En el ejercicio del gobierno, cuán importante y a veces hasta decisivo para bien es que un colaborador sepa decir que no. Y si eso es digno de destacarse, todavía es más relevante que el gobernante en turno sepa escuchar y que actúe –o que no actúe– en consecuencia.
El domingo que pasó se fijó como fecha para inaugurar el puente vial frente a Plaza Crystal en Xalapa bautizado ya como Bicentenario Chedraui Caram. Simple y sencillamente como no estaba totalmente listo, se difirió la fecha para el próximo 25 de junio. Y ya. No pasó absolutamente nada malo.
Dos secretarios que estuvieron desde muy temprano en la obra fueron el titular de Finanzas y Planeación y el del ramo, el de Comunicaciones. Los vi subiendo y bajando por la obra y con el teléfono celular al oído.
Salvador Sánchez Estrada, secretario de Finanzas, es un hombre serio, mesurado, ajeno a los reflectores, de trabajo, tiene la virtud de la prudencia, es responsable y, algo muy valioso para el servicio público, sabe decir que no.
Por lo menos eso es lo que deduzco, porque según se advertía claramente en comunicación con el titular del Ejecutivo vía telefónica le reportaba que la obra no estaba terminada, lo dijo una y otra vez y –me imagino, no me consta– seguramente le sugería, le aconsejaba, que no se inaugurara algo que no estaba terminado.
La actitud de Sánchez Estrada no tendría nada fuera de lo normal si no fuera porque es común que al hombre del poder, que al gobernante en turno, no le gusta que le digan que no. Es un defecto de nuestra democracia. El hombre del poder se cree infalible, pretende que su voz sea la única y además la única cierta, que su voz sea la voz de Dios.
Y no es ninguna novedad que, lamentablemente, también por historia y tradición, el colaborador muchas veces deviene sobre todo en un servidor, en un humilde servidor incapaz de decir que no, que cae en la sumisión y que a todo dice que sí con tal de complacer o de conservar su posición así sea la más ínfima aunque sepa que está mintiendo.
Muchas veces el gobernante, el hombre de poder, quiere que le digan lo que quiere escuchar no la verdad. Por eso también es una virtud, aunque muy escasa y muy rara, que el hombre de poder sepa escuchar otra voz diferente aunque no lo complazca. Hacerlo denota humildad y sencillez, sentido común, sentirse mortal y saber y aceptar que también el poder tiene límites que si se rebasan ofrecen riesgos.
A buena hora de la tarde cuando visité la obra el simple sentido común me dijo que no iba a estar lista la obra para ser inaugurada. La noche del domingo esperé hasta el final para ver el comportamiento que asumía Fidel Herrera Beltrán y me gustó saberlo con los pies bien puestos en la tierra, realista y, además, responsable: como la obra no estaba lista totalmente prefirió que se cambiara la fecha para la inauguración oficial. Nada de caprichos.
Viendo la decisión desde un punto de vista práctico, sin duda fue lo mejor. Si ya hemos esperado mucho, qué más da otros días con tal de que todo funcione bien y con seguridad. Muchas veces cuántos problemas no se hubieran ahorrado si las autoridades en muchos lugares hubieran decidido esperar el tiempo necesario para inaugurar una obra.
Así, Fidel dio muestras de que sabe escuchar, de que acepta que le digan que no, pero además atiende sugerencias de sus colaboradores, escucha. En parte esto explica el enorme éxito político que tiene y que, según me comentan a menudo compañeros reporteros de línea crítica o muy crítica, aunque muchas veces no están de acuerdo con él lo van a extrañar porque, según ellos, no encuentran esa apertura que tiene con ellos en los candidatos que hoy contienden por la gubernatura.
Sobre el puente, me llaman la atención algunas inconformidades de ciberlectores que escribieron al portal
www.alcalorpolitico.com para mostrar su desacuerdo que lleve el apellido Chedraui Caram. En principio eso refleja lo pendiente que está hoy la sociedad sobre lo que acontece en su entorno y que de esa forma participa o desea participar en la toma de decisiones sobre asuntos públicos. Están en su derecho.
Poco pero conocí en vida al señor Antonio Chedraui Caram. Era un hombre tranquilo, emprendedor, ejemplar jefe de familia, trabajador, que quería a Xalapa. No es ningún secreto que a base de mucho esfuerzo y dedicación y con mucha visión forjó la base del imperio comercial que hoy es el Grupo Chedraui.
Tal vez las nuevas generaciones ignoran que empezó como un simple tendero en el espacio de lo que todavía es hoy la tienda Chedraui en la calle Lucio en el centro de la ciudad.
Y de ahí pa’l real, como comúnmente se dice. Ciertamente el señor Chedraui Caram hizo mucho capital, pero lo hizo trabajando, en forma honesta, y dejó algo que por sí sólo merece el homenaje que le hace ahora el gobierno de Fidel Herrera Beltrán imponiéndole su apellido al puente: creó miles de fuentes de trabajo que dan el sustento a miles de familias xalapeñas, veracruzanas y ahora de muchas ciudades del país, además de que convirtió a Xalapa en un referente del origen de un emporio comercial que compite ya no sólo con las más grandes cadenas comerciales de México sino incluso de capital extranjero.
Yo sé de muchas estatuas, calles, avenidas, edificios públicos, puentes, etcétera, etcétera, que llevan el nombre de políticos, de sus esposas o de alguno de sus familiares, no obstante que saquearon las arcas públicas o que con su mala actuación como gobernantes hundieron para siempre en la pobreza o en la miseria a miles, a millones de mexicanos.
Alguna inconformidad surgió también cuando se pretendió colocar una estatua del ahora san Rafael Guízar y Valencia en la escalinata de la Catedral de Xalapa. Las autoridades eclesiásticas y las municipales cedieron a las protestas y la estatua fue a parar a la salida de la ciudad rumbo a Las Trancas. Tampoco la querían ahí, pero ahí está, sin hacerle daño a nadie.
Los señores Chedraui ni me conocen y no tengo ningún interés de ningún tipo con la familia ni con la empresa. Al único que conozco de ellos es al alcalde David Velasco Chedraui, pero nuestra relación se limita al trato de trabajo.
Nada más. Pero yo sí considero de justicia y apruebo el homenaje a don Antonio, que en paz descanse. Nos debe servir de ejemplo de cómo es posible triunfar a base de trabajo, de esfuerzo, de dedicación y en forma honesta