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Arturo Reyes Isidoro

Prosa Aprisa

Aquel México de la Familia Burrón

25/05/2010 09:31 p.m.
Sí, me confieso, yo soy de la generación de quienes crecieron leyendo la Familia Burrón en la segunda mitad del siglo pasado y por eso no puede dejar de afectarme, de alguna manera, la muerte de su creador Gabriel Vargas ayer martes. Retrató toda una época de México, su forma de vida, sus personajes, sus costumbres, su lenguaje. A las nuevas generaciones seguramente ya no les dice nada, más cuando la internet les trae la globalización en cuestión de segundos o de minutos hasta sus mismos sitios donde encienden una computadora y los que les sobra es qué ver o leer o escuchar.

Me remonto a aquéllos años, y a los muchachos de ahora seguramente se les hace imposible creer que, por ejemplo, hubo una época en que ni en sueños pensábamos que íbamos a poder transportar líquidos en una bolsa de plástico. Hasta entonces lo que habían inventado, lo más avanzado era el papel de estraza corriente sólo para envolver la manteca sólida, la carne, el kilo de frijol o  arroz, los chiles curtidos en vinagre, no se inventaban las tortilladoras mecánicas y los vasos de plástico ni en sueños no los imaginábamos sino que habían unos de cartón forrados con cera, que todavía a finales del siglo pasado me encontré en La Habana, Cuba.

Entonces el medio masivo predominante era la radio, en Amplitud Modulada. Tampoco nos imaginábamos que iba a existir algo que se llamara Frecuencia Modulada. Famosos eran aquellos aparatos Philco, Telefunken o Punto Azul, de bulbos (creo que todavía se siguen vendiendo en La Habana, por lo menos ahí los vi en vitrinas) norteamericanos o alemanes y las estaciones de radio se podían contar con los dedos de la mano y sobraban. Las señales viajaban en ondas que cuando chocaban con zonas en el aire con mal tiempo la recepción que teníamos era muy defectuosa. Entonces tener un radio de onda corta era un verdadero lujo y era el único medio por el que se podía tener contacto con zonas remotas del mundo, con una señal la mayor parte del tiempo muy débil. Cuándo íbamos a imaginar que llegaría un día en que en una pequeña pantalla en casa íbamos a poder ver imágenes de hechos al mismo tiempo que se producían en cualquier lugar de la Tierra o que íbamos a poder sintonizar estaciones de radio de todo el mundo en forma instantánea y con la más variada programación. Eso ni no los imaginábamos y si lo hacíamos lo considerábamos como algo de ciencia ficción.

Un aparato de radio era entonces el centro de reunión. Tenía entonces una función social: congregaba y acercaba incluso a toda una comunidad. Y es que no todo mundo tenía un radio. Quienes ahora se sientan en su casa o en su oficina o en algún bar o donde sea y ven simultáneamente al mismo tiempo que ocurre un partido de fútbol en Inglaterra, no tienen ni la más remota idea de cuando nosotros nos acercábamos a quien tuviera un aparato para escuchar la transmisión de las peleas de campeonato mundial de box, que eran entonces el atractivo, o los partidos de la Serie Mundial de Beisbol de los Estados Unidos que transmitía un famoso cronista “Buck” Canel que hasta ahora he venido a saber que se llama Eloy.

Sobre todo ahora con esto de la delincuencia organizada, nunca he dejado de recordar cuando en México, en el país, en la época de oro de la Familia Burrón, había tiendas que vendían armas, pistolas, balas, como hay armerías en los Estados Unidos. Por lo menos yo recuerdo una en mi natal Coatzacoalcos, acaso entonces un puerto pequeño y en buena medida un pueblo de pescadores de 30 mil habitantes, en la calle Hidalgo que se llamaba Casa Montalvo y donde vendían también muebles de oficina de una marca, DM Nacional, que no sé si todavía existe.

Entonces llegaba la revista Life en español a México y los únicos diarios nacionales eran Excelsior y El Universal y el primero de ellos publicaba los lunes Lunes de Excelsior y los jueves Jueves de Excelsior en los que publica un famoso caricaturista veracruzano “La Ranita” Freyre, y era famosa una revista policiaca que se llamaba Magazine de Policía en el que aparecía una tira cómica de un policía que se llamaba “Popocha El Guardia” que hizo época. La revista política por excelencia de México era Siempre! Presencia de México donde escribía una generación de periodistas y escritores ilustres que ejercían la crítica lúcida, inteligente, semanario que hacía las veces de lo que hoy, de alguna forma, es Proceso.

Nadie se imaginaba que iban a existir los Ipods y los teléfonos celulares y existían los teléfonos residenciales pero sólo unos cuantos los tenían y sabíamos de su existencia porque los veíamos en las películas. Entonces, recuerdo y ahora me río, a los menores de edad de esa época nos prohibían la entrada al cine cuando pasaban alguna película de Rosa Carmina o de Tongolele porque se les abría tantito la falda de su vestido y se les veía unos centímetros de pierna. En los cines de casi todos los pueblos los miércoles había función popular y proyectaban tres películas por un mismo precio.

Eran la novedad los discos de acetato de 45, 70 y 120 revoluciones por minuto que se tocaban en consolas o modulares de grandes platillos giratorios y agujas y eran unos verdaderos chavos Angélica María, César Costa, Enrique Guzmán y Alberto Vázquez. Entonces dos de las marcas predominantes eran la RCA Víctor que se distinguía por la figura de un perro frente a un gramófono montado sobre un fonógrafo, y Orfeón.

Pedro Infante, Jorge Negrete, María Félix, Cantinflas, Luis Aguilar, Flor Silvestre, Miroslava, Tongolele, Tin Tan, Viruta y Capulina, Clavillazo, Vitola, eran las grandes figuras del cine. Era una novedad que en algunas ciudades de pronto se corría la voz que en el cruce de alguna calle, entonces casi todas sin pavimentar, iban a pasar una película. Y sí. Llegaba una especie de combi de una empresa que vendía leche Nido y sobre el vehículo montaban una pequeña pantalla en la que proyectaban la cinta. Cuando terminaban, hacían concursos y nos daban a beber un vaso de leche Nido que nos sabía a gloria. También recorría el país una pequeña carpa de titireteros, La Carpa Chicho, de una familia de Guadalajara.

Era un México que siempre añoraremos como siempre añoraremos al maestro Gabriel Vargas y a su familia, a nuestra Familia Burrón.
 
 

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