El 4 de junio de 2008 reseñé en “Prosa aprisa” una semblanza y entrevista que el corresponsal de la revista Proceso en Washington J. Jesús Esquivel hizo de y a la mítica periodista norteamericana Helen Thomas, la decana de los corresponsales de prensa de la Casa Blanca.
Decía yo entonces que el trabajo del periodista mexicano había tenido el propósito de destacar que la emblemática y legendaria reportera, a sus 88 años de edad entonces, seguía activa y se mantenía como la decana de los reporteros de la Casa Blanca a pesar del mal trato y del ninguneo que recibía por parte del Gobierno norteamericano, o sea, en ese entonces, del presidente George Bush.
“Helen Thomas, como se apunta bien en la semblanza, está considerada como una de las pocas periodistas con autoridad moral y ética para criticar abiertamente no sólo a su gremio, sino las políticas del presidente George W. Bush, lo que le ha valido que por ello éste la haya vetado”.
Escribí: “La señora Thomas ha sido una verdadera piedra en el zapato de los presidentes norteamericanos por su apego a la verdad. Es tenaz, incisiva (el apodo con el que se le conoce es el de ‘perro guardián de la Casa Blanca’), informada, ética, profesional a toda prueba y, sin duda, valiente, pues no se doblega ante nada ni ante nadie. El mismo corresponsal de Proceso nos lo recuerda cuando nos describe que la Casa Blanca le asignó un pequeño lugar de trabajo en la sala de prensa, donde tiene un pequeño escritorio ubicado en el pasillo que conduce a los baños y junto a los percheros, ‘pues, a diferencia de sus colegas, Thomas no tiene una oficina o cubículo propio’. ¿Y qué dice a eso la leyenda viviente del periodismo? ‘A mí no me interesa ni me preocupa el trato que me dan. Yo cumplo con mi papel y mi responsabilidad y ellos con la suya, aunque se refleja en ellos que tienen miedo a mis preguntas, que no son otra cosa más que cuestionamientos legítimos”.
Apunté entonces entre paréntesis: “(La señora Thomas, que ha recibido todas las distinciones posibles, atesora como una preciada medalla la que le otorgó, sin querer, Fidel Castro. Fue cuando el diario USA Today le preguntó al líder cubano cuál era la diferencia entre la democracia en la isla y la de Estados Unidos. Y Castro respondió: ‘Que yo no tengo que responder las preguntas de Helen Thomas’. Ella sonríe, ahora, cuando se da cuenta de que George Bush ‘está en ese mismo bote. Tampoco quiere responderme’. Durante la mayor parte de los más de 50 años que lleva como corresponsal en la Casa Blanca fue la encargada de abrir las conferencias de prensa con la primera pregunta y concluirlas con el clásico ‘Gracias, señor presidente’. Así fue desde John F. Kennedy hasta Bill Clinton. Pero Bush acabó con esa tradición. Una pequeña venganza personal contra la periodista que le ha hecho las preguntas más incisivas)”.
“¡Admirable! ¡Ejemplar! He ahí a una gran mujer, a la legendaria Helen Thomas, a la autora de cuatro libros, a la primera mujer en presidir el Club Nacional de Prensa de los Estados Unidos, a quien groseramente la Casa Blanca, la vocera presidencial Dana Perino y el mismo presidente Bush le faltan al respeto y la ningunean, pero ella no abandona su actitud ni su compromiso y no le importa que la arrumben en un espacio que va a los baños… Qué admirable también que no se haya amargado, que entienda y tenga bien claro que así son y se dan las cosas en la relación prensa-poder y que en lugar de enfadarse tome las cosas con alegría”, agregué.
Rematé en aquella ocasión: “Cuánto tenemos que aprenderle. Cuánto tienen que aprender nuestras y nuestros jóvenes reporteros. Ni actitud de vaca sagrada ni pose de diva. Mucha dosis de humildad y la sencillez que sólo poseen los grandes. Como se ve, la señora Thomas piensa morir como las buenas y como los buenos: con las botas puestas”.
Pues ha muerto con las botas puestas, aunque por fortuna no físicamente, aunque sí profesionalmente. Lo anterior arriba consignado lo recordé y lo recuperé cuando leí ayer en el portal del diario español EL PAIS.com que un desafortunado comentario sobre Israel forzó su marcha del periodismo del cual es una leyenda viviente.
En un país con fuertes intereses con el Estado judío, pero además donde el periodismo se rige por un alto nivel ético que obliga a la imparcialidad, a la objetividad, al equilibrio, la señora, hija de inmigrantes libaneses, despotricó contra Israel.
Según la corresponsal de EL PAIS, con motivo del Mes de la Herencia Judía la señora Thomas fue entrevistada para una página web de inclinación judía y al pedirle un comentario sobre Israel su respuesta fue contundente: “Dígales que se larguen de Palestina”. Todavía se le insistió: “¿Algún mejor comentario sobre Israel?”, a lo que explicó sus tesis: “Recuerde, esta gente (los palestinos) están siendo ocupados en su propia tierra. No es la tierra ni de los alemanes ni de los polacos”. Pero no se le puede acusar de incongruente porque ella siempre ha mantenido una defensa de los pueblos agredidos por Israel y su aliado el gobierno de los Estados Unidos y ese fue motivo de muchos desencuentros con los presidentes de su país en especial con Bush. En aquella entrevista con el corresponsal de Proceso a que hago alusión, ella aclaró que no le hacía falta ni le interesaba la fama. “No lo hago por aparecer en la televisión. Yo hago las preguntas que le interesa al pueblo estadunidense. Que nos den una razón por la cual
estamos en una guerra injustificada, o que me expliquen qué derecho tiene Estados Unidos para matar a miles y miles de iraquíes”.
Hoy los enemigos del pueblo palestino en Estados Unidos han iniciado ya una ofensiva en su contra. Ella seguramente será elevada casi hasta mártir de todos los pueblos árabes y musulmanes enemigos de Israel. Seguramente es lo que menos le interesará. Lo que le debe tener tranquila y satisfecha es que se ha ido con sus convicciones y por decir la verdad, su verdad. Jamás claudicó. Cuánto tenemos que aprenderle.