Lo qué son las cosas. Cuando uno piensa que ya ha visto todo, la realidad lo saca de su error. En especial cuando piensa que ya ha visto todo en política, como sucede ahora. Si alguien a mí todavía el año pasado me hubiera dicho que el panismo histórico de Veracruz habría de desaparecer para dar paso a un panismo priista, en primera hubiera entrado en confusión sobre el concepto y luego francamente no lo hubiera creído. Pero sí. Estamos ante un híbrido compuesto por un panismo sólo de nombre y un priismo de acción que quién sabe en qué va a terminar.
Este panismo priista o priisado, si vale el término, ha surgido ante la purga habida en el grupo que había venido manejando la dirigencia estatal del PAN por parte del grupo de ex priistas que se ha apoderado del control de ese ¿partido? (La última versión que leí sobre el caso la manejó ayer el colega Joaquín Rosas Garcés en su portal
www.alcalorpolitico.com donde refiere que el famoso Pipo Vázquez Cuevas está en México a disposición del CEN blanquiazul en espera de que le ofrezcan una salida honrosa aunque sea que lo nombren delegado de lo que quieran en algún otro estado donde habrá elecciones, confirmando lo que al respecto había manejado también el columnista Raymundo Jiménez). Ahora se impone preguntar qué queda o si algo queda del panismo histórico del estado, porque poco a poco sus figuras –y muchos militantes originales– se empezaron a ir primero porque no estaban de acuerdo con la forma en que Pipo manejaba su partido, luego por la misma persecución que desató Vázquez Cuevas y su grupo contra quienes se les rebelaron, más tarde por la imposición que se hizo del candidato al gobierno del estado y ahora porque los arribistas han acabado con lo poco que quedaba del panismo-panismo veracruzano.
Con todos sus asegunes, el grupo panista tradicional ahí la llevaba. Se peleaban entre ellos pero no rompían totalmente pues había puntos de coincidencia que los unía por encima de cualquier diferencia como, por ejemplo, el religioso católico. En Veracruz les costó mucho trabajo y mucho tiempo –a diferencia del panismo de otros estados o regiones del país, acaso por la tradición liberal de Veracruz– configurarse como un verdadero partido político (a mi juicio nunca se consolidaron como tal) y eso sólo lo lograron en forma circunstancial arrastrados por la corriente innovadora que en su momento representó el foxismo.
En realidad, hasta antes del 2000 nunca fueron una fuerza política que pesara, que se considerara como tal, que representara un riesgo para el priismo, que ha sido la fuerza dominante en el estado, y a los mismos veracruzanos sorprendió hallarse de pronto con que a los cargos de elección popular llegaban nombres y hombres y mujeres a quienes nunca antes en su vida habían escuchado porque nunca antes habían figurado. Haya sido como haya sido, lo cierto es que bajo la dirigencia de Pipo Vázquez Cuevas llegaron a tener una fuerza sin precedente y a casi gobernar la mitad de los municipios veracruzanos, muchos de ellos con candidatos propios y otros con priistas inconformes, a tener el control mayoritario en el Congreso local y a formar lo que ellos llamaron el poderoso corredor Boca del Río-Córdoba-Orizaba por la importancia de esos municipios y por la relevancia de sus militantes muchos de ellos poderosos empresarios. Apenas hace cinco años y cinco meses ese panorama fue el que se encontró y al que se enfrentó
el actual gobernador.
Siempre estará en el plano de la discusión si en realidad el panismo surgió por méritos propios o sólo porque el priismo mismo agotó la paciencia de los mexicanos con sus errores y vicios producto del autoritarismo y el centralismo vertical como forma de gobernar. En 2000 expresaron, gritaron en las urnas su inconformidad, que querían un cambio y votaron por la que les pareció la mejor opción, sobre todo por la esperanza que despertó Vicente Fox con su fanfarronería y su folclorismo que se vieron como un forma de irreverencia contra el poder establecido. Los desesperanzadores resultados ya todos los conocemos.
De hecho de entonces venía, de hace apenas diez años, el grupo que de pronto surgió como una nueva opción y una nueva oferta política en el estado. Antes había habido algunos triunfos resonantes del panismo, pero en realidad no eran de militantes propios sino de ciudadanos a quienes el priismo por una u otra razón había hecho a un lado ante su pretensión de participar y llegar a ocupar alguna representación política. Poco ha durado este grupo pues apenas en dos lustros prácticamente se ha diluido o lo han diluido.
¿Qué queda entonces del panismo histórico, tradicional, veracruzano? Porque ahora lo que queda de la maltrecha dirigencia la manejan desde el Ayuntamiento de Boca del Río y quienes en realidad manejan los asuntos de los blanquiazules: la candidatura al gobierno del estado, a las diputaciones locales y a los ayuntamientos ¡o sea todo! son los mismos personajes que dirigieron el Comité Directivo Estatal del PRI en 1997. ¿Militancia auténtica? Es de dudarse. Quienes siguen al abanderado blanquiazul al gobierno del estado más bien parece que son priistas inconformes o personas a las que en este sexenio no se les dio cobijo en algún negocio, en alguna nómina, en algún contrato, en algún favor.
¿Panismo priista? Sí ¡aunque –como dijera Ripley– usted no lo crea! Y todavía lo que habremos de ver.
En otro tema, el domingo por fin votó el arpa el vocero de la arquidiócesis de Xalapa presbítero Quintín López Cessa. Ya había hecho un intento por dejar la vocería de la Iglesia Católica de la capital del estado hace tres años cuando se jubiló el siempre bien querido Arzobispo Emérito Sergio Obeso Rivera. El famoso padre Quintín se dice cansado y siempre se quejó de que él decía una cosa y los reporteros la interpretaban por otra, que a nadie le interesaba transmitir la pastoral de la Iglesia sino que le daban una connotación política a lo que declaraba. Nueve años estuvo al frente de la responsabilidad y pocos recuerdan que suplió al primer vocero que tuvo la arquidiócesis el padre José Benigno Zilli Mánica, ex colega porque durante mucho tiempo escribió en el semanario Punto y Aparte y colaboró en un noticiario de radio de la capital y para quien, a propósito, le ruego a Dios lo ayude a superar su crítico estado de salud. Al padre Quintín, ánimo, a recobrar fuerzas y a prepararse para otra próxima encomienda. Ahora debe saber cuán desgastante es a veces el trato periódico con representantes de medios.