante en la contienda electoral sino que tienen asegurado el triunfo.
Luego se sorprende uno cuando habla con quienes toman las decisiones, o con quienes están cerca de los que toman las decisiones, y los escucha decir: vamos a ganar, con una tranquilidad pasmosa que hasta desconcierta.
El principal argumento que ofrecen para apuntalar su seguridad es que ellos tienen la estructura, esto es, el equipo humano conformado por los potenciales votantes, los cautivos a los que les llaman el voto duro, pero también el que va a manejar –y a manipular a su antojo– todo el proceso el día de la elección.
El PRI, pues, está atenido a su sistema de operación el mero día de las elecciones, experto en rellenar urnas, comprar votos, alterar actas del escrutinio y manipular el sistema informático del cómputo de los sufragios y, por lo que se advierte, esta vez no será la excepción que finquen en esa capacidad la victoria que esperan.
O sea, como le ha funcionado, una vez más van a atenerse a su vieja práctica, la del chanchullo, aunque, por las nuevas condiciones y circunstancias que prevalecen, habrá que ver qué tanta eficacia tiene o sigue teniendo, y si resiste el paso del tiempo cuando muchas cosas están cambiando.
Con esto último me refiero, por ejemplo, a que por primera vez en la historia del estado el PRI, el régimen priista en el Gobierno, ya no contará en su totalidad, o casi en su totalidad, e incondicionalmente con la prensa a su favor, pues otro de los grandes errores que cometieron los que ahora están en el poder, para bien de la democracia y de la sociedad, aunque mal para el sistema priista, fue haber perseguido en algunos casos, haberse peleado en otros, o dejado de pagarles a muchos o a casi todos, convenios o acuerdos que tenían pactados, lo que ha llevado a un deterioro de la relación que mantuvieron por muchos años y a la sana independencia de la prensa, que seguramente va a contribuir a un proceso más equitativo, donde tengan voces todos los contendientes.
Quedaron atrás los días en que por expresar públicamente una aspiración natural por contender para alcanzar la candidatura priista al gobierno del estado, como fue el caso del mismo candidato del PRI ahora, Héctor Yunes Landa, la primera batalla que tuvo que librar fue en contra del gobierno anterior, el de Fidel Herrera Beltrán, no obstante que eran de la misma filiación partidista.
Yunes Landa había aspirado a ser el candidato en 2010 y había cobrado relevancia siendo diputado local y presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso local, por lo que para restarle fuerza, Fidel lo depuso del cargo y a cambio le ofreció la dirigencia estatatal del PRI, a la que lo llevó pero sólo para destituirlo poco después y actuar en su contra con tal de imponer a su candidato Javier Duarte de Ochoa.
Pero no sólo lo despojó de la presidencia del tricolor sino que lo persiguió ordenando que le cerraran las puertas en las dependencias oficiales, amenazó a los alcaldes para que no le dieran ningún apoyo, habló (y pagó) a estaciones de radio, televisoras y periódicos para que no le dieran voz –muchas entrevistas ya concertadas se le cancelaron de última hora por presión oficial aunque él ofreciera pagarlas–, en columnas políticas se le empezó a golpear, se pagaban planas enteras en su contra, como aquella en la que supuestamente lo denunciaba un periodista, quien rápidamente se apresuró a aclarar que él no había mandado a insertar nada y que habían falsificado su firma. En general, todos le daban la espalda.
Esto lo tengo muy presente porque por aquellos días, cuando casi estaba prohibido mencionar su nombre, fui de las excepciones que rompió el veto y desafió el poder de Herrera Beltrán comentando bien la aspiración de Yunes Landa en mi columna “Prosa aprisa”, pero también pidiendo respeto para su aspiración y para que cesara la persecución en su contra.
Aún recuerdo que estando un día en gira por el norte el defenestrado aspirante, cuando ningún medio de la región les quiso publicar ni transmitir nada aunque se les ofrecía pagar por adelantado, el colega Gustavo Cadena Mathey, operador de prensa de Héctor entonces tuvo que “bajar” mi columna de internet donde hablaba yo de él, la fotocopió por cientos y las fue repartiendo en todos los actos como una forma de publicitarlo y hacerle propaganda.
Otra excepción fue un grupo de compañeros conformado por Joaquín Rosas Garcés, Víctor Murguía Velasco, Raymundo Jiménez, Manuel Rosete Chávez y José Ortiz Medina, quienes entonces tenían un programa de análisis en Radiotelevisión de Veracruz (RTV), “En Abierto”, que alguna noche en un programa en vivo abrieron el debate para que el maestro Guillermo Zúñiga Martínez (q.e.p.d.), Rafael Arias Hernández y Gonzalo Morgado Huesca abogaran también por Héctor y reprobaran el acoso de que estaba siendo objeto.
Pero, en general, el control de los medios, con sus contadas excepciones, era férreo, y si al mismo aspirante del PRI lo bloqueaban, cuantimás era con el desde ya entonces enemigo número uno de la fidelidad, del Palacio de Gobierno, Miguel Ángel Yunes Linares, cuyo nombre estaba estrictamente prohibido mencionar, so pena de que retiraran el convenio, el contrato de publicidad, o el acuerdo de pago sin documento de por medio a quien lo hiciera, de tal forma que estaba proscrito de las páginas de los periódicos, de los noticiarios de radio o de televisión, porque entonces los portales informativos no tenían la fuerza de penetración de que hoy gozan.
Hoy, para salud de la democracia y de la sociedad veracruzana, las cosas han cambiado. No sólo se puede mencionar ya con toda libertad el nombre de Miguel Ángel, sino que algunos medios, aunque sea para desquitarse del Gobierno priista que no les paga más y que les adeuda sumas millonarias por esos contratos, convenios, o acuerdos pactados pero incumplidos, a propósito hasta reproducen textualmente las declaraciones o los boletines de prensa del panista, muchas veces llenos de duros calificativos contra el propio gobernador o el candidato del PRI, aunado ello a que ante el vacío que dejó la administración por su divorcio con la prensa, el astuto precandidato blanquiazul lo está llenando y tiene acercamiento con ella y, según se comenta, está ofreciendo, o estaría por ofrecer, atractivos acuerdos con tal de que manejen bien su imagen, y a quien le dan PAN que llore.
El PRI, pues, se aferra a sus viejos métodos. No cambia (ya escuchamos los nombramientos de futuros funcionarios sólo con base en la compadrecracia, o la imposición de candidatos afines a quienes toman las decisiones) y no quiere ver que todo está cambiando o ha cambiado ya.
Hoy hay una prensa plural, ya no controlada, crítica, no incondicional, más profesional, a la que si se le desdeña y no se le toma en serio, esto es, no se le informa para que informe en forma suficiente, no se le razona y argumenta, no se le precisa, no se cabildea con ella, no se le toma en serio, y si se le trata de presionar o acosar, inclinará el resultado hacia donde vea la mejor opción para el mejor desarrollo y ejercicio de su libertad, la de informar.
En este contexto, no puedo más que felicitar, y felicitarme por el espacio que tengo ahí, al portal informativo alcalorpolitico.com y a su Director General y mi compañero de muchos años de ejercicio periodístico, Joaquín Rosas Garcés, por el décimo primer aniversario de dicho periódico virtual, ejemplo del buen periodismo al que aquí me refiero.
En general, mucho hemos avanzado en Veracruz en el desarrollo de una nueva prensa y no debemos dar un solo paso atrás. Los políticos y gobernantes deben saber y entender que como prensa, como empresa periodística (toda empresa aspira a tener ganancias, claro está, siempre y cuando sean legales), prestamos un servicio a la sociedad, a la opinión pública, y que en nuestros medios vendemos espacio, pero no nuestra conciencia ni nuestro criterio editorial.
Una buena prensa, independiente, profesional, responsable, fortalece a los mismos hombres en el poder. Los hace, los obliga a ser mejores. Los grandes ganadores, que sí los hay, son los ciudadanos y el estado en general.
El proceso electoral en desarrollo, las campañas en puerta, serán diferentes. Hay una nueva prensa. Seguro que hará la diferencia.