Lo cortés, dice el dicho, no quita lo valiente.
En “Prosa aprisa” de ayer lunes comenté la buena relación institucional Federación-Estado que hay de arranque con el nuevo gobierno de Miguel Ángel Yunes Linares, no obstante sus orígenes partidistas.
Apunté que cualquier esfuerzo de buena voluntad y entendimiento beneficia a los veracruzanos.
Pero dije también que el Pacto Federal necesita ser revisado y actualizado, por injusto en cuanto a que Veracruz, que aporta más de lo que recibe, depende en más de 90 por ciento de recursos federales.
“… y mientras esa dependencia no se equilibre, la autoridad estatal tiene que buscar el mejor camino para que se le devuelva más de lo que se le da por lo que aporta, y ese camino no es más que el de la negociación y el entendimiento, y buscarlo para bien de los veracruzanos es un acto de responsabilidad”.
El pasado 24 de noviembre, en su artículo Día con Día que publica de lunes a viernes en el diario Milenio, el escritor y periodista Héctor Aguilar Camín, con el título “El escándalo federalista”, dijo que el federalismo mexicano ha alcanzado ya un techo de viabilidad financiera.
Se refería a la deuda de los Estados causada por gobernadores irresponsables como Javier Duarte, que ni recaudan impuestos pero que han multiplicado sus deudas sin mejorar sus ingresos
“El mecanismo típico ha sido multiplicar sus deudas bancarias dando como garantía sus participaciones federales, bursatilizar sus servicios públicos y hacer crecer la cuenta de sus proveedores”.
Calificó el caso de Veracruz como “delirante” y vaticinó que será probablemente el que empiece a marcar la pauta del techo, “el no va más, del federalismo mexicano actual”.
Dijo que al menos eso anunciaba la respuesta de Hacienda, y del propio Presidente, a los llamados de rescate del nuevo gobierno encabezado por Yunes Linares. “Le responden: habrá ayuda, pero no habrá rescate”.
Trajo a colación entonces un artículo de María Amparo Casar que resume los caminos alternos propuestos por el secretario de Hacienda: “Acceder a los mercados, reducir su gasto, fortalecer los ingresos propios, pedir un adelanto de las participaciones, buscar créditos de corto plazo o recurrir a la banca de desarrollo”.
Concluyó entonces: “Yo leo en esta decisión el principio del fin del federalismo que conocemos, por la más ruda de las razones: no hay dinero para seguir la fiesta. Mi impresión es que se trata de una crisis terminal”.
En su discurso original del jueves pasado, el gobernador Yunes se refirió a la crisis financiera que heredó y que, expresó, ha provocado un drama humanitario.
Y entonces, independientemente del agradecimiento y reconocimiento que expresó al presidente Enrique Peña Nieto por el apoyo que le ha dado en materia de seguridad y el ofrecimiento de respaldarlo para hacer frente a la situación económica, dejó muy clara su postura en cuanto a su petición.
“Para salir de la crisis he solicitado el apoyo del Gobierno Federal, porque es indispensable y porque tenemos derecho a ello, somos parte sustantiva de la Federación y esto da razón y fuerza a nuestra demanda.
Al Gobierno Federal no demandamos limosnas sino justicia y equidad, no limosnas sino justica y equidad”, reiteró y remarcó ante el representante presidencial Aurelio Nuño.
Recordó que Veracruz ha aportado y aporta a la Federación mucho más de lo que recibe y de lo que ha recibido históricamente, y “hoy que atravesamos una crisis en paralelo derivado de hechos de corrupción también sin paralelo, esperamos una respuesta favorable a nuestras demandas”.
Hizo entonces un reclamo: “Nos parece totalmente indebido que mientras a Veracruz se le quieren escatimar recursos para resolver una crisis humanitaria se destinen miles de millones de pesos a otras entidades para obras y acciones que no tienen un sentido de urgencia, como sí los tienen los retos y las necesidades que hoy enfrentamos en Veracruz.
No estamos de acuerdo en el manejo discrecional de los recursos federales, la Federación somos todos y la distribución de los recursos debe ser equitativa, justa y solidaria”.
¿A qué se refería con esto último? ¿Acaso a que en especial durante este sexenio se ha favorecido desproporcionadamente al Estado de México, el Estado del Presidente, en comparación con Veracruz, con grandes obras que incluso han sido motivo de escándalo por actos de corrupción en la que están involucradas empresas extranjeras?
¿Es que acaso tenía, tiene razón el diputado Gerardo Buganza Salmerón cuando el pasado 9 de noviembre, al fijar su posición como nuevo legislador independiente de la LXIV Legislatura, propuso que Veracruz se descoordine fiscalmente de la Federación?
La propuesta del dos veces diputado federal, senador, candidato a la gubernatura del Estado y exSecretario de Gobierno era precisamente como respuesta a la negativa del gobierno de Peña Nieto de entrar al rescate de Veracruz.
Al comentar el tema recordé que en realidad el reclamo por el trato injusto no era nuevo ya que en 1970 al profesor Rafael Arriola Molina le había costado que no llegara al Senado no obstante que había ganado la elección, ya que había declarado que la Federación era un “pulpo” que se llevaba las ganancias de la explotación petrolera y no redistribuía con justicia los recursos fiscales entre los Estados de la Federación.
“… me parece viable, razonable, justa, audaz y revolucionaria la propuesta bugancista de que nos descoordinemos fiscalmente. Revolucionaria porque el resto de los Estados se sumaría y obligaría al gobierno central a replantear el contenido del llamado pacto federal”, dije entonces.
Encuentro ya un punto coincidente entre el Gobernador y el diputado; el reclamo del primero y la propuesta del segundo se complementan. Me llama mucho la atención porque luego de una buena relación política después se distanciaron también por diferencias políticas y sus actitudes personales parecían irreconciliables.
En “Prosa aprisa” de ayer comenté el encuentro y saludo cordial que tuvieron el sábado pasado en el salón de plenos de la Legislatura. Hoy, cosas de la política, podrían terminar siendo aliados en una causa a favor de Veracruz: que se acabe el trato injusto que da la Federación a nuestro Estado, que no dependamos en lo económico más del centralismo del Gobierno federal, que se proclame una declaratoria de independencia económica; en pocas palabras, que nos descolonicemos en lo económico de la Federación.
Grata experiencia
Primer lunes de diciembre, primero del nuevo gobierno. Ayer, mientras recorría el Palacio de Gobierno, no pude dejar de evocar los tiempos de los gobiernos de Dante Delgado Rannauro para atrás.
No sólo estaban abiertas las puertas de par en par sino que las oficinas y los pasillos en especial de la parte alta se veían animados como en los viejos tiempos (tiene que reconocerse que Flavino Ríos Alvarado en su interinato de 48 días intentó la normalidad, pero la toma del palacio por alcaldes perredistas y luego panistas impidieron su intención).
Una vez que no vi vallas metálicas y superé las reservas que tenía de que policías me marcaran el alto, me pidieran una identificación, me preguntaran a qué y a quién iba a ver, me dieran un gafete, siempre bajo una mirada vigilante como si fuera un delincuente, eché a andar con toda libertad.
Subí y bajé, me metí al espacio que por muchos años ocupé en la Dirección de Prensa, platiqué con mucho personal al que conozco, fui a la oficina del contador Manuel Muñoz Ganem y probé, pregunté por él, y una joven mujer me atendió con toda amabilidad y diligencia (me pidió que me esperara para pasarme a verlo una vez que se desocupara, pero le di las gracias).
No eludo decir que formé parte de los gobiernos que cerraron las puertas y que pusieron policías y hasta un escáner de personas para revisar a quienes lograban entrar.
Nunca estuve de acuerdo y cuando pude hablé con quienes tomaban decisiones y les sugerí que al menos pusieran a mujeres policías que con una sonrisa explicaran a la gente por qué las medidas de seguridad o que con una sonrisa hicieran también los trámites para permitir el acceso.
Cuando salí de la función pública en 2010 me pesaba regresar y entrar al Palacio. Era tortuoso el paso y padecer a hoscos policías.
Desde entonces regresé por invitación tal vez sólo en unas cinco ocasiones y con la condición de que me facilitaran el acceso. Hasta en eso se vive ahora el cambio. Parece detalle menor, pero cuánto cuenta.