Parafraseando a Enrique Peña Nieto, me pregunto cuándo se jodieron en Veracruz las buenas formas de hacer política.
Con ello me refiero a utilizar el diálogo como forma de negociación para llegar a un entendimiento en aras de resolver cualquier problema o zanjar cualquier disputa.
Lógicamente, se dialoga y se negocia sólo con el enemigo, con el adversario, pero siempre a partir del principio de respeto entre los interlocutores.
Creo que los actores políticos demuestran altura cuando convencen y vencen con las armas de la diplomacia (habilidad, sagacidad y disimulo, en la quinta acepción que da del término el Diccionario de la Real Academia Española).
La pregunta me la hice la noche del domingo cuando vi en vivo, vía redes sociales, la forma en que calificó el joven alcalde de Boca del Río, Miguel Ángel Yunes Márquez, al gobernador Flavino Ríos Alvarado.
No lo bajó de “cobarde” aunque también lo tildó de “ladrón, caradura y cínico”. Pero no fue la primera vez que lo hizo.
Todo en el marco de una malograda reunión en la que abordarían el grave problema del desvío de recursos federales que debieron ser entregados a los Ayuntamientos.
El gobernador comenzó por reconocer que la demanda es legítima y dijo lo único que podía responder: que no hay dinero, lo cual todos lo sabemos y lo padecemos.
Pedía buscar juntos la solución haciendo gestiones ante el Gobierno federal, también la vía inmediata, aunque ya el Secretario de Hacienda y Crédito Público, José Antonio Meade, lo dejó muy claro: no habrá rescate para Veracruz, esto es, no darán más dinero que el que ya se entregó e hizo mal uso de él el gobierno de Javier Duarte.
En su sano juicio, no hay un solo veracruzano que no esté preocupado por la grave crisis económica en que se encuentra el gobierno del Estado, porque está repercutiendo en todos los ámbitos de la vida productiva de Veracruz.
Todos, no sólo los alcaldes, reclamamos que se castigue a los responsables y que se haga a que devuelvan lo que sustrajeron.
Los presidentes municipales, no sólo los que tienen tomado el Palacio de Gobierno y la Casa Veracruz (la casa de gobierno hasta hace unos días), tienen razón en reclamar lo que les corresponde.
Dada la responsabilidad y la representatividad que tienen, porque deben responder ante sus representados, los que se han posesionado de los inmuebles hallan en ello la única forma de hacer presión política en busca de recuperar lo que se les escamoteó. Si no es la mejor vía, se justifica.
Quién sabe si han reparado en que, al final de cuentas, tanto el palacio como la casa no son propiedad de Javier Duarte ni de Flavino Ríos, ni de ningún gobernante o político, sino de todos los veracruzanos. Esperaríamos que cuando los entreguen los devuelvan limpios y al menos en las condiciones en que los encontraron. También se mantienen con los impuestos de todos.
Pero regresando al punto inicial de este comentario, creo que el joven alcalde boquense debiera sustituir sus agresiones verbales, sus improperios en contra del gobernador por la denuncia formal.
Creo que lo correcto sería que lo denunciara formalmente ante la autoridad competente, con las pruebas en la mano. Si Flavino es corrupto y robó y está probado, si es un ladrón, como lo acusa, entonces debe ir a la cárcel sin ninguna consideración. Él y cualquiera que haya delinquido con nuestros recursos.
Eso sería mejor en lugar de la actitud y del lenguaje impropio de cualquier autoridad, del nivel que sea, porque no se trata sólo de Flavino Ríos Alvarado sino del gobernador del Estado, de la institución que representa.
Contra lo que se diga, según mi apreciación, en Veracruz vivimos ahora días de escándalo político, por intereses muy focalizados, pero por fortuna no caos generalizado. El escándalo se concentra en Xalapa, normal por ser sede de los poderes.
En la Sierra de Chicontepec, el mes pasado que estuve allá, me sorprendió encontrar que ajenos a las disputas de nuestros políticos, los indígenas hacen su vida normal.
Su reclamo era que no tenían medicinas en su centro de salud, pero ni siquiera hablaban de inseguridad.
En la zona conurbada Veracruz-Boca del Río, cada vez que la visito, me sorprende el intenso movimiento y la febril actividad económica y comercial que tiene, lo mismo en sus portales que en todo su centro histórico, en sus centros de diversión que en sus plazas comerciales, donde miles de veracruzanos se mantienen muy ajenos a los pleitos de nuestros políticos.
Inconformidad social sí la hay –sería grave que no la hubiera– más acentuada en algunos lugares que en otros, como por ejemplo en el sur por los despidos de trabajadores por parte de Pemex.
Pero –es mi juicio muy personal– pese a todo y por fortuna la gobernabilidad se mantiene, a pesar de las autoridades que hemos padecido y muchas que estamos padeciendo.
Si ya vivimos y padecemos una grave crisis económica, no debemos tensar la cuerda política y buscar formas de entendimiento para no caer en una crisis social. La cordura se debe imponer. Debe imperar el respeto entre los actores políticos y debe privilegiarse el diálogo constructivo, que no de complicidad.
Creo que al joven alcalde de Boca del Río no le parecería ni le gustaría que algún alcalde, por el motivo que fuera, ofendiera, agrediera verbalmente a su padre en calidad de gobernador y creo que su padre como titular del Ejecutivo, con poder, tampoco lo permitiría. Ya faltan sólo días para que lo veamos en el ejercicio del poder.
Escucho las voces abajo. La generalidad reprueba el comportamiento verbal del presidente municipal, su falta de respeto al gobernador. Creo que con su comportamiento personal demerita la causa de su reclamo y la del grupo de alcaldes que encabeza.
Escucho las voces de veracruzanos de diferentes estratos de la sociedad. Están temerosos y en vías de desencanto a punto de iniciar el gobierno que encabezará su padre. Piensan que actúa así envalentonado y al amparo del poder político que ya tienen. Y que si eso es ahora, podría ser peor; que si le falta al respeto a la autoridad y a la institución, entonces se lo faltará a cualquier ciudadano.
Creo que con su actitud no ayuda a su padre, un político profesional del que los veracruzanos esperan mucho y lo mejor, máxime que ha ofrecido gobernar con apego a la ley, que es decir con respeto a todos sin ningún distingo.
He escuchado de actores políticos del PAN, su partido, que este joven presidente municipal aspira a suceder a su padre en la gubernatura. Si piensa que lo va a lograr como va con su comportamiento público como en el caso que me ocupa, dudo que lo logre.
Otro grupo, reclama en Gobernación
Ayer, otro grupo de presidentes municipales afectados tambien por el desvío de los recursos que correspondían a sus ayuntamientos, encabezados por el de Xalapa, Américo Zúñiga Martínez, se manifestó en la Secretaría de Gobernación. Exigieron que se les reponga de forma inmediata al menos 4 mil millones de pesos por adeudos de tres meses para hacer frente a los compromisos de fin de año.
Ante una ministración (pago) de participaciones federales que les corresponden y que les deben entregar el viernes, pidieron que un interventor de la Secretaria de Hacienda vigile que les sean entregados adecuadamente y que no se vuelvan a desviar.
Sin embargo, el problema de fondo persiste. Y los responsables de todo el desastre, uno está huyendo y escondido, otros se pasean libre e impunemente como si nada, y unos más gozan de fuero y viven y disfrutan, o se disponen a hacerlo, de los recursos públicos, de los impuestos que todos pagamos. Mientras no se castigue y no se recupere lo mal habido, habrá castigo para el PRI en 2017 y en 2018.
¿De quiénes eran las camionetas de lujo?
Vecino de la Casa Veracruz, ayer pude comprobar, a mi paso por ahí, que a pesar de estar batallando los alcaldes del PAN y del PRD por el recurso financiero que se les adeuda, en los alrededores se encontraba al menos una docena de camionetas todas último modelo con un valor comercial muy superior al medio millón de pesos, entre ellas suburbans de lujo, en las que los choferes o ayudantes mantenían encendidas las unidades para sofocar el calor que hizo por la mañana y al medio día. No se predica precisamente con el ejemplo.
Pero también me extrañó la noche del domingo ver en la reunión de alcaldes con el gobernador Flavino Ríos Alvarado a dirigentes del PAN y del PRD, politizando un problema institucional. Los priistas al menos guardaban las formas.