Creo que sólo en nuestro país pasan estas cosas. En los últimos días, en la capital del país, se ha advertido un movimiento febril inusitado con motivo de la proximidad de los festejos por el bicentenario del inicio del movimiento de Independencia. Lo insólito es que para festejar la fecha con la que arrancó el movimiento libertario, tanto el gobierno federal como el del Distrito Federal ¡están coartando la libertad de movimiento!
En efecto, según hemos venido leyendo en los diarios de la capital del país, un buen día, de buenas a primeras, los automovilistas capitalinos se encontraron con que les habían cortado el paso por el centro de la ciudad de México y conforme han pasado las fechas fueron apareciendo vallas metálicas para cerrar más calles y aquello ha derivado en un gran caos, pero lo cierto, lo único cierto, es que por estos días lo que menos tienen los chilangos es libertad para transitar.
Uno pensaría que el inicio del movimiento de independencia, que se supone nos dio libertad, es para celebrarse en entera libertad, para que 200 años después podamos los mexicanos tomar libremente la calle y acudir, sin vallas metálicas de por medio, al festejo respectivo, pero no, la realidad es otra.
Un hecho que resaltaban ayer los portales de los diarios del De Efe es que las autoridades incrementaban las medidas de seguridad, incluidas las cámaras de vigilancia, y quienes hemos tenido alguna experiencia en la capital del país en fechas como estas sabemos que quienes pretendan participar en los festejos tendrán que pasar por todo un laberinto lleno de aduanas en las que policías los registrarán y los escanearán de pies a cabeza y que no se pondrán mover con entera libertad.
Pero, qué terrible, 200 años después, en lugar de tener un país en pleno disfrute de sus libertades, en muchos lugares de la república hace mucho, muchísimo, que los mexicanos perdieron su libertad a hacer su vida diaria normal y prefieren no salir de sus casas ante el riesgo de perder sus vidas.
Todos los días, con estupor nos enteramos a través de los medios de información cómo cientos de familias huyen de las ciudades del norte del país en busca de lugares seguros a causa de la inseguridad que limita la libertad y cómo muchos que han querido moverse libremente ya están en el panteón.
Por eso esto es tan contradictorio, que mañana se dé el famoso Grito, que se proclame la libertad, cuando eso es lo que menos tienen miles de mexicanos en estos momentos.
Las vallas en el Distrito Federal y seguramente en todos los estados del país no reflejan más que un hecho incontrovertible: las mismas autoridades son rehenes de las condiciones del país, es decir, de la inseguridad, y tampoco pueden actuar y moverse con toda libertad.
Para no pecar de pesimistas, es de desearse que por lo menos dentro de cien años, en el tricentenario, nuestros descendientes tengan otro país donde verdaderamente, con plena libertad, festejen el inicio del movimiento que se supone que nos dio la libertad.
A veces uno se pregunta si acaso no es el estado de ánimo personal el que hace ver las cosas no con la misma visión optimista de los gobernantes. La duda se acaba cuando se escucha al ciudadano de a pie, el de la calle, al trabajador, a la ama de casa.
¿¡Festejar qué!?, reaccionan cuando se les pregunta no si van a festejar sino cómo van a festejar estas fiestas patrias. Casi lo agarran a uno a golpes con la mirada. Se quejan de su situación económica, de que a sus esposos o a sus esposas tiene varias quincenas que no les pagan en sus oficinas y que no saben para cuándo, no obstante que ya devengaron sus salarios.
Cómo salirles con el cuento de que Hidalgo y compañía se sacrificaron para darnos mejores condiciones de vida si ellos, 200 años después, pasan limitaciones. Y es la inmensa mayoría.
A los mexicanos pensantes, bien informados, críticos y analíticos, cómo querer dorarles la píldora en esta fecha patria si ven, leen, escuchan, comprueban, que el país cada vez más se entrega a un grupo de personas y empresas monopólicas en un afán por conservar una parte del poder que cada vez más es menos de ellos.
A mí nada me va a extrañar que dentro de poco nuevamente Andrés Manuel López Obrador cobre fuerza y se convierta en un serio competidor para ganar la Presidencia de la República dentro de dos años.
Las autoridades, en la cúpula, no perciben, no se dan cuenta o no se quieren dar cuenta, de que el descontento popular fermenta y desea la figura reivindicadora que lo encabece.
Los mexicanos están decepcionados de los panistas, que habían ofrecido otro país si llegaban al poder. Resultaron igual o peores y para la inmensa masa nada cambió en su beneficio, por el contrario, están en peores condiciones y los pobres tan solo durante el presente sexenio aumentaron en más de 8 millones de personas.
Los mexicanos, la inmensa mayoría, ve como un verdadero insulto la vida de lujo –y muchas veces de despilfarro– que se dan la mayoría de nuestros políticos y cómo la masa sigue en la misma desventaja que cuando inició su movimiento Hidalgo y demás.
Pero, como dice Juan Gabriel, la costumbre es más fuerte que el amor, y mañana, sin duda alguna, una parte del aguantador pueblo mexicano saldrá a “festejar”, a gritar por una libertad que está muy lejos de ser plena cuando no satisfacen sus satisfactores básicos.
Todo estará bien para la estabilidad de todos mientras griten en el sitio público de su localidad motivados por la euforia patria. Ojalá y el reclamo a su libertad, a sus derechos plenos, no irrumpa como lo hizo el grupo zapatista en 1994.
¿Mando único en policías estatales? Un ex jefe policiaco de Nuevo León ha respondido con toda puntualidad: ¡Pero si ya lo hay! ¡Está en manos del narco!
¡Qué viva México! ¡Qué viva la libertad! ¡Qué viva…!
Y pa’ que vea Felipe Calderón que sí le tomamos la palabra y como decretó mega puente, nos encontramos hasta el próximo lunes. Vamos a disfrutar nuestra libertad.