Los veracruzanos se pronunciaron ayer en las urnas. El verdadero sentir ciudadano respecto a los contendientes a la gubernatura del estado quedó de manifiesto: atrás quedaron sondeos y encuestas para dar paso al voto real, duro, indudable.
Se entiende que quien no alcanzó la victoria se inconforme, reclame, alegue. Es la condición humana. Nunca a nadie le gusta perder así sea un juego de canicas, contimás una gubernatura.
Las secuelas legales del proceso seguramente van a seguir en los tribunales. Se argüirán quién sabe qué y cuantas cosas, que tendrán que valorar y deslindar las autoridades competentes y pronunciarse en todo caso, pero lo cierto, lo único cierto, es que Veracruz ya habló.
Para nadie es desconocido que, en el caso del estado, esta vez el proceso atravesó por una verdadera maraña de complicaciones producto de la misma competencia pero también de los recursos de todo tipo a los que recurrieron los candidatos para tratar de convencer al electorado.
Ahora lo más simplista es decir que el gobierno del estado se impuso al gobierno federal. Si se toma en cuenta que finalmente se trataba de candidatos y de partidos que reflejaban las posiciones de dos partidos con poder, uno en el máximo a nivel federal y el otro a nivel estatal, a eso podría reducirse todo.
Pero sería grave e irresponsable ignorar el papel que han jugado los ciudadanos, hombres y mujeres, que no sólo padecieron y fueron víctimas de la encarnizada y a veces hasta denigrante guerra mediática, sino que tuvieron la madurez, la lucidez, la inteligencia y la responsabilidad de separar lo que querían los aspirantes y lo que quieren ellos.
Y lo que quieren –queremos– los ciudadanos y la población en general es que cuanto antes se dejen atrás las descalificaciones, los agravios y los oprobios tanto de unos y otros contra unos y contra otros, porque sólo dañan a la sociedad, crean división y contribuyen a un clima de confrontación que no queremos ni deseamos más.
Desde el primer segundo del nuevo día, quien haya triunfado debería, debe iniciar con carácter de urgente y prioritario una verdadera cruzada –en el mejor sentido del término– de unidad, de conciliación y reconciliación sin distingos de ningún tipo e incluso dejar abierto desde ya el interés por incluir en la conducción del futuro e inminente gobierno del estado a los miembros de la oposición que cubran los perfiles necesarios.
Creo, a juicio mío, que esta es la primera tarea del nuevo gobernante, pero también el primer reto, y no de menor cuantía: demostrarles a quienes confiaron y votaron por él, demostrarnos a todos los veracruzanos, que es el hombre idóneo para conducir los destinos de un estado como Veracruz, la joya de la corona política del país en estas elecciones, durante los próximos seis años.
Dadas las condiciones políticas en las que está el estado, sin duda el que viene debe ser un gobierno de reconciliación estatal, que en los días por venir inicie una jornada cívica de unidad, que acabe con la tensión que se vivió en los días precedentes y que aliente un futuro de esperanza, de mejores días para Veracruz, en la que continúe la paz social que hemos venido disfrutando.
A reserva de que lo confirmen los resultados oficiales, el gran actor político de ayer fue el pueblo de Veracruz, el de los ciudadanos, que habrá marcado un hito en la historia política del estado no sólo por el número de cuantos acudieron a las urnas, sino por su comportamiento.
Esta participación deja en claro a quien declare gobernador la autoridad en la materia que tiene una gran capacidad de participación y que no desea ser actor pasivo, que para eso ha ejercido su derecho al voto y que seguramente habrá de reclamar lo que le corresponde.
Aunque los políticos han desgastado la frase, es cierto y válido que en Veracruz cabemos todos y que todos somos necesarios, unos para conducir el poder, otros para oponerse con responsabilidad y la mayoría para reclamarles a unos y otros la responsabilidad que se les ha conferido por voluntad popular.
Porque se trata de verdaderos líderes sociales, no se puede ignorar lo que dijeron ayer algunos personajes luego de votar.
El máximo responsable político de la entidad, Fidel Herrera Beltrán, a poco de iniciar la jornada luego de las ocho de la mañana, al ser entrevistado, ante micrófonos y cámaras que llevaban su mensaje en vivo a toda la entidad, manifestó que cualquiera que fuera el resultado habría de respetarlo. Esto seguramente acabó de influir para que quien hubiera tenido alguna reticencia se decidiera ir a la urna.
El arzobispo de Xalapa, Hipólito Reyes Larios, dijo algo que aún ya pasada la jornada sigue de gran relevancia: que elecciones eran una competencia, que como en todos los actos de ese tipo siempre había lucha y pidió a los candidatos que aceptaran los resultados y colaboraran con los ganadores por el bien común.
“Una vez que termine la competencia y se den los resultados, les pedimos que los acepten, que cumplan las tareas que han manifestado, sus proyectos, programas y que colaboren con quien resulte gobernarte. Ya pasó el tiempo de competencia y a todos nos toca cooperar con el bien común, no sólo estar cuidando nuestro patio”.
Este lunes y en los días por venir veremos quiénes atienden su llamado, un llamado sensato y que refleja no sólo el sentir de su feligresía sino en general de la población.
El candidato del PAN a la gubernatura, Miguel Ángel Yunes Linares, declaró: “Las elecciones se deciden hoy, no en los tribunales” y que el destino de Veracruz lo podemos construir todos. Así es, y en esa tarea tenemos que asumir cada quien la responsabilidad que nos toca.
Por su parte, Javier Duarte de Ochoa, candidato del PRI al gobierno del estado señaló que el único y gran ganador de la jornada electoral sería Veracruz. Así es y así se entiende porque quien decidió fue el pueblo, primero y último y principal motivo de todo gobierno.
Qué todo sea para bien de Veracruz.