No puedo iniciar esta vez sino expresando mis más sentidas condolencias a las familias Hernández Palacios y Hakim Santiesteban por la pérdida de Irene y de Fouad. A Esther, el abrazo de solidaridad más sentido. Para todos los dolientes, le ruego a Dios los ayude a enfrentar y superar lo más pronto posible el difícil, durísimo trance por el que atraviesan.

Se respeta el dolor de las familias y por lo mismo me limito a expresar mi confianza en que las autoridades esclarecerán debidamente los hechos para tranquilidad de toda la sociedad.

Me sumo a la condena que hizo ayer enérgicamente el gobernador Fidel Herrera Beltrán ante lo que calificó como una cobarde agresión y es de desearse que tenga éxito la búsqueda exhaustiva de los individuos que perpetraron tan reprobables actos y se les castigue con todo rigor.

 

No puede más que aprobarse la instrucción que dio al Gabinete de Seguridad  del Gobierno del Estado para que lleve al cabo las acciones que sean necesarias para evitar que los hechos queden impunes, así como también que se esté trabajando en el caso en estrecha coordinación con todos los organismos que integran el Sistema Nacional de Seguridad Pública.

Cuando suceden hechos como los que conmueven a la sociedad xalapeña, lamentablemente sólo así, se cobra conciencia de la necesidad de estar unidos población y gobierno, de fortalecer las instituciones de seguridad y de evitar más violencia así vea verbal-política-electoral.

Habrá que esperar a que las autoridades hagan lo suyo, pero los candidatos, del partido que sean y a la posición que sea, no deben olvidar que la población está harta de las noticias de hechos de violencia con saña que se dan en otros lugares del país como para todavía acumular las que generan la polarización que hacen algunos de las campañas políticas.

Con todo y contra todo lo que se dice, sin negar que en Veracruz también se dan hechos de violencia como el que ahora conmueve a Xalapa y condenamos y también pedimos y esperamos que se esclarezca, con todo, todavía vivimos por fortuna en un estado con un buen clima de paz social, no contamos los muertos por violencia como en Chihuahua o en Guerrero con sumadora digital porque ya no nos alcanzan los dedos de la mano y podemos salir a la calle y hacer nuestra vida diaria sin sobresaltos.

Se desea que las autoridades todas, de las tres instancias, redoblen sus esfuerzos para garantizar la seguridad de la población.

Dijo el gobernador Fidel Herrera Beltrán ayer: “Es mi profunda convicción, y a ello me dedico con ahínco, lograr que nuestro estado se preserve seguro y sea un lugar donde hombres y mujeres, juntos con sus familias, puedan vivir, como hasta hoy lo han hecho, tranquilos y con mejores posibilidades de bienestar social y económico”.

Esa convicción y ese deseo lo compartimos todos. Tenemos que unirnos  para hacer frente a la delincuencia organizada y no organizada y no permitir, por ningún motivo, que se descomponga el buen clima que vivimos en el estado. Horroriza tan solo pensar que como en otros estados amanecieran todos los días hieleras o bolsas de plástico con cabezas humanas por donde quiera o que se dieran matanzas o fusilamientos masivos como de los que tenemos noticias han ocurrido en el norte del país.

En Veracruz estamos a tiempo y tenemos todo para lograrlo. No nos dejemos.

Pero hoy es 10 de junio y para la mayoría de la población, en especial la joven, la fecha no le dice nada. Para quienes éramos jóvenes en 1971 no pasa inadvertido que en ese año, un Jueves de Corpus, el gobierno federal reprimió a centenares de estudiantes con el grupo paramilitar conocido como Los Halcones y consumó una matanza cuyas cifras precisas nunca se esclarecieron como ocurrió también con las de 1968.

Como única secuela legal, actualmente se mantiene en proceso al ex presidente Luis Echeverría por el delito de genocidio. En el año del bicentenario del inicio de la Independencia y en el del centenario del inicio de la Revolución, me sorprende el silencio oficial ante el aniversario del sacrificio de ¿decenas, centenas? de jóvenes, quiérase o no, héroes anónimos que con su rebeldía y sus vidas contribuyeron a  la apertura de la vida política del país y al advenimiento de un Estado democrático como el que hoy vivimos.

Entretenidos como están en el gobierno federal por el viaje de  placer del presidente Felipe Calderón al Mundial de Futbol de Sudáfrica mientras nos siguen aumentando el precio de las gasolinas, por lo pronto pasa este 10 de junio en el olvido oficial en el año de las grandes conmemoraciones. Ya veremos qué pasa con el próximo 2 de octubre, fecha también conmemorativa de la matanza igualmente de estudiantes en la plaza de las 3 Culturas en Tlatelolco.

Un país que no tenga memoria está condenado al riesgo de que se repitan hechos dolorosos  como lo han sido las pérdidas de vidas jóvenes cuyo ideal por un México mejor, con menos hambre y pobreza, los llevó a sacrificar sus vidas. Por eso hoy, lo menos, lo menos que podemos hacer es recordar a los mártires tanto del 10 de junio de 1971 como, por asociación, los del 2 de octubre de 1968. 10 de junio, no se olvida.

Duele, duele que los supuestos partidos de izquierda y los supuestos izquierdistas, no hayan siquiera enviado a insertar en los diarios una esquela para recordar a tantos muchachos que se identificaron con los movimientos de esa ala radical, cuando deveras la existía en México, y que no hayan organizado actos recordatorios de homenaje a quienes sacrificaron sus vidas para que muchos “revolucionarios” de hoy disfruten haciendo como que hacen política y como que defienden causas populares desde la impunidad que otorgan partidos políticos que dejan mucho que desear o desde la comodidad de una curul con una jugosa dieta en metálico.

Estoy seguro que ni siquiera se acordaban de la fecha y tal vez cuando lean el reproche que desde aquí les hago salgan corriendo al café más cercano a declarar, bla, bla, bla. Si Chucha.